VITIVINICULTURA

POLÍTICAS

Nación deriva USD 40 M para Proviar II, y promete $ 900 M para plan Lobesia

7 de marzo de 2022

Lo confirmó en Mendoza el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, quien descartó cambios en retenciones a las exportaciones vitivinícolas.


El ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Julián Domínguez, anunció la inminente puesta en marcha de la segunda etapa del Programa de Apoyo a Pequeños Productores Vitivinícolas (PROVIAR II) financiada con un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por 40 millones de dólares; y prometió un aporte de la Nación por 900 millones de pesos para afrontar la lucha contra la “Polilla del racimo de la vid” en Mendoza y San Juan.

Domínguez había participado del anuncio sobre el financiamiento del PROVIAR II el viernes pasado, en Maipú, en un acto que protagonizó junto con el Presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura, Martín Hinojosa, y su homólogo de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), el empresario vitivinícola José Zuccardi.

Esos anuncios, junto con el compromiso asumido ante la Federación de Cooperativas Vitivinícolas (Fecovita) de financiar la integración de pequeños viñateros independientes, constituyeron lo esencial que dejó -como adelantos positivos concretos para el sector- el paso del funcionario por Mendoza, durante las celebraciones vendimiales.

Estos temas -entre otros- estuvieron en el discurso que, al día siguiente, ofreció el ministro en el hotel Hyatt de la Ciudad de Mendoza durante el Desayuno organizado por la COVIAR, un escenario de particular relevancia política en el marco de las actividades que giran en torno a la Fiesta Nacional de la Vendimia, cuyo Acto Central tuvo lugar al día siguiente -este último sábado, pero por la noche- en la Capital provincial.

RETENCIONES, SIN VARIANTES

Domínguez descartó, en cambio, que pueda haber modificaciones en el esquema de retenciones a las exportaciones vitivinícolas. Más aún, en su discurso valoró que “el Estado (nacional) dio un reintegro del 7%”, lo cual arroja -según sus cálculos- “un saldo positivo”.

Recordó que, además, “se bajaron a cero los derechos de exportación a quien exporte hasta 500.000 dólares y el 50% a quien exporte hasta 1.000.000, con lo cual tenemos al 80% de los exportadores con beneficios”. De todos modos, “a uno de gustaría decir que sí a todo, pero todos sabemos que la frazada es corta”, dijo Domínguez.

El argumento del “saldo positivo” sería refutado -o relativizado- horas más tarde, pasado el mediodía, por el ministro de Economía de Mendoza, Enrique Vaquié, en otro de los encuentros sectoriales (el Agasajo de la Vendimia, organizado por Bodegas de Argentina, una de las entidades gremial-empresarias del sector, que tiene diferencias con la COVIAR).

PARA SER COMPETITIVOS

Antes que Domínguez había hablado José Alberto Zuccardi, presidente de la COVIAR. En la apertura del encuentro, y luego de repasar la gestión de la entidad en el último año y puntualizar algunos de los objetivos del Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI) con proyección al 2030, el empresario vitivinícola subrayó la necesidad de mejorar la competitividad del sector en los mercados del exterior.

Por un lado, haciendo extensiva en forma urgente la eliminación de retenciones a las exportaciones de toda la cadena (algo que, como seguramente ya sabía, deberá esperar para tiempos de “frazada más larga”).

Junto con ello, Zuccardi pidió contar con “un tipo de cambio para los exportadores, que acompañe a los vaivenes macroeconómicos del peso”. Además, “concretar acuerdos comerciales que nos permitan igualar condiciones de acceso a los mercados internacionales”, frente a competidores de otros países.

Para justificar la demanda de esas medidas explicó, por ejemplo, que alrededor del 50% de las uvas que produce Argentina en varias provincias tienen por destino los mercados internacionales, ya sea transformadas en vino o jugo concentrado; para consumo en fresco o como pasas, y que, “como economía regional, generamos trabajo y valor agregado, tenemos distribución territorial, somos marca-país”, por lo que “debemos tener un trato diferencial en materia de derechos de exportación”.

INFRAESTRUCTURA HÍDRICA

En otro orden, el presidente de la COVIAR reclamó la inmediata implementación de “planes -nacional y provinciales- de obras de infraestructura hídrica, para mejorar la eficiencia de riego y aprovechar las inversiones que hace el sector privado” tranqueras adentro.

Advirtió que el principal problema de la vitivinicultura es la escasez de agua, principalmente en las dos provincias con mayor extensión cultivada con vid, Mendoza y San Juan; y subrayó que “no hay inversión pública más urgente y prioritaria en nuestra región, que (la que apunte a) la optimización del uso del agua”.

LO PRODUCTIVO Y LO SOCIAL

Por otra parte, el empresario valoró “la integración y los procesos asociativos que mejoren el poder de negociación de los productores, su representatividad, su presencia en espacios de participación, y el acceso a la innovación”; al tiempo que instó a “sostener y desarrollar, en conjunto, herramientas financieras que promuevan la inversión productiva en los distintos eslabones de la cadena”.

Enfatizó, asimismo, que “sostener el equilibrio logrado entre producción y consumo, es la base fundamental para la rentabilidad y una adecuada distribución del ingreso dentro de la cadena”. Esto implica, según entiende, “mantener vigentes las herramientas existentes, tales como el acuerdo interprovincial de diversificación” entre Mendoza-San Juan (algo que cuestionan abiertamente algunas entidades del sector), “y las políticas llevadas adelante por los gobiernos provinciales”.

En otro plano, Zuccardi consideró “fundamental mejorar la conectividad de las zonas rurales, como forma de inclusión y arraigo de la población”, y prioritario, también, “implementar planes de vivienda para los trabajadores del campo, mejorar la oferta educativa y la seguridad en las zonas rurales, para avanzar hacia un desarrollo equitativo”.

UN DESAYUNO “ZEN”

Vivir la vida tal y como acontece en el momento presente. Así, imbuido de esa filosofía, pareció transcurrir el Desayuno de la COVIAR. Por la presencialidad recuperada después de tanto encierro, o porque la Vendimia nos pone buenos, o por lo que haya sido. Al fin y al cabo, “La liturgia del vino tiene lo sagrado del reencuentro”. Eso dijo el ministro Julián Domínguez; y es sabido que lo sagrado, no se mancha… menos con vino.

Por si no quedaba claro, agregó: “Nos saca de nuestras cosas cotidianas y nos reencuentra con lo que queremos ser”. Refiriéndose a los protagonistas de la actividad, remarcó: “Ustedes tienen la virtud, con esta Fiesta de la Vendimia de hacernos reencontrar con las mejores cosas, que soñamos para nosotros y para el país”. ¿Qué tal?

Quienes lo conocen aseguran que el ministro es un hombre equilibrado, racional, contemporizador… Capaz, inclusive, de corresponder a la mesura de quien lo había precedido en el uso de la palabra. Porque Zuccardi fue (siempre lo es) medido, en lo formal, a la hora de formular planteos sectoriales. De hecho, respetando su estilo, no dejó de hacerlos.

Pero fue demasiado medido, en opinión de algún referente del oficialismo mendocino, quien hubiera preferido mayor contundencia. Sobre todo, haber enfatizado sobre el adverso entorno de negocios generado por el manejo de la política económica nacional.

SEPAREMOS LOS TANTOS…

Quien hizo alusión al tema en su alocución fue el gobernador, Rodolfo Suárez, quien “separó los tantos” cuando puso énfasis en la rigurosa administración de los recursos públicos de Mendoza, que incluyó la baja de impuestos provinciales, una reducción del gasto (en términos reales) de 10,5% en dos años y un achique del 6% en la deuda de la Provincia, sin desfinanciar las políticas provinciales orientadas a promover la inversión privada y el empleo en sectores productivos y de servicios. Como para diferenciarse de la administración nacional.

De todos modos, la intervención de Suárez fue como una pequeña piedra arrojada al estanque. No alcanzó a alterar las aguas. Claro que, tampoco tuvo la intención de hacerlo. Pero quizás sirvió para tomar conciencia de la llamativa armonía discursiva en la que había transcurrido el Desayuno de la COVIAR que, si bien nunca fue escenario de expresiones altisonantes, podría haber quedado expuesto a la onda expansiva de las tensiones políticas e institucionales que flotan en el ambiente nacional y provincial en estos tiempos.

SÍ, ES DE ESTE GOBIERNO

Lo cierto es que hubo un clima de armonía que, dicho sea de paso, fue alimentado por Julián Domínguez. Al punto que más de uno debió haberse preguntado si estaba escuchando a un ministro de este Gobierno nacional, teniendo en consideración la “declaración de principios” que trasuntó su intervención, desde lo gestual y, sobre todo, desde lo verbal.

Porque, por ejemplo, destacó explícitamente el rol de las empresas privadas y “el modelo de gestión desarrollado por la COVIAR, plasmado en el primer Plan Estratégico Vitivinícola”, y soltó frases como: “La agenda de los grandes centros urbanos no es la agenda de los productores, de la industria o del comercio de los pueblos; acá se respira otro clima”, o “La Vendimia nos da un ejemplo de cierre de grieta, independientemente del partido que haya gobernado en la Nación y en la Provincia, anteponiendo los intereses del conjunto”.

Se refería, con esta última frase, a la presencia (juntos y en la misma fila, como es tradicional en este encuentro) de ex gobernadores de distinto signo partidario que, dicho sea de paso, invariablemente colocaron la banda, entregaron el bastón de mando y estrecharon la mano a su sucesor luego de cumplido cada período (de cuatro años, y no renovable de manera consecutiva).

Es probable que esto haya desorientado a quienes no conocían el pensamiento y el estilo de Domínguez. Porque, por lo que sabíamos hasta ahora, al menos un sector del Gobierno nacional mostraba cierta… valoración condicionada de la institucionalidad; una subvaloración de la iniciativa privada en la economía, y del mérito; mientras que la planificación estratégica no estaba entre sus prioridades. Sabíamos, sí, que el criterio prevalente era el de “vamos viendo”.

De manera que, si esa valoración del ministro (que probablemente sea compartida por alguno de sus pares en el gabinete nacional) “prende”, estaríamos hablando en otros términos. Porque planificar, en serio, ordena muchas cosas. Tanto, que hasta nos permite fijar un rumbo. Algo que hoy, no tenemos. Al menos, no lo conocemos. Ni qué hablar si eso ocurriera en un marco de estricto apego a la institucionalidad. En el sentido más amplio, pero también más profundo. De uno y del otro lado de “la grieta”. 

Sobre el Plan que no tenemos (o que no conocemos), está claro que muchas variables no dependen de nosotros, sobre todo en un mundo tan convulsionado. Pero si a eso le sumamos que no sabemos hacia dónde vamos… En cuanto a que no hay grieta, no tenemos buenas noticias, porque…  

EN REALIDAD… HAY GRIETA

Salgamos del hotel Hyatt, de la Ciudad de Mendoza, y vayamos hacia el Sur de la Capital. Allí, el encuentro del mediodía tuvo otro perfil, y otro clima. El Agasajo de la Vendimia se realizó en una bodega propiedad de un empresario cubano-portorriqueño (residente en Estados Unidos), situada en Las Compuertas, departamento Luján de Cuyo.

Esta reunión, en la que también estuvo el ministro Domínguez, es organizada cada año (y en distintos escenarios) por Bodegas de Argentina, entidad que vio la luz alrededor del año 2000, fruto de la fusión de la Asociación Vitivinícola Argentina (que tenía sede en Buenos Aires) con el tradicional Centro de Bodegueros de Mendoza, que -dicho sea de paso- por entonces capitalizaba en exclusiva el espacio “político-vendimial” con el otrora denominado “Almuerzo de las Fuerzas Vivas”, hasta que surgiera la COVIAR con su “Desayuno”.

En realidad, Bodegas de Argentina integró la Corporación Vitivinícola Argentina desde su creación (hacia 2003/2004) pero hace un par de años anunció su ruptura y su salida, en discrepancia -básicamente- con el “Acuerdo Mendoza-San Juan”, que dispone la diversificación forzosa del destino de la uva hacia usos no vínicos (en un porcentaje determinado en relación con el volumen de cada cosecha), penalizando pecuniariamente a quienes no cumplan con el “cupo” establecido.

Pero también “se abrió”, al cuestionar los resultados de la primera etapa del Plan Estratégico que, según la entidad “disidente”, no cumplió sus objetivos. El tema es mucho más complejo. Tiene otros alcances, habría que repasar la evolución de la representación gremial-empresaria del sector vitivinícola, particularmente de Mendoza; la puja de intereses … pero lo expresado alcanza, a los efectos de esta crónica.

Lo cierto es que ahora, en el Agasajo de la Vendimia 2022, la presidente de la entidad anfitriona, Patricia Ortiz (aparte de repasar, también, detalles de su gestión al frente de la institución), volvió sobre este asunto.

Porque, luego de hacer foco en la “mitad vacía” del negocio vitivinícola (que reflejaremos un par de párrafos más abajo), cuestionó “la creciente intervención del Estado en temas privados empresarios” porque “somos las empresas las que conocemos los mercados”.

Le dio fuerza a esa idea diciendo que “antiguas políticas sectoriales, como el Acuerdo Mendoza-San Juan (cuya continuidad había sido defendida por Zuccardi), no fomentaron la reconversión ni la tecnificación de los productores, ni resolvieron los problemas de sobrestock del sector”.

Amplió el alcance de su crítica cuando señaló: “Entonces se generó una nueva entidad: el Banco de Vinos”, en este caso, cuestionando una iniciativa del Gobierno de Mendoza para intervenir en el mercado adquiriendo un volumen y a un precio determinados en cada vendimia, con el propósito de establecer un “piso de referencia” que -se supone- debería asegurar valores relativamente tonificados, a favor de los viñateros con menor poder de negociación con la industria.

En otros tramos de su discurso Ortiz fue más a fondo, al cuestionar el manejo de los recursos de la COVIAR (que se financia básicamente con aportes del sector, establecidos por ley), por entender que “busca duplicar áreas que funcionan”, o que incurre en “desvío de fondos de la promoción del vino argentino”.

Habló de la necesidad de “fortalecer la transparencia y la equidad” y “la representatividad del sector y la legitimidad de sus representantes”; y reclamó “que los recursos que generamos y pagamos se inviertan con el consenso, y que la mirada estratégica se nutra de todos los que componemos esta industria, y sin personalismos”.

Es un tema delicado, por cierto. Cada parte sabrá cuál es el nudo del conflicto y quizás algún día se desenrede la madeja. Nosotros no vemos la punta del hilo, pero está claro que el enredo sigue, que hay grieta… y decimos lo que vemos y escuchamos.

LA “MITAD VACÍA” DE LA COPA

Sobre la marcha del negocio, Patricia Ortiz advirtió sobre la “caída de las ventas que, luego del paréntesis de la pandemia, sigue su curso” y dijo que su origen es “la falta de competitividad, sobre todo de los vinos de segmentos bajos, que son los más consumidos y los que más impactan en los productores”.

En ese sentido apuntó que, en 2021, “el mercado interno cayó 11% respecto del año anterior, retomando la curva decreciente de los últimos años; y si bien la exportación de los vinos fraccionados creció en un 8%, en términos reales estamos por debajo del récord histórico del 2012”.

La dirigente dijo que “nos preocupa perder cuota en el mercado internacional y crecer a la mitad del ritmo de nuestros competidores, cuando tenemos productos de igual o superior calidad”. En ese sentido, detalló que “nuestra participación, que era del 3.6%, cayó el año pasado al 2,7%”, cayendo también en valor”.

Esto es “un claro índice de nuestra pérdida de competitividad”, situación que atribuyó -entre otras razones- al atraso cambiario, las retenciones a las exportaciones, la carga impositiva y la falta de aportes del Estado para promoción en el exterior.

La presidente de Bodegas de Argentina dijo que “lo que aporta el sector en retenciones a las exportaciones equivaldría a un PROVIAR por año, y deberíamos sumar un valor similar en concepto de aranceles para ingresar a mercados externos, por la falta de acuerdos de libre comercio”.

EL AMIGO DE JULIÁN

En el Agasajo de Bodegas de Argentina habló el ministro de Economía de Mendoza, Enrique Vaquié. “Amigo de muchos años” de Julián (Domínguez) según subrayó en la apertura de su discurso el funcionario que asistió en representación del Gobierno de la Provincia.

Claro que, la amistad con el visitante, no lo condicionó al momento de asumir la misión de tomar la posta que le había dejado su gobernador, por la mañana, y salir a “defender los trapos” en la tribuna del mediodía.

Porque, al tiempo que repasó lo hecho por la Provincia, apuntó a debilidades del entorno de negocios, derivadas -por ejemplo- de la variación de precios relativos de la economía; de la presión tributaria nacional (incluido el tratamiento fiscal de las exportaciones); y de la legislación laboral vigente.

