
VITIVINICULTURA
PRODUCTOS
Celebrar es reflexionar, también, sobre los vinos que vendrán; reconocer y cuidar a sus hacedores y sus custodio, desde el viñedo hasta la cava.
Desde la quinta parte de la superficie vitícola de Argentina, las uvas Malbec se proyectan al mundo para ocupar, hechas vino, un espacio relativo mucho mayor en lo comercial. Es que, pese a quedarse con un escaso 13% del -todavía muy sólido- mercado interno de vinos (cifras del 2020), las exportaciones de Malbec representaron, el año pasado, el 40% del volumen total de las ventas de vinos argentinos en el exterior, y más del 60% de la facturación.
No obstante ello, evidenció también un avance vertiginoso en la preferencia del consumidor nacional, con ventas que se duplicaron (y un poco más) en los últimos diez años. Tanto, que hoy andan poco menos que «palo y palo» con el volumen exportado. En 2020 quedaron acá 121 millones de litros y salieron 157,6 M. Nunca, en los últimos diez años (tendríamos que repasar los números para verificarlo) habíamos estado tan cerca de tomar tanto Malbec como lo consumido fuera del país.
Estas cifras están contenidas en una serie de gráficos que forman parte de un trabajo realizado por el Observatorio Vitivinícola Argentino con datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y de la Bolsa de Comercio de Mendoza, como un aporte a la celebración, el sábado último, del Día del Malbec.
El material permite apreciar, en un par de golpes de vista, la evolución productiva y comercial que tuvo durante la década transcurrida entre 2011 y 2020. Criterio atinado (el de poner varias campañas bajo la lupa) en cualquier ámbito de la economía; y particularmente en negocios como éste, del que raramente se sale de un año para otro… si es que alguien tuviera la idea de «cambiar de caballo en la mitad del río».
Nadie dude de que el sábado celebramos «como Dios manda». Con varios tercios de copa a lo largo de ese día (como para cuidar las formas), disfrutamos no sólo del vino, sino también de las historias y sentires de sus hacedores reflejadas en numerosas publicaciones de medios de las zonas productoras y del resto del país, posteos en redes sociales y encuentros virtuales, en alguno de los cuales pudimos participar.
Hoy, cuando ha decantado ya la intensidad del festejo, nos permitimos volver la mirada hacia los números sabiendo que, casi invariablemente, nos van a mostrar un plano relativamente acotado de la realidad. Hasta puede resultar tedioso tratar de moverse (sin «tropezar») entre tantas cifras. Pero vale el esfuerzo. Porque, mirando hacia atrás de vez en cuando (sin perder de vista por dónde vamos pisando, claro), tendremos más chances de elegir el mejor camino a seguir…o trazarlo.
Del trabajo del Observatorio surge, por ejemplo, que con más de 3,7 millones de quintales cosechados en la vendimia 2020, la participación relativa de la variedad Malbec en el volumen total de uvas para vinificar producidas en Argentina se ubicó en el 18%, un significativo avance respecto del 10% de la oferta total de materia prima que detentaba en 2011.
Este incremento responde, sobre todo (pero no exclusivamente), a la expansión de la superficie implantada a lo largo de esa década. Al cierre de 2020, los viñedos de Malbec ocupaban 45.657 ha (el 85% está en Mendoza) contra las 31.758 registradas diez años antes. Esto representa un 44% más entre puntas, y llevó del 15% al 21% la participación relativa de esta variedad en el área total cultivada con vid en el país que, al cierre de 2020, sumaba casi 215.000 ha (ver gráficos).
Ahora bien, esa expansión del cultivo no se reflejó en igual proporción en kilos de uva, según la información que difundió el Observatorio Vitivinícola Argentino. Es que el volumen de producción en 2020 fue sólo 24% mayor que diez años antes. De manera que, el año pasado, el rendimiento por hectárea resultó 14% menor que en 2011.
Esto se explica, fundamentalmente, por la variabilidad propia de las producciones agrícolas plurianuales. Particularmente en el caso de las uvas Malbec de Argentina, si consideramos que 85 de cada 100 ha están implantadas en la región más expuesta a daños por fenómenos climáticos como viento Zonda, heladas tardías y granizo.
