VITICULTURA
LABORES
Labranzas, riego y fertilización dependerán en gran medida de lo que haya «ahí abajo». Por eso es que, antes que sacar la tijera para podar, habría que «agarrar la pala». La gente del INTA te explica por qué.
AHÍ ABAJO puede haber sorpresas. Hay que ver cómo está el perfil del suelo y la forma como se disponen las raíces. No sólo eso. Sobre la superficie, hay que recorrer el viñedo para verificar que no haya espacios vacíos en las hileras o la existencia plantas con enfermedad de madera, entre otros posibles problemas. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

Qué hay debajo del viñedo. Ésa parece ser la incógnita a develar, cada tanto, previo al inicio del nuevo ciclo productivo. Lo que hay debajo, muchas veces se manifiesta en la planta (de manera evidente… o no, si el ojo no está entrenado); y otras tantas, se va a manifestar quizás en el siguiente ciclo productivo, por lo que sería bueno adelantarse, para prevenir.
Los problemas -presentes o potenciales- en la zona que regularmente exploran las raíces, para proveer de agua y nutrientes a cada cepa, pueden tener origen en una diversidad de circunstancias.
Por ejemplo, condiciones climáticas adversas (previas, presentes o previsibles); problemas sanitarios; dificultades (por falta de rentabilidad en muchos casos) para financiar la realización de labores o nutrir adecuadamente el cultivo; y -por qué no admitirlo- errores de manejo.
Lo ideal sería haber hurgado allí abajo un poco antes, para poder planificar el nuevo ciclo productivo después de la vendimia, (luego de las fertilizaciones poscosecha), a partir de la caída de las últimas hojas, y antes de la poda.
Lo admite la agente del INTA Romina Molina, coordinadora del Centro de Desarrollo Vitícola (CDV)de la Zona Este de Mendoza. Subraya (y no se cansa de hacerlo) que «planificar permite tener herramientas para la toma de decisiones» .
En diálogo con Campo Andino, la profesional, (Magíster en Extensión y Desarrollo Rural), señaló que la idea es «fijar una hoja de ruta para asegurarse (en la medida de lo posible) que todas las intervenciones sobre el cultivo irán direccionadas hacia el objetivo que se haya establecido».
Lo ideal, entonces, es hacer esto «en mayo-junio, previo a la poda, una de las labores más importantes, porque permite regular la carga» con vistas al ciclo venidero, dice Molina.
Pero hay zonas de Mendoza donde, aparentemente, recién se habría llegado a podar alrededor de la mitad de la superficie cultivada con vid por lo que, seguramente, muchos viticultores estarán a tiempo todavía.
…A tiempo para realizar ciertas labores que les ayudarán a saber dónde están parados, previo al inicio de la campaña (antes que se empiece a mover la savia), identificando algunos problemas, si es que estuvieran presentes en el cultivo.
ROMINA MOLINA. La coordinadora del Centro de Desarrollo Vitícola de la Zona Este de Mendoza, insiste en que «mientras más información tengamos sobre la situación de la finca, podremos tomar mejores decisiones».

Si hay problemas, será conveniente determinar objetivamente sus causas para, entonces, sí, disponer las acciones precisas para afrontarlo, para lo cual es recomendable contar con asistencia técnica adecuada.
En este punto cabe un paréntesis, para señalar que esa asistencia técnica está disponible, sin costo para el productor, en las Agencias de Extensión Rural del INTA distribuidas en todo el territorio de la Región.
Entre esas labores se incluyen, por ejemplo, «recorrer el viñedo para verificar que no haya espacios vacíos (sin cepas) en las hileras; o la existencia plantas con enfermedad de madera; y darse tiempo para realizar calicatas y análisis de suelo» dice la Magíster Molina.
Recomienda «no dejar espacios vacíos allí donde se vean plantas que se hayan secado por la ola de calor del verano o por problemas de suelo… o por alguna labranza que rompió raíces o que no fue seguida de riego, lo que pudo haber generado excesiva evapotranspiración; o por la presencia de algún hongo en las raíces, entre otras causas».
