
VITIVINICULTURA
ESCENARIOS
Confían en una sustancial mejora de precios, pero habrá que ver cómo impacta la inflación. En medio, una previa inusual: cómo se para, frente a la «fiebre desreguladora», una de las actividades sujetas a más regulaciones y controles, y con un INV acéfalo. Entrá, leé, y dejá tu opinión en el espacio destinado a comentarios.
ESPERANZA de una vendimia que deje atrás el mal recuerdo de la última campaña, la peor en -por lo menos- seis décadas. Referentes del sector dejan estimaciones iniciales. La del INV podría llegar en febrero. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.
Iniciada ya la cosecha de uvas de mesa en San Juan y a poco más de treinta días del arranque (con las variedades blancas para vinificar) en Mendoza, y con perspectivas de una cosecha que seguramente va a superar a la paupérrima del 2023, comienza la danza de números sobre el volumen que pueden llegar a entregar los viñedos argentinos y -aunque más tímidamente- los precios que cabe esperar para las uvas del año.
Esto último parece bastante más incierto en realidad, por lo que, sería prudente centrar preferentemente los párrafos que siguen en algunas proyecciones de lo que podría dejar la cosecha 2024. Es lo posible -o lo menos temerario- porque lo que se ve en el campo es lo que habrá… con suerte, y clima mediante. No más que eso.
Para colmo, esta previa vendimial se da en un escenario de «incertidumbre, expectativas y desafíos«, como señalaba uno de los referentes que consultamos por estas horas. Por varias razones.
Por ejemplo, podríamos decir que en un año (2023) que registró la cosecha más baja en seis décadas, por lo menos, sobró mosto y no faltó vino («sic» de otro de los entrevistados), porque cayeron el consumo interno y las exportaciones.
Que probablemente la demanda nacional no se recupere si, como se presume, el poder de compra sigue perdiendo frente a la inflación y, por el otro lado, las ventas externas, en principio alentadas por un oxigenado tipo de cambio, no llegaran a repuntar… si es que la imposición de derechos de exportación y los -esperables- mayores costos por inflación, terminaran mellando esa mejora cambiaria.
Hablando de mercado cambiario, de paso, difícil tarea la de los gerentes de Finanzas de empresas que tienen negocios fuera del país. La industria vitivinícola (que es el caso que nos ocupa) viene de un dólar importador más bajo que el exportador y sin retenciones; y pasa a una relación cambiaria inversa -aunque con una brecha menor- pero gravada derechos de exportación. En fin…
ESCENARIO. La previa vendimial está signada por incertidumbre, expectativas y desafíos. Viene -al parecer- una buena cosecha, con un mercado interno en retroceso y caída en las exportaciones. Junto con el ello, soplan vientos desreguladores que, quién sabe si llegarán a las provincias cordilleranas… y en particular a la vitivinicultura.
Seamos libres. Digamos. O sea… El Zonda, que hizo lo suyo en los viñedos -como veremos enseguida- parece haber tenido una variante desreguladora. El ventarrón «libertario» ha dejado a todos con el…cerebro lleno de preguntas.
La primera que surge es cómo sigue ahora esta actividad, que es de las más reguladas y controladas de la economía argentina. Dicho sea de paso, hasta este viernes por la noche, al menos (y aunque el nombre sonó a retorno desde el comienzo de la gestión del nuevo Gobierno) no había sido designado el máximo responsable del Instituto Nacional de Vitivinicultura.
Además, y en ese mismo plano, hay quienes se plantean en qué medida llegarán -si llegan- estos nuevos aires hasta la región de Cuyo, donde hay -al menos- dos instrumentos de intervención en el mercado.
Uno, el «Acuerdo Mendoza-San Juan» (con apoyo de buena parte del sector, aunque no unánime) que obliga a derivar un porcentaje de la producción de uvas de cada año a otros destinos distintos de la elaboración de vinos.
El otro, es el Banco de Vinos de Mendoza, un instituto por el que el Estado provincial sale a comprar uvas, cuando lo estima conveniente, para tonificar el mercado en el inicio de la vendimia, al menos en esos años en que las bodegas se muestran remolonas al momento de empezar a negociar el valor de la materia prima.
Mientras baja la polvareda que deja este terremoto de megadecretos y megaproyectos de ley para poder ver el panorama con algo más de nitidez, será mejor centrarse en las cosas que parecen estar más claras. Cómo ha venido el ciclo agrícola 2023/2024, y qué cabe esperar para esta vendimia.
El ingeniero agrónomo Fabián Ruggeri, presidente del Consejo de Administración de la Cooperativa Frutihortícola Colonia California Ltda., señaló que «la brotación arrancó… y siguió muy bien; veíamos muy buena cantidad de uva por lo que se vislumbraba una cosecha muy importante, pero tuvimos algunos fenómenos que cambiaron el panorama» .
En diálogo con Campo Andino, Ruggeri -quien, además, preside la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (ACOVI), la entidad gremial-empresaria que representa al cooperativismo vitivinícola de Mendoza- recordó que primero, fue «una helada, el 31 de octubre, que no afectó tanto como la del año pasado, pero hizo algo de daño».
Después «tuvimos mucho viento Zonda, pero uno en particular -cuando estaba empezando la floración- que estuvo más de 24 horas soplando, con ráfagas muy fuertes».
Esto «ocasionó daño directo -como quemaduras de granos y racimos– e indirectos que, sumados a los de aquella helada, provocó un corrimiento muy importante«, por lo que quedó en evidencia que «faltaban granos dentro del racimo».
Este fenómeno, según Ruggeri, está bastante generalizado en el oasis Este y en la Zona Norte, pero también se dio en el Valle de Uco y en el Oasis Sur.
Además, ese brote, que venía creciendo muy bien hasta principios de noviembre, frenó su desarrollo debido a «los fuertes calores que siguieron a los episodios de viento Zonda».
De manera que, los dos factores que determinan el volumen de producción: número de granos por racimo y tamaño de bayas, este año están por debajo de lo que se insinuaba hacia fines de octubre, según Fabián Ruggeri.
FABIÁN RUGGERI. El presidente de ACOVI, con los datos «en la mano» estima que esta vendimia puede dejar alrededor de 19 millones de quintales de uva en todo el país.
Con este escenario, Ruggeri comparte una estimación de la producción que pueden entregar los viñedos en la próxima cosecha. La referencia surge del seguimiento que hace al menos una treintena de ingenieros agrónomos en los cuatro oasis productivos de la provincia de Mendoza, que concentra alrededor del 80% de la producción nacional.
Son los profesionales que asesoran a otras tantas cooperativas (entre ellas «la Colonia California»), que están nucleadas en la Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Fecovita) la entidad de segundo grado a través de las cual comercializan los vinos que producen.
Esa presencia territorial e Mendoza, más la consulta a referentes del sector en otras provincias productoras, les permitió proyectar (como hacen cada año entre el 15 y el 20 de diciembre) «una cosecha global de unos 19 millones de quintales» dijo Ruggeri a Campo Andino, refiriéndose a la producción nacional de uvas del ciclo vitícola 2023/2024.
Aclaró que «son datos que hay que terminar de ajustar, porque todavía estamos en plena temporada de granizo, aunque estadísticamente (ese fenómeno) no se lleva más del 8% de la producción global de Mendoza».
Por otra parte, los cultivos «están en muy buenas condiciones sanitarias» . Precisó que «no hay mayores problemas por ataques de peronóspora ni de oídio».
Admitió sí, la posibilidad que un eventual exceso de humedad pudiera ocasionar daños porque «hay pronóstico de mayor frecuencia de lluvias para el momento de la cosecha, con lo cual la botritis es otro de los factores a tener en cuenta… si es que aparece».
«Pero hay que esperar un poco más». Porque recordó que «nuestro segundo pronóstico va a estar a principios de febrero; será mucho más ajustado, pero creemos que va a estar cercano a ese valor de 19 millones de quintales», subrayó Ruggeri.
Desde el Oasis Sur de Mendoza llegan percepciones similares respecto al volumen de uvas que puede dejar la cosecha 2024. Es lo que comenta Hugo Tornaghi, titular del tradicional establecimiento vitivinícola familiar de San Rafael.