Ésto (que ya es mucho decir), sin hablar de la persistente «variabilidad argentina» -dicho así para no extendernos en detalles- que repercute en cada ámbito y se traduce en el progresivo e inocultable deterioro de las producciones extrapampeanas especialmente. En pocas palabras: cuando estamos saliendo den un año de bajos precios, no hay plata para «echarle» al viñedo y los rindes van a caer.
Aún así (y volviendo a las uvas Malbec) en términos absolutos creció la oferta de materia prima, que pasó de 3 millones de quintales a 3,7 M/qq, entre una y otra punta de la serie reflejada en el informe. Cabe remarcar aquí, como dato llamativo, que (según el material que recibimos en la Redacción de Campo Andino) la vendimia 2020 comparada con la de una década atrás, sufrió una caída que duplicó (y más) a toda la producción de uvas Malbec del último año.
Porque sumó un volumen total, en todo el país, de unos 20,5 M/qq que, cotejados con los poco más de 28,8 M/qq cosechados en 2011, dejó un saldo negativo de aproximadamente 8,3 M/qq (más del doble de los 3,7 M/qq de uvas Malbec recolectadas el último año en Argentina). De manera que el avance de su participación relativa en el total, se explica porque sumó volumen y, además, porque retrocedió el resto (otras variedades y/o las uvas genéricas).
Este avance, según se desprende del trabajo, se correspondió con la evolución de los despachos (para consumo en el mercado interno) de vinos con participación de uvas Malbec en su elaboración. En ese capítulo se registró un crecimiento de 118% entre puntas, desde 55,6 millones de litros a 121 millones. Se observa, de paso, que entre 2011 y 2020 se duplicó (y un poco más) la participación relativa del Malbec en el mercado interno. En esos diez años pasó de representar el 6% al 13% en el consumo total de vinos en el país.
Pero si se hace foco en los varietales, saltó del 28% al 48%. De manera que, dejando de lado los vinos genéricos, el Malbec ocupó casi la mitad del mercado «varietal», mientras que el resto se repartió entre los elaborados con uvas de otras variedades. Como contrapartida (dicho sea de paso), las ventas de todo lo «no Malbec» cayeron, entre las puntas de esa década, 103,5 millones de litros. Hablamos de todo 2020 contra todo 2011.
En los mercados del exterior, en tanto, la presencia del Malbec argentino creció 54% en la misma comparativa, al haber pasado de 102,3 millones de litros en 2011 a 157,6 M/l en 2020. Debemos apuntar, ya que estamos, que la suma de las ventas externas de vino anotó el año pasado un considerable repunte, en volumen, respecto del 2019.
En el caso del Malbec, el avance fue de 17,6%, que se sumó al 7,7% del período interanual precedente, lo que ayudó a recuperar al menos parte de las ventas perdidas en los dos o tres años previos (al menos en 2017 y 2018). En valor FOB, las exportaciones argentinas de Malbec dejaron durante el año pasado USD 484,3 millones, un 19% más que los USD 407,5 M que generaron las colocaciones en el exterior durante 2011.
Pero (¡atención!) estos valores quedaron por debajo de los cinco años anteriores (2015 al 2019 inclusive), y apenas USD 1 M por encima del 2014. O sea que, en la última serie de 10, el 2020 fue -en dólares, suponemos que constantes- un año «de mitad de tabla» para las exportaciones de Malbec, según surge de la información de referencia.
En su trabajo, el Observatorio Vitivinícola Argentino hace foco, asimismo, en los precios obtenidos en distintos eslabones de la cadena. Aquí entramos en un terreno «resbaladizo». Porque, para ser realistas, los valores que (según entendemos) podrían acercarse a la realidad con menor margen de error, son los promedios de las exportaciones.
Es que el equipo técnico que generó la información se basó (como corresponde) en datos verificables. «De lo que no se ve, no se da fe», decía mi abuela. Y, como en otros ámbitos de la economía argentina, aquí podría haber una porción que no esté a la vista. Para llegar a los precios promedio de uvas y vinos en el mercado de traslado, el Observatorio tomó datos de los contratos registrados en la Bolsa de Comercio de Mendoza. Son válidos, para tener una idea.
Pero, al margen de que probablemente no todas las transacciones estén registradas en la Bolsa, es más probable aún que los precios consignados difieran, en alguna medida, de los efectivamente negociados. Así se desprende, al menos, de comparar esos valores con los datos que suelen escucharse en los «mentideros» de café.
