VITIVINICULTURA

MERCADOS

Mendoza y San Juan acordaron derivar 12% de las uvas a usos no vínicos

10 de marzo de 2023

Otro clásico de Vendimia, que no alcanza a disimular históricas limitaciones del sector privado y la política para ahuyentar el fantasma de los excedentes.

AGENDA. Hay algunos temas que todos (en el sector público y en el sector privado) deben priorizar en una agenda de trabajo conjunto, porque hacen a la sostenibilidad del negocio a futuro y no reconocen límites políticos ni partidarios. FOTO/Revista Campo Andino & Agroindustria.


Luego de algunas ruedas de negociaciones entre representantes de ambos gobiernos provinciales y de encuentros con referentes de la industria vitivinícola, Mendoza y San Juan «acordaron destinar 12% de la producción de uvas de esta campaña a mosto y a otros subproductos, como exportaciones a futuro«, según un reporte de Prensa del Gobierno mendocino.

El Acuerdo interprovincial fue instituido a mediados de los ’90 para establecer, cada año, qué parte de las uvas producidas en esas dos provincias debe ser destinada a procesos que deriven en la obtención de otros productos que no sean vino. Por ejemplo, jugo de uva concentrado, pasas, etc., a lo que se sumarían posteriormente destilados y exportaciones a futuro.

La medida, en sus orígenes, fue fundamentada en la necesidad de equilibrar la oferta y la demanda de vino en el mercado interno y mantener cierto volumen -relativamente acotado- en stock, para evitar bruscas fluctuaciones en los precios, sobre todo los que recibe el productor primario.

EL TEMOR A LOS EXCEDENTES

Este recurso -aplicable de común acuerdo entre las dos provincias que producen el mayor volumen de uvas en Argentina- contribuye con el equilibrio buscado, sobre todo en años con cosechas abundantes.

Así, el hecho de diversificar obligatoriamente un determinado porcentaje de la materia prima, debería evitar que haya un excedente de vino pesando en el mercado y empujando los precios a la baja.

Ese (presunto) excedente, surge -para simplificarlo- de comparar el consumo anual esperable en el mercado interno y las exportaciones (de vinos y de mosto), con las existencias de ambos productos más el volumen de uvas que deja la cosecha del año.

UN AÑO DE ESCASEZ

Este año parecían estar dadas las condiciones para suponer que no sería necesario obligar a destinar parte de la uva a otro destino que no fuera vino. Porque, si bien el mercado interno está en retracción, por el deterioro del poder adquisitivo de los consumidores (sobre todo en el segmento de vinos básicos) y la falta de competitividad cambiaria limita las exportaciones, la oferta de materia prima se ve notablemente menguada por la incidencia de heladas tardías y granizo y la escasez de agua en algunas zonas productivas.

Mendoza tendrá este año mucha menos uva que el anterior. Por eso desde el Gobierno provincial se planteaba que el porcentaje a diversificar debía ser de 0% (no fijar un porcentaje, activaría la cláusula del Acuerdo según la cual queda automáticamente establecido un porcentaje del 20%).

Es que los funcionarios del Ministerio provincial de Economía querían dejarle mayor margen a los productores mendocinos para que defendieran mejor el precio de su materia prima a partir de la esperable puja entre la industria del vino y la del mosto, por un relativamente escaso volumen de uvas.

En este punto, un paréntesis para señalar que, como esa disputa no ocurría (al menos no se reflejaba en precios que le cerraran al sector primario), el Gobierno de Mendoza salió, a través del Banco de Vinos de la Provincia, con un operativo de compra de uvas para mosto, con el propósito de sacudir la modorra del mercado.

En San Juan el panorama es distinto. Si bien su vitivinicultura está probablemente más diversificada (lo que haría presumir cierto equilibrio más estable en el mercado), este año sus viñedos perdieron un porcentaje mucho menor que los mendocinos.

Probablemente no tan poco como para que justificara fijar un alto porcentaje de diversificación. Pero sí algo, como para tranquilizar a la industria del mosto (que tiene una participación relativa relevante en la economía vitivinícola sanjuanina), y evitarles el mal rato (o al menos, atenuarlo) de tener que salir a disputar las uvas con el sector elaborador de vinos. Una puja que gana -por supuesto- el que paga mejor.

