GANADERÍA
MANEJO DEL PASTIZAL
Mirar. Anotar. Comparar. Calcular. Planificar. Hay que registrar la oferta forrajera y usar las herramientas disponibles para proyectar escenarios.
La seca dejó al desnudo, en estos meses, acechanzas y debilidades que pueden desajustar los números en los planteos de cría bovina, casi sin distinción de la región que se ponga bajo la lupa.
La mayor amenaza -como queda en evidencia- es la cada vez más frecuente variabilidad de las condiciones climáticas. Algo que está fuera de manejo.
Pero estos escenarios naturales cambiantes provocan mayor impacto negativo sobre los números del negocio cuando sorprenden al productor “con exceso de carga”, y con los potreros sobrepastoreados… y esto sí es una variable que, en alguna medida, se puede manejar.
El tema fue planteado por el Ing. Agr. M. Sci. Daniel Méndez -del INTA General Villegas- durante la Jornada Técnica Ganadera a la que convocó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, sobre el final de la semana pasada.
En ese encuentro virtual, en el que el INTA propuso hacer “zoom en la cría para asegurar la preñez”, había expuesto, también, Patricio Oricchio, