CARNE
REPLANTEO
Tras un año con más sacrificios y menos terneros por menor stock de vientres y caída de la tasa de procreo, la oferta ganadera queda condicionada en el corto plazo, y de 2025 en adelante. Reporte del ROSGAN concluye que llegó el momento de terminar el ciclo con más peso.
MÁS KILOS. Si en Argentina se faenaran los machos con el mismo peso que en Uruguay, por ejemplo, los 7,33 millones de novillos y novillitos faenados el año pasado hubieran aportado un adicional de más 320.000 toneladas de carne vacuna a la producción final de 2023. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

El aumento que registró la faena durante el último año, producto de la severa pérdida de forrajes ocasionada por la sequía, y el faltante esperado de terneros debido al impacto registrado sobre las tasas de procreo propiamente dichas, será un gran condicionante de la oferta ganadera a partir del presente ciclo.
Esta afirmación -que resume el panorama al cierre de 2023- abre el análisis de fondo del informe semanal del Mercado Ganadero de la Bolsa de Comercio de Rosario –ROSGAN– cuya edición coordina la analista María Julia Aiassa.
El texto recuerda que, de los 14,5 millones de animales enviados a faena el año pasado, 2,95 millones fueron hembras adultas, que salieron de producción. Ese número (+24% que en 2022), «no registraba precedentes desde la seca de 2009, cuando fueron faenadas 3,17 millones de vacas».
Al mismo tiempo, durante 2023 se registró también un aumento en la faena de vaquillonas que superó los 4 millones de cabezas, lo que representa un 9% más que las sacrificadas en el ciclo anual previo.
Ambos indicadores constituyen dos grandes alertas para el stock de vientres disponibles para la producción actual de terneros, que terminará impactando en la reposición del siguiente ciclo, es decir 2025 en adelante.

IMPACTO. La mayor faena de vacas y vaquillonas durante 2023, implica menos disponibilidad de vientres para la producción de terneros. Esto incidirá, inclusive, más allá del ciclo 2025.
Pero advierte que estos cambios tan significativos en la faena de un año a otro, también conllevan efectos de corto y mediano plazo. Porque una sequía tan prolongada y generalizada pega fuerte sobre los feedlot.
«Si bien los primeros sistemas de engorde que acusan el impacto –de situaciones como ésa- son los de recría e invernada pastoril» apunta el reporte, también lo sienten los más intensivos, porque ese mismo escenario climático afecta la producción de grano, que participa en mayor proporción en la dieta de los encierres.
En estos contextos se da un doble efecto. Por un lado, la interrupción de las recrías con invernadas saliendo más livianas de los campos y, por otro, una aceleración de los tiempos de engorde a corral debido a los elevados costos que suponen dietas más energéticas.
Esto deriva -como ocurrió durante el año pasado- en un incremento de la tasa de extracción de categorías más jóvenes que no logran ser retenidas en engorde, limitando la producción de animales pesados.
En efecto, la mitad del crecimiento en la faena que se vio en 2023 (casi 1 millón de animales más que en 2022) lo explica el incremento en la faena de vacas (570.000 más, interanual) y el resto (475.000), una mayor salida de los feedlots.

POR QUÉ. La faena con bajo peso respondió, además de la sequía, a falta de previsibilidad, trabas a la exportación y altos costos impositivos y financieros.
Pero, más allá de la escasez de lluvias en los últimos dos años, esta mayor de extracción de animales livianos -especialmente en machos, se viene registrando en los últimos 4 a 5 años por confluencia de otros factores igualmente dañinos para la actividad.
Entre esos factores, están la falta de previsibilidad para la comercialización a largo plazo, las trabas a la exportación -principal demanda de animales pesados- y los elevados costos tanto impositivos como financieros que erosionan los márgenes de ganancia y obligan a acortar los ciclos productivos.
La serie desde el año 2008 a la actualidad, muestra que la tasa de extracción de machos jóvenes -esto es, la cantidad animales faenados durante un período anual medido sobre el stock inicial de novillitos para ese ciclo- pasó del 65% al 125% en 2022 y 131% en 2023.
Esto implica que, desde 2019, con tasas de extracción superiores al 100%, estuvimos faenando más novillitos que los registrados a inicios del año, lo que supone que estuvimos terminando y faenando terneros destetados durante ese mismo ciclo.
El análisis del ROSGAN ayuda a razonar que «este comportamiento es el que indefectiblemente ha estado impulsando la caída sistemática que se observa en el stock de novillos y, en consecuencia, limitando la oferta de carne futura, al truncar la posibilidad de obtener más kilos al momento de la faena».
«Basta con ver la diferencia de kilos logrados por animal faenado en Uruguay -dice- con un ambiente similar al de las regiones de Argentina más productivas. El año pasado, habiendo atravesado la misma seca, logró reducir la faena total y aumentar los kilos de carne logrados por res».

De acuerdo a los datos publicados por el INAC, el Instituto Nacional de Carnes de Uruguay, el peso medio de faena logrado en novillos (bajo nuestra clasificación novillos y novillitos) se vio incrementado en unos 7 kilos. Pasó de un promedio de 281kg en 2022 a 288kg en 2023, con 8,4% menos de animales faenados.
En Argentina, con un clima similar, «la faena de estas categorías aumentó ligeramente, en particular de novillitos jóvenes (+3%), dando como resultado un peso medio de faena que pasó de 247 kilos en 2022 a 243 kilos carcasa en 2023».
Por tanto, «terminamos perdiendo unos 4 kilos de producción en el último año, ampliando la brecha contra lo obtenido por nuestros vecinos uruguayos a 45 kilos por animal faenado», subraya.
De manera que, «si en Argentina se faenara con los kilajes de machos logrados en Uruguay, los 7,33 millones de novillos y novillitos faenados el año pasado nos hubieran aportado un adicional de más 320.000 toneladas de carne vacuna a la producción final».
Destaca entonces que «el desafío de la ganadería argentina a partir de 2024 pasará por administrar la escasez de hacienda» . Advierte que la aceleración de faena de animales livianos (por la imposibilidad de continuar las recrías pastoriles y el alto costo del engorde a corral), «nos llevó a comernos parte de la oferta futura».
Esta tendencia, si bien se acrecentó durante el último año, es «un comportamiento presente en los últimos ciclos que debiera corregirse de modo inminente», afirma el reporte cuya edición coordina Aiassa.
«Mayores pesos de faena implican mayor productividad del stock, mayor aprovechamiento de los recursos, y una paulatina convergencia de los estándares de producción demandados por el consumo y la exportación», finaliza.
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