Todo espacio vacío significará un «gasto» de agua y fertilizantes. Por eso advierte que es importante «no tener fallas, no esperar a que la planta muera porque superó su vida productiva».
Aprovecha, de paso, para sugerir que el viñatero tenga planes de renovación. Que se haga a la idea de «renovar todos los años al menos el 5% a 10% del viñedo, para mantenerlo en el óptimo de producción».
Lo cierto es que, para cubrir esos espacios vacíos, en los meses de receso invernal habrá que «decidir si hacer mugrones o reponer plantas; ver cómo se manejará el riego si es que vamos a poner plantas nuevas; estimar el personal que será necesario para realizar esas tareas…» explica Molina.
Y entre las cosas que recomienda es, ni más ni menos que agarrar la pala. «En este momento previo a la poda es conveniente, también, determinar cómo está el suelo de la finca y la disponibilidad de nutrientes» subraya.
Esto permitirá tener información que ayudará, por ejemplo, a decidir (para cuando llegue el momento de hacerlo), qué elementos habrá que incorporar y cuántas fertilizaciones será preciso realizar durante el ciclo.
Para conocer qué pasa abajo del viñedo, lo razonable es disponer algunas tareas que darán información precisa sobre ese mundo que no se muestra sobre la superficie, hasta que las plantas no lo reflejan. Por ejemplo, una calicata, para conocer el perfil del suelo y cómo se han estado desarrollando las raíces.
La calicata es un pozo de aproximadamente 1m x 1m x otro de profundidad (ó 1,5m, más o menos, dependiendo del suelo), que se hace en algún lugar específico de la finca para realizar un análisis físico.
«Nosotros entramos (en el pozo), observamos el perfil de ese suelo, y la forma como se disponen las raíces» explicó la Magíster Molina. «Esto -subrayó- es muy importante para planificar las labranzas y, sobre todo, para planificar el riego y la fertilización» .
Generalmente se hacen calicatas en las zonas que evidencias problemas. Por ejemplo, en un sector donde hay plantas que muestran problemas de desarrollo o, directamente, se han secado.
Pero, aunque no haya problemas evidentes, es conveniente conocer las condiciones físicas del suelo cada cierto tiempo y, dependiendo de los resultados de la observación, se buscarán alternativas de solución a los problemas (si los hay) o se corregirá lo que haya que corregir para prevenirlos.

CALICATA. 1x1x1 (o 1,5). Más o menos. El asunto es que hay que «agarrar la pala» cada tanto, y ver qué pasa abajo, aunque no haya problemas visibles en la superficie. FOTO / GENTILEZA Romina Molina – INTA / CDV Zona Este.
Al entrar en la calicata y ver qué ocurre bajo la superficie, se podrá saber cuál es la disposición de las raíces, para decidir -posteriormente- «cómo se van a realizar las labranzas, y cómo se van a planificar la fertilización y el riego» detalló la coordinadora del CDV de la Zona Este.
Explicó que «todos los aportes de nutrientes que hacemos, a través de los fertilizantes, tenemos que dejarlos disponibles adonde estén las raíces, por lo tanto, no es lo mismo que las raíces estén a una profundidad que a otra».
Más que la ubicación de las denominadas de sostén, que son las más profundas (y más gruesas), importa saber «cómo se ubican las raicillas (mucho más delgadas), encargadas de tomar el agua y los nutrientes. Que normalmente están en los primeros 40 cm a 50 cm de suelo, que es donde está la mayor disposición de raíces y la mejor fertilidad» aclaró.
Pero suele ocurrir que la realización de labranzas tradicionales (pasar arado de rejas, múltiple, etc.), hace que vayan muriendo raíces y las que van a reemplazarlas crezcan más abajo, a más profundidad.
Entonces, teniendo ese panorama sobre el perfil del suelo, será posible decidir (con mucho menor margen de error) cómo se van a realizar, básicamente, tres tareas: la labranza, la fertilización y la planificación del riego.