Por eso es que, el tema de precios de uvas y -en especial- el de los vinos en el mercado de traslado, lo dejamos allí, para que el lector repase las cifras consignadas en estos gráficos que compartimos y, al menos quienes sean parte del negocio o estén más o menos cerca, puedan verificar en qué medida se ajustan a lo que pasó en el mercado.
De todos modos, suponiendo que al menos las proporciones se correspondan, según el informe, el precio promedio de las uvas Malbec se multiplicó por cinco en esos diez años; y el del vino elaborado con esas uvas, algo más de seis veces, también entre una punta y la otra.
Mucho, ¿no? Bueno… sería mucho si no fuera porque, durante esa década, el índice de inflación creció… ¿cuánto? ¿Quince, dieciséis veces? Por supuesto que habría que hacer números finos, porque la parte que se vendió en dólares probablemente haya logrado «salvar la ropa».
Claro… hasta cierto punto. Porque, tomando cifras de 2020 (cuando el volumen de las colocaciones externas de vinos Malbec superaron en 54% a las de 2011) el precio promedio se situó 23% por debajo del promedio de aquel primer año de la serie. Además, habría que sacarle punta al lápiz para cotejar los pesos que fueron ingresando por cada dólar liquidado, con el tipo de cambio implícito en los precios (dolarizados, por supuesto) de los insumos vitícolas y enológicos.
Ahora pongámosle menos «zoom» y más «angular» a la mirada. Empecemos diciendo que hay vida más allá del Malbec. Para «ver» de qué hablamos, primero entremos al viñedo. La información contenida en el material gráfico que compartimos indica que prácticamente el 80% de la superficie vitícola y poco más del 80% de la producción de uvas de Argentina, es «no Malbec». Esto incluye uvas de otras variedades y genéricas, parte de ellas destinadas a la elaboración de mostos.
Con esta perspectiva más amplia de la dimensión del negocio, veamos un par de números más. Lo «no Malbec» perdió, en diez años, más de 17.500 hectáreas (sepan, quienes no están en el negocio, que esto es mucho en la actividad vitivinícola).
Entre el 2011 y el 2020, también, la producción de uvas para vinificar «no Malbec» cayó 8,3 M/qq. Son 830 millones de kilos de uva menos. De comparar esas dos puntas de la serie surge, asimismo, que fueron despachados para mercado interno 103,5 millones de litros menos de esos «otros» vinos.
Se supone que la diferencia (porque aquellos 8,3 M/qq de uva equivaldrían a unos 650 M de litros de vino) debería explicarse, quizás, por la acumulación de sobrestocks que habrían pesado mucho en el mercado durante parte del período analizado. Es una interpretación verosímil, al menos…y que corre por nuestra cuenta.
Por el contrario, aumentó entre puntas el volumen exportado. Pero fueron sólo 24,7 millones de litros más en 2020 que en 2011, según los datos que consigna el trabajo del Observatorio. Claro que también en este caso cayeron los precios promedio y en mucha mayor proporción. El retroceso fue de 35% -promedio general- para las exportaciones «no Malbec» de 2020 contra las de 2011.
Entonces… ¿todo mal? Hoy no. La verdad es que todo parece indicar que éste será un muy buen año para la vitivinicultura. Probablemente más que el 2020 respecto del 2019. Para todos los vinos. En particular para el Malbec, cuyo volumen podría resultar escaso para atender la demanda del próximo ciclo comercial. Porque los viñedos no están sobrados, y porque no hay «carry over», no quedó stock de arrastre, de campañas anteriores.
Es una excelente noticia. Al menos para los que quedan en la actividad. Que, afortunadamente, son muchos todavía. Decimos ésto porque el sector viene acumulando campañas muy complicadas, que dejaron mucha producción y numerosos viñateros en el camino. Porque es cierto que si a las 17.500 ha de «no Malbec» que se perdieron desde el 2011 les oponemos las casi 13.900 que se expandieron los viñedos de Malbec, la diferencia (negativa) se reduce a 3.600 ha… que también es mucho.
Pero no se trató de un simple cambio varietal, al menos en esta última década. Unos pocos lo habrán hecho. Porque lo que ocurrió con la mayor parte de aquellas tierras es que salieron de la vitivinicultura. En el mejor de los casos quedaron afectadas a otras producciones como hortalizas o pasturas…
Aunque muchas fueron abandonadas; y numerosas propiedades directamente fueron «loteadas», sin haber podido resistir la expansión de la urbanización hacia las zonas rurales. Eso, al margen de la falta de un recambio generacional, que es otra de las debilidades de la actividad, sobre todo en una parte del segmento de la producción primaria. Cada uno de esos viñedos que ya no están, generaba trabajo (dentro y fuera de la finca) y era parte de un entramado socio-productivo que quizás no tenga un relevo superador.