El empresario, que preside la Cámara de Comercio, Industria y Agropecuaria del Departamento sureño, admitió que «pocos se animan a pronosticarlo, pero se habla de un 20% a un 30% más de producción».
En diálogo con Campo Andino, Tornaghi es optimista en cuanto a la calidad de los vinos que saldrán de esta vendimia, y celebró que «podamos recuperar producción después de la última cosecha, que fue la peor de la historia».
Destacó asimismo que «el año viene bien de agua por las nevadas importantes que hubo en la Cordillera», lo que se ha visto reflejado «también en el Sur, tanto en la cuenca del río Atuel como en la del Diamante» .
Lo cierto es que «si bien todavía durante enero y febrero vamos a estar expuestos al granizo, los que se animan con un pronóstico hoy están hablado de unos 19 millones de quintales, mínimo», puntualizó.
Tornaghi considera que, con esos números, «estaríamos en una temporada normal para los volúmenes actuales de consumo doméstico y del mercado de exportación». Recuerda, de paso, que «hace unos años, una cosecha normal era de 25 millones de quintales».
HUGO TORNAGHI. El bodeguero sureño, presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Agropecuaria de San Rafael, advierte que, si la inflación no cede y el tipo de cambio comenzara a retrasarse, el 8% de derecho de exportación puede llegar a marcar la diferencia.
El empresario sureño se esperanza en que la mejora cambiaria dada por un dólar exportador más alto pueda mejorar la ecuación de los negocios con el exterior. Recordó que, en el segmento de los fraccionados, Argentina «supo ganar mercado con un producto muy noble, con buena relación precio-calidad».
Pero «un valor de USD 2 puesto en bodega… esos vinos que llegan a 9 ó 10 dólares en góndola a EE. UU -que es el grueso de las exportaciones argentinas de vino fraccionado- había quedado muy desfasado» considerando la paridad cambiaria vigente hasta la última devaluación.
Pero admite que, si la inflación no cede y el tipo de cambio comenzara a retrasarse, el 8% de derecho de exportación con el que el Ejecutivo Nacional se propone gravar a las exportaciones de productos vitivinícolas, puede llegar a marcar la diferencia.
«En un producto con valor agregado como son los vinos fraccionados, con mucha mano de obra, mucho desarrollo comercial… las retenciones no deberían existir«, enfatizó Tornaghi.
«A la vendimia 2024 la vemos como un desafío, porque venimos de una cosecha -2023- un 25% menor que la 2022 en todo el país, y con un 33% menos de producción que el promedio de los últimos 10 años», recordó a su turno Mauro Sosa, gerente del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este (Mendoza).
La esperada recuperación «se puede percibir en los viñedos, que vienen evolucionando en ese sentido», apuntó. En diálogo con Campo Andino, el ejecutivo de la entidad con sede en el Departamento San Martín se excusó de ponerle números a esa mejora.
«Es muy difícil cuantificarla» porque «los fenómenos meteorológicos, particularmente las heladas, han impactado de manera heterogénea, a nivel regional y dentro de un mismo distrito».
Sobre el viento Zonda «es para tenerlo presente, porque ha pegado varias veces y eso produce corrimiento y pudo haber influido en el desarrollo también de la brotación» . Mientras que, «hubo algunos episodios aislados -por el momento- de granizo, que aparentemente no han provocado daños de relevancia».
En cualquier caso, y aunque no desestima la posibilidad que la producción del año fluctúe en torno a los 19 millones de quintales, insiste en que prefiere no arriesgar una cifra. «Nosotros por el momento no hemos hecho un relevamiento, porque nos pareció muy prematuro«, puntualizó Mauro Sosa.
Sí hace foco en el desempeño negativo de las ventas, tanto dentro como fuera del país. De manera que hay un doble desafío: recuperar la producción y revertir la tendencia de los negocios.
Recordó que, en los primeros once meses del 2023, las ventas de vino en el mercado interno registraron una caída de 11% y las exportaciones retrocedieron 27% frente a enero-noviembre de 2022, mientras que las colocaciones de mostos arrojaron 33% de diferencia negativa en el mismo período.
Indicó que «son temas que tenemos que trabajar en paralelo, y hay algunas cosas que dependen de la actividad y otras no, como cuestiones vinculadas con las variables macroeconómicas» que impactan en el poder adquisitivo de los consumidores en el mercado interno, pero también en las condiciones de competitividad para exportar.
Aclaró que «no se trata solamente de resolver el problema de la brecha cambiaria, tiene que ver también con los impuestos, porque los derechos de importación que se restituyen después de tantos años de pelear por la exención, hoy los llevan de 0% al 8%». Indicó que «eso, para la Nación, puede significar… 70 millones de dólares al año, y para el sector quizá es la diferencia del negocio, porque la rentabilidad es muy justa».
Además, «competitividad es, también, que el dólar para la importación de insumos secos esté en equilibrio con la paridad de exportación; o que en los mercados de destino tengamos aranceles similares a los que pagan nuestros competidores».
MAURO SOSA, gerente del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este (Mendoza), prefiere -por ahora- no ponerle números a la vendimia 2024. Por el momento «no hemos hecho un relevamiento, porque nos pareció muy prematuro» dijo a Campo Andino. Por otra parte, apuntó a la necesidad de resolver factores que siguen mellando la competitividad externa.
Por otra parte, a partir de la iniciativa del Poder Ejecutivo Nacional a favor de la desregulación económica, sugiere volver la mirada hacia el Acuerdo Mendoza-San Juan que obliga a destinar parte de la producción anual de uvas a usos no vínicos.
Sosa considera que es un instrumento «perimido, que no tiene ningún sentido» . Señala que, «en los hechos, San Juan ya destina a mosto más del 50% de su producción».
En el caso de Mendoza, en tanto, considera conveniente «que los fabricantes de mostos salgan al mercado a buscar esa uva» y consecuentemente, tengan que «competir por la materia prima ofreciendo mejores precios».
«Es un tema sensible, central, que esperemos poder conversar con las nuevas autoridades provinciales (de Mendoza), para saber qué están pensando sobre este tema…en relación con la línea de propuestas del Gobierno nacional», subrayó el gerente del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este.
Juan Abdala, productor de uvas orgánicas en Medrano, Departamento Rivadavia (Mendoza), coincidió en que «la producción que viene es buena, en cantidad y en calidad» . En diálogo con Campo Andino, reconoció que «la helada hizo algún daño, también el viento Zonda… y muy poco todavía la piedra».
«En Mendoza, no creo que vayamos a pasar de los 15 millones de quintales«, dijo Juan Abdala, y advirtió sobre las razones de una -para él- previsible dificultad para recuperar sostenidamente la producción en la provincia que más volumen suma a la cadena.
Señala que la producción mendocina de uvas viene menguada, por un lado, por «el descuido de los cultivos por el fuerte incremento de costos de los insumos». Señaló, en ese sentido, que «estamos empezando a curar las viñas contra oídio y peronóspora; seguro que vamos a tener una aplicación más… y si el verano viene lluvioso vamos a tener que hacer una tercera».
Además, está convencido de que «no todos los productores han fertilizado ni van a poder curar como tendrían que haberlo hecho, porque -los que han podido guardar vino para ir vendiendo- no alcanzan a compensar los costos».
Es que «el precio del vino en el mercado de traslado no está acompañando el proceso inflacionario porque -además- debido a la baja del consumo en el mercado interno, no hay tanta demanda», dijo Abdala.
JUAN ABDALA, viñatero del Rivadavia (Mendoza), está preocupado por la implementación de la segunda etapa del Programa de Apoyo para Pequeños Productores Vitivinícolas de Argentina (PROVIAR II). Sobre todo, considerando que el INV, responsable de administrar los recursos financieros, sigue en situación de acefalía.
Por otra parte, «siguen rompiendo viñedos para hacer barrios en algunas zonas, y para hacer chacra en otras; y las plantaciones nuevas que hay -sobre todo en el Valle de Uco, arriba, no alcanzan a compensar la pérdida de producción de lo descuidado, lo abandonado o lo erradicado para destinar a otros usos, ya sea residencial o productivo».