«La labranza, porque habrá que realizarla de manera tal de no dañar las raicillas, que son las que toman el agua y los nutrientes», indicó Molina. «La fertilización, porque todos los aportes de nutrientes habrá que dejarlos disponibles adonde estén esas raicillas. Y planificar el riego, para mantener el sector donde se ubican las raíces con buena humedad, permitiendo que la planta se desarrolle de forma correcta».

BAJAR Y VER. Con un panorama sobre el perfil del suelo y disposición de las raíces, será posible decidir (con menor margen de error) cómo planificar labranzas, fertilización y riego. FOTO / GENTILEZA Romina Molina – INTA / CDV Zona Este.
La calicata deberá ir acompañada con un análisis químico de suelo, (de salinidad y fertilidad completa) a fin de conocer su capacidad para nutrir al cultivo allí implantado.
En el Este de Mendoza, «estamos trabajando en conjunto con el Laboratorio de Suelo y Agua de la Municipalidad de Junín» donde «los análisis tienen un costo accesible, de alrededor de $ 10.000» precisó la extensionista del INTA.
Comparó que «una bolsa de urea cuesta 6 veces más» . De manera que, «determinar objetivamente qué fertilizante y cuánto necesitamos reponer, nos permite ajustar las dosis a los requerimientos reales del cultivo y, en consecuencia, evitar que caigamos en un gasto innecesario y contaminemos el suelo».
Demás estaría decir (si no fuera porque… no está de más decirlo) que, hacer una aplicación de fertilizante, por ejemplo, significa no sólo adquirir el producto, sino también asumir el costo de mover una maquinaria, comprar combustible, pagarle al operario que lo aplique…
Todo eso supone desembolsar una suma de dinero importante. Entonces, poder conocer la necesidad con la mayor precisión que sea posible, hará que ese desembolso sea realmente una inversión y no un gasto improductivo.
Luego de haber verificado las condiciones físicas y químicas del suelo y la sanidad de las raíces, etc.; las fertilizaciones a realizar (si es que hay recursos financieros); la estrategia de riego a aplicar… podrá definirse (entonces sí, y en función de los objetivos de producción) qué tipo de poda realizar.
De no ser así, el riesgo sería, por ejemplo, estar podando para dejar una mayor cantidad de producción (que es a lo que razonablemente aspiraría el productor) que excede las capacidades de la planta de rendir lo que se pretende.
Aunque lamentó que estos estudios, previos al inicio del nuevo ciclo agrícola, no sean prácticas generalizadas de manejo, insistió en que «mientras más información tengamos sobre la situación de la finca, podremos tomar mejores decisiones» .
Romina Molina señaló que en el Centro de Desarrollo Vitícola de la zona y en las Agencias de Extensión Rural del INTA tienen el material necesario para recolectar muestras y, posteriormente, interpretar los resultados de los análisis. Eso es gratuito y está disponible para todos los productores.
Señaló la importancia de hacerlo, para que los técnicos dispongan de información que les permita evaluar cada caso con objetividad, y recomendar acciones en función de requerimientos verificables de una explotación agrícola determinada.
El nivel de precisión en la determinación de los requerimientos, puede subir un escalón, inclusive, mediante la lectura de imágenes satelitales y otras tecnologías que -dicho sea de paso- también están disponibles en el INTA Junín.
El principal objetivo es lograr la mayor homogeneidad de los cuarteles y tratar, sobre todo, de no tener fallas o, en todo caso, reemplazar las cepas improductivas. Eso es fundamental, porque «a ese hueco donde no hay una planta, le estoy dando agua, le estoy dando nutrientes… que se pierden» recalcó finalmente la extensionista.
La Agencia de Extensión Rural Junín está ubicada en la Sede de la Experimental, sobre calle Isidoro Busquets s/n de La Colonia (Junín, Mendoza), y permanece abierta de lunes a viernes de 8 a 16.
Los extensionistas atienden (sin costo para el productor) inquietudes y consultas relacionadas no sólo con el cultivo de vid, sino también con cualquiera de las otras producciones que se desarrollan en los departamentos del Este mendocino.
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