El ministro mendocino inició su análisis de la economía provincial y nacional señalando que desde hace diez años el contexto macroeconómico no es bueno para Mendoza ni para Argentina. Advirtió que, sobre todo la imprevisible variabilidad de los precios relativos, ha venido provocando dificultades, “en particular en las provincias que tenemos procesos productivos de plazos más largos”.

Eso condiciona la política económica en general y (en este caso) la vitivinícola en particular. Admitió que “las provincias tenemos pocos instrumentos para hacer política económica, mientras que el Gobierno nacional sí los tiene”. No dijo “…y no los usa”. Pero…

Por eso valoró la decisión del gobernador Suárez de encomendar a su gabinete la creación de instrumentos nuevos -según el ministro, distintos de las herramientas que tradicionalmente aplican las provincias- “para promover lo importante”.

Para él, lo importante es “que las pymes inviertan, que generen empleo en blanco” (que según su criterio es la política social de corto plazo reamente útil) y que haya “programas de capacitación para que el empleo del futuro sea mejor”. Subrayó que “nuestra vocación es inmiscuirnos más en la política económica del territorio, aun cuando no tengamos instrumentos” que podrían facilitar la tarea.

Vaquié detalló, asimismo, la inversión pública de la Provincia dirigida al campo, para financiar protección de cultivos contra plagas agrícolas y fenómenos meteorológicos e instalación de sistemas de riego, y la activación de programas para aumentar el número de pymes exportadoras (que creció poco menos de un tercio en dos años, varias de ellas son bodegas) y abrir nuevos mercados en el exterior.

INVERSIÓN Y NUEVOS EMPLEOS

También se refirió a la promoción de inversiones en el marco del programa Mendoza Activa, por el cual la Provincia subsidia el 40%. Desde agosto de 2020 (cuando fue lanzado) hasta este fin de semana, habían sido presentados 11.000 proyectos en distintas actividades.

Esas iniciativas involucran inversión de los emprendedores por $ 86.000 millones y subsidios del Estado provincial por $ 23.000 millones, según indicó el ministro. Algo más del 10% de esos proyectos (1.121) fueron presentados por bodegas, por un total de $ 9.700 millones, con subsidio provincial por $ 3.130 millones.

El Programa de Empleabilidad, por otra parte, prevé el apoyo a empresas radicadas en Mendoza que contraten trabajadores nuevos (por encima de un determinado plantel mínimo establecido) con un subsidio equivalente a un salario mínimo, vital y móvil, durante un período que va de 7 meses a 12 meses, según las condiciones de incorporación a planta.

El ministro precisó que desde agosto del año pasado -cuando fue activado el Programa- han logrado a ubicar a poco más de 3.100 mendocinos, que están trabajando “en blanco”, en 801 empresas de la provincia. De ese total, hay 92 personas que consiguieron empleo en la industria vitivinícola, repartidas en 17 bodegas.   

Reflexionó entonces que “si una provincia, con algo tan simple como subsidiar una parte del salario por un tiempo corto consigue que, en siete meses, haya más de 3.000 empleos nuevos en blanco, debe llamar la atención a todos los que hacen políticas públicas nacionales, para que haya una reforma laboral que -sin quitarle ningún derecho a los trabajadores- haga que las pymes no paguen impuestos por el empleo y que baje la judicialización, con reglas mucho más claras”. Remarcó que, con medidas muy sencillas, “se podrían generar miles de puestos de trabajo en el país”.

Mencionó, de paso, algunos programas provinciales para vincular la innovación, la ciencia y la técnica con los sectores productivos; y otros que apuntan a la capacitación de jóvenes en tecnología y trabajo en equipo, para incorporarlos al mercado laboral en un par de años.

LOS DERECHOS DE EXPORTACIÓN

Tras reseñar otros aspectos de la gestión económica provincial (como la intervención del Estado para multiplicar por 2,5 -en equivalente dólar- el precio de las uvas para mosto en dos años), Vaquié entró de lleno en el tema de la magnitud de las retenciones a las exportaciones de productos vitivinícolas. No se tomó demasiado tiempo, pero fue particularmente claro como para dimensionar el impacto de ese gravamen en las cuentas de las empresas del sector.