Sobre esto último reflexionó que cada viñedo erradicado para hacer algún cultivo hortícola, «son 10 ha, 20 ha que limpian de un saque, porque la chacra está dejando mucha plata… aparte pueden llegar a tener tres cosechas al año».
Asegura que ha visto ese cambio de destino durante este mismo año, al menos en la Zona Este de Mendoza, lo cual implica que «muchas hectáreas han salido de la producción de uva y eso se va a ver reflejado, ya, en esta vendimia».
Finalmente, el que reconvierte dentro de la producción vitícola, pasa a uvas de mejor calidad enológica, que no tienen el mismo volumen de producción que las que estaban plantadas. «Esto -sintetizó- significa que Mendoza va a tener un techo de producción -en cuanto a volumen- sin contar la incidencia de fenómenos climáticos».
En otro orden, el viticultor del este mendocino afirma que «el año pinta muy bien para las uvas blancas» . Según él, en los mentideros de pueblo «dicen que las que más van a valer son la Chardonnay y la Sauvignon Blanc».
Es que «hay una tendencia a consumir más blanco (en el mercado interno y en el exterior, como en Estados Unidos) … y no tenemos tanta como la que podrían llegar a demandar las bodegas». Por eso especulan con que «podría llegar a triplicarse -o más- el precio que se pagó por la Chardonnay el año pasado» comentó.
En otro orden, Juan José Abdala está preocupado por «un par de cuestiones institucionales» del sector. Por un lado, que «después de 20 días de iniciada la nueva gestión de Gobierno, todavía no hayan nombrado al presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura, lo que quiere decir que el INV está acéfalo» .
Junto con ello -y esto es «preocupante para el pequeño productor»- la necesidad de saber «cómo sigue el PROVIAR II» dice Abdala, refiriéndose a la segunda etapa del Programa de Apoyo para Pequeños Productores Vitivinícolas de Argentina.
Ese Programa tiene asignado un fondo de USD 50 millones, 40 de ellos aportados por el BID y los 10 restantes por el Gobierno nacional y los beneficiarios, como contraparte local, con destino a la mejora competitiva de pymes vitícolas e industriales y desarrollo de emprendimientos liderados por mujeres y jóvenes, en 18 provincias argentinas.
La iniciativa es impulsada por la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR) junto con el INTA y el propio INV, pero es el organismo hoy acéfalo, como dijo Abdala, el que tiene la responsabilidad de manejar los recursos financieros. «Como no hay quien firme -porque no hay presidente- el PROVIAR está frenado», señaló el productor del Este mendocino.
ATENCIÓN, porque -según Abdala- el año «pinta muy bien para las uvas blancas». Dice haber escuchado que algunas variedades podrían llegar a triplicar, o más, los precios de la vendimia pasada.
El ingeniero agrónomo José «Catuco» Molina, productor vitícola de Pocito, San Juan, dijo a Campo Andino que en su provincia los viñedos «vienen bien, mejor que el año pasado» . De todos modos, ve complicado arriesgar cuánto podrán llegar a cosechar.
Es que «acá inciden mucho los viñedos nuevos de uva con destino a pasa, que están mejor regados que los viñedos viejos» … pero -si bien no da un número absoluto- dice que «con seguridad vamos a tener un 20% más que el año pasado, tranquilamente» de uva para todos los destinos: vino, mosto, fresco y pasas.
Si esto fuera sí, cabría inferir que los viñedos sanjuaninos podrían llegar a cosecha con alrededor de 5,5 millones de quintales, siempre por debajo de los «6,5 a 7 millones que cosechamos normalmente», según los datos que recuerda el productor pocitano.
Es que «mucha gente quedó castigada, en parte por la falta de agua». Como «este año nevó más, se ha regado mejor -sobre todo los que tienen pozo- pero, aun así, acá hace 180 días que no llueve… y eso se nota», lamentó.
Molina, que preside la Cámara de Productores Vitícolas de San Juan, señaló que «ya empezó la cosecha de uva de mesa, que el año pasado casi no hubo, con una producción relativamente normal… en los parrales que quedaron en pie».
Es que «en los últimos años, la uva para consumo en fresco sufrió un quebranto muy fuerte -al punto que desaparecieron todas las exportadoras importantes- debido a los problemas macroeconómicos, el dólar bajo, falta de mano de obra y de una política fitosanitaria adecuada».
Los precios «son muy superiores a los del año pasado, con un mínimo de $ 500 y un máximo de $ 700… pero es la uva que, en góndola, en Buenos Aires, está a $ 6.000 el kilo».
Esa uva va a mercado interno para consumo en fresco, y lo que queda sin colocar -de las variedades sin semilla- va a ser derivada pasa, cuyo mayor volumen (90% aproximadamente) tendrá destino de exportación. Son 30.000 a 35.000 toneladas que salen al exterior todos los años, de la mano -mayoritariamente- de pymes sanjuaninas.
José Molina -que, dicho sea de paso, integra el Directorio de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR)- no le esquivó al tema del Acuerdo Mendoza-San Juan, pero antes dejó algunas definiciones que, en realidad, está en el fondo de la cuestión.
«Soy un convencido de que la sostenibilidad va a estar basada en la diversificación de los destinos de las uvas», sentenció. «Tenemos que insistir con la Ley de edulcoración de las bebidas analcohólicas con mosto de uva; con la exportación de vinos fraccionados y a granel; de mosto y de pasas de uva (la de mesa va a ser muy difícil que vuelva, pero al menos cuidar su mercado interno)» … Pero también «en la diversificación con el enoturismo» .
«En cuanto a la desregulación, tenemos que seguir conversando… porque no sé de qué desregulación estamos hablando, si nos han metido el 8% de derechos de exportación».
Sobre la continuidad del Acuerdo San Juan-Mendoza, «definitivamente sí, creo que tiene que seguir» aseveró «Catuco» Molina; «y en la medida que se concentre más el mercado interno, con más razón».
Recordó que «permitió desarrollar una industria (refiriéndose a la del mosto concentrado) y generó equilibrios». Cerró con que «en ningún lugar del mundo es una industria que esté demasiado desregulada».
Para concluir, confirmó que el martes próximo, una delegación de la COVIAR junto con los ministros de Producción de San Juan y de Mendoza (Gustavo Fernández y Rodolfo Vargas Arizu) se reunirán en Buenos Aires con Fernando Vilella, secretario (así designado) secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, hasta que sea aprobado el nuevo organigrama del Gobierno nacional y esa cartera tome el nombre de Bioeconomía.
Adelantó que expondrán el Plan Estratégico Vitivinícola al 2030, y que plantearán el tema de los derechos de exportación, régimen tributario en general, y cuadros tarifarios de energía eléctrica y combustibles.
Sobre este último punto (además del uso agrícola de los carburantes) advirtió sobre el fuerte incremento que sufrió el costo del transporte. «Estamos lejos de los mercados; hoy mandar un camión con uva a Buenos Aires sale arriba del millón y medio de pesos».
Por otra parte, y aunque Molina no lo mencionó expresamente, seguramente querrán asegurarse la fluidez de recursos para mantener operativo el PROVIAR II de asistencia a pequeños establecimientos vitivinícolas en todas las provincias productoras.
ACOVI ACUERDO MENDOZA-SAN JUAN CÁMARA DE COMERCIO DE SAN RAFAEL CÁMARA DE PRODUCTORES VITÍCOLAS DE SAN JUAN CENTRO DE VIÑATEROS Y BODEGUEROS DEL ESTE COVIAR DESREGULACIÓN ECONÓMICA FABIÁN RUGGERI HUGO TORNAGHI INSTITUTO NACIONAL DE VITIVINICULTURA JOSÉ "CATUCO" MOLINA JUAN JOSÉ ABDALA MAURO SOSA PEVI 2030 PRODUCCIÓN DE UVAS 2024 PROVIAR II VENDIMIA 2024 EN ARGENTINA
25
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JUEVES 25 DE SEPTIEMBRE
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