La vitivinicultura es una actividad extremadamente compleja. Afortunadamente, por un lado. En el sentido que esa complejidad es el reflejo de su riquísima diversidad en lo productivo, en lo social y en lo cultural.
Pero hay facetas de esa diversidad que, llevadas al plano de los negocios (como las dispares escalas de producción, por ejemplo) han venido «canibalizando» a una parte del sector. Eso ha estado ocurriendo particularmente en Mendoza, que concentra, junto con las tres cuartas partes del vino argentino y muchos de sus logros, los grandes problemas de la vitivinicultura nacional.
Esto último, es una forma de decir. Porque, en mayor medida, son los problemas de la vitivinicultura de Mendoza los que dan más «tela para cortar». Da la sensación que el «problema» para la mayoría de las demás provincias productoras, es cómo hacer ajustes finos. No cómo resolver problemas estructurales.
La vitivinicultura de Mendoza es la más expuesta a los embates de la naturaleza, y pareciera ser la más sensible al impacto de la particular dinámica de este mercado. Esto último, en su medida, «golpea» también en San Juan.
Si uno repasara un par de series más (de éstas de diez años) habría que ver cuántas campañas de cada diez, fueron positivas. Podríamos encontrarnos con que, a cada año de buenos precios, panza llena y corazón contento, le precedió uno o más de producción diezmada por Zonda, heladas o granizo…y varios más de lenta pero constante concentración del negocio.
Con menos producción y, sobre todo, con menos productores (con la consecuente merma de la oferta) es de esperar que mejoren los precios… mientras acompañe el clima o no se le agregue una vuelta de tuerca a la concentración. Debemos admitir que el negocio de las bebidas, en general, tiende a concentrarse. De hecho, este año hay novedades en ese sentido. En Mendoza. Seguramente será tema para otra publicación.
Ahora bien, contra el clima no es mucho lo que se puede hacer. Para mejorar la competitividad y acomodarse mejor en el mercado, en cambio, queda un largo camino por recorrer. Desde lo productivo hasta lo comercial. Esto vale, sobre todo (pero no exclusivamente), para los productores más chicos, que andan «solos por la vida». Hay que integrarse.
Al mismo tiempo, fijarse un Norte. Porque eso de no tener plan… ese «vamos viendo», es de alto riesgo para los negocios. En todo caso, es el modus operandi de cierta política en la Argentina. Pero es insano para el mundo de las inversiones productivas.
Afortunadamente, buena parte del sector sigue empeñado en revisar lo andado para poder avanzar, a partir de una visión estratégica consensuada y trazando hojas de ruta que deberán ser tan diversas como lo demande la particularidad de cada territorio en la vasta geografía vitivinícola argentina.
Los «Día de…», invitan, en general, a la celebración. Pero sirven también para detenernos a pensar sobre el motivo del festejo. Celebrar el Malbec es, ante todo, celebrar el vino. Quizás la mejor manera de hacerlo sea reflexionar, también, sobre los vinos que vendrán; y honrar a sus hacedores y a sus custodios (desde el viñedo hasta la cava); reconocerlos y cuidarlos.
Porque acá, no sobra nadie. Somos muchos quienes celebramos el vino. Cotidianamente. Aún con ese «tercio de copa». De un Malbec de la Primera Zona de Mendoza o del Valle de Uco; o de un Bonarda de las Tierras del Este mendocino; de un Syrah de San Juan; de un Torrontés riojano o de Cafayate. Por qué no, con el «vino de la casa» que salió de las «cinco hileras» que se reservó el contratista al momento de la vendimia. ¡Salud!
BOLSA DE COMERCIO DE MENDOZA CONSUMO DE VINO MALBEC DÍA DEL MALBEC EXPORTACIONES DE VINO MALBEC INSTITUTO NACIONAL DE VITIVINICULTURA OBSERVATORIO VITIVINICOLA ARGENTINO PRODUCCIÓN DE UVAS MALBEC PRODUCCIÓN DE VINO MALBEC UVAS MALBEC VINO MALBEC
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