Admitió que hay reintegros. Pero ofreció la media verdad que le faltaba a la afirmación que había hecho el ministro Domínguez, más temprano. Reconoció que las empresas que exportan más de 1 millón de dólares, pagan 4,5%; “pero cuando uno saca la caja, la botella, el corcho, la etiqueta, etc. -explicó- ese porcentaje representa, en promedio, el 22.5% sobre el valor del vino”. De manera que “éste es el porcentaje que paga la industria vitivinícola; los que exportan el vino que elaboran”.

Aclaró, por otra parte, que los reintegros a las exportaciones llegaron porque Argentina no tiene acuerdos de libre comercio con otros países. Indicó, por caso, que para ingresar a Méjico el vino paga 16%. Por eso le pidió al Gobierno nacional (en la persona de Domínguez, en ese momento) que, para trabajar estos temas, incluyan todas estas variables cuando se dispongan a hacer las cuentas.

Recordó, asimismo, que antes de la pandemia había otros sobrecostos, como el del flete Mendoza-Buenos Aires, que multiplicaba por cinco al de Buenos Aires-Nueva York, por ejemplo. Advirtió que el flete interno sigue siendo caro, pero ahora “aumentó también el costo del flete internacional por la pandemia”; de manera que “los costos de exportar crecieron mucho”, subrayó.

Por eso remarcó que “para poder seguir siendo competitivos, es necesario que disminuyan las retenciones”, y agregó: “La industria vitivinícola, aunque es una más que exporta, es un sector que genera marca. Está la carne, el vino… y quizás alguno más”.

Sobre ésto, destacó: “Generar marca trae otras cosas, como turismo, por ejemplo. Mucha gente viene a la Argentina por la carne y por el vino. Entonces, incrementar nuestras exportaciones de vino tiene un efecto directo sobre el sector vitivinícola, pero indirecto sobre muchos otros, y eso también hay que meterlo en la cuenta”.


Estimado lector. Si usted llegó al final de este texto, tan extenso, sépase merecedor de nuestro más sincero reconocimiento. Pero -más importante aún- siéntase fortalecido porque, si logró sortear tamaño desafío, será capaz también de afrontar lo que venga, en tiempos que prometen muchas dificultades para los mortales que habitamos estas latitudes.

La celebración vendimial dejó mucho más de lo que expresamos en estas líneas. Algunas, son parte de la “puesta en escena” (que también tiene su encanto). Otras, son cuestiones muy concretas, que interesan para el devenir de la actividad. De estas últimas nos ocuparemos en próximas publicaciones.

Por lo pronto, y para cerrar (que ya era hora), concédanos la oportunidad de compartir un par de consideraciones finales.

Primero, desde lo institucional, creemos que se irá cerrando la grieta entre las entidades vitivinícolas. Si no por el “amor”, será por el “espanto”. Porque son tiempos difíciles, y aunque no será sencillo admitir errores y ceder (de uno y otro lado), siempre habrá más chances de superar obstáculos y encaminarse hacia objetivos comunes, uniendo voluntades y recursos técnicos y financieros.

Esta confluencia, como punto en el que también deberán converger los poderes públicos, será imprescindible para poner en debate (al margen de otros que pudieran sumarse a la agenda) dos temas que nos interesa enunciar, y que podrían ser abordados en otra oportunidad.

Uno, es separar el negocio del vino, del negocio del “azúcar”. El vino y el mosto son productos distintos. Entonces, producir uvas con un destino o con el otro, podría ser un primer paso para ordenar la actividad.

El otro tema, es fortalecer decididamente el sistema de contratos entre la producción primaria y la industria. Esto trazaría un horizonte de relativa certidumbre para ambas partes, particularmente para los productores de uvas.

Si, como en estos encuentros de Vendimia, unos y otros han coincidido en que “sin productores no habrá vitivinicultura”, ésta es una manera de demostrar que, por algún punto, comienzan a transformar sus palabras, en hechos.

La vitivinicultura es una de las actividades más controladas y fiscalizadas de la Argentina. “La más”, probablemente. De manera que no debería caber demasiado margen de error en la verificación del destino de las uvas y de la formalización de los acuerdos alcanzados entre viñateros e industriales. La cuestión, claro está, es que haya acuerdo en que esto sea necesario… y conveniente.

Una vez más (a los “valientes”), ¡gracias por haber llegado al final! Hasta cada momento, y… ¡Feliz Vendimia!  

Oscar González Del Campo – Director-Editor / Revista Campo Andino & Agroindustria.

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