QUE SIGA EL DIÁLOGO, PORQUE…

Lo cierto es que primó -como corresponde- el criterio de buena vecindad, y los representantes de ambos gobiernos (previas negociaciones con referentes de distintas entidades vitivinícolas de sus respectivas provincias) coincidieron en que, entre 0% y 20%, un 12% no está mal para unos ni para otros.

La buena voluntad para alcanzar acuerdos es un atributo a valorar. Sobre todo, entre dos provincias con gobiernos de signo partidarios en puja, y en un año electoral, lo que suele mellar la capacidad de diálogo.

Un diálogo que, dicho sea de paso, deberán mantener… pero también profundizar y potenciar, no sólo para coincidir en un numerito para el Acuerdo. Que es necesario, porque no hay más allá si no se resuelve la coyuntura. Pero no suficiente.

Es que hay, por lo menos, tres o cuatro temas que todos (en el sector público y en el sector privado) deben apuntar -y priorizarlos- en una agenda de trabajo conjunto, porque hacen a la sostenibilidad del negocio a futuro, y no reconocen límites políticos.

Uno es el cambio climático y su impacto en la producción. Otro, derivado de éste, pero con perfiles propios para la Región, la escasez del recurso hídrico y la necesidad de diseñar sistemas productivos eficientes y sostenibles.

Por otra parte, ponerse de cabeza a resolver los fenomenales desajustes estructurales de la macroeconomía argentina -que hace agua en lo fiscal, en lo monetario y en lo cambiario- y avanzar en una estrategia de apertura al mundo. Abrir mercados será tan importante como recuperar la capacidad de compra del consumo interno.

SEPARAR LOS NEGOCIOS

Finalmente -para hacer breve una lista que podría extenderse- un tema que realmente pondría a prueba la capacidad de todos los involucrados para enfriar la cabeza, ponerle objetividad y datos duros al análisis… y animarse a romper el molde y echarse a andar, sin apartarse de la huella.

Es, ni más ni menos, que separar el negocio del vino del negocio del azúcar (para hacerlo simple). Cada uno tiene que decidir en cuál de los dos estará. En el del vino, o en el del mosto. O, si va por ambos, tener claro -y actuar en consecuencia- que debería diseñar unidades de negocio distintas.  

Suponemos que debe ser difícil resistirse a la tentación de caminar con un pie de cada lado de la línea porque, al fin y al cabo, la materia prima (en sentido genérico) es la misma.

Pero, si persisten desajustes en la actividad (una de las más controladas técnicamente y fiscalizadas de la economía argentina), en buena medida se debe no sólo a los numerosos factores externos que la condicionan, como a cualquier otra, sino a que hay una zona fronteriza entre un negocio y otro, que (salvo excepciones, que cuentan poco en el balance global) parece más permeable de lo que debería.

UN NEGOCIO DE VOLUMEN

Separados los tantos, hay que ponerse a producir más, sin miedo al fantasma de los excedentes. Hay modelos tecnológicos aptos para lograr muy altos rendimientos que podrían duplicar -o más- el volumen de uvas disponible, hoy, para la industria del mosto. Por supuesto, esas uvas ni cerca deberían pasar de las que se estén moliendo para hacer vino.

Claro que el equilibrio y la previsibilidad de la macro, y una agresiva política de acuerdos comerciales serían condiciones con mayor razón exigibles. Para cualquier negocio, en realidad; pero particularmente para un commodity.

Si el sector y la política no encaran -y resuelven- estos asuntos, la pobre Virgen de la Carrodilla (Patrona de los Viñedos), seguirá de orejas calientes, por los rezos de unos y otros, que probablemente no siempre le estén pidiendo lo mismo.

También El Acuerdo ha pasado a ser parte del folklore de Vendimia. Tal vez llegó el momento de aplicar otras categorías para interpretar y abordar la resolución de los problemas de la vitivinicultura… de Mendoza. Que no necesariamente son los de las demás provincias; y si repercuten en la vitivinicultura argentina, es por el peso relativo (dos tercios del total +/-) que tiene la producción de uvas de la provincia cuyana.

Con una cosecha normal (aunque ya no sabemos bien qué podría considerarse como tal) y, más aún, con una vendimia relativamente abundante, alguien –quizás- podría suponer que están sobrando uvas. Ojo, porque de ahí, a pensar que están sobrando productores… la distancia podría resultar peligrosamente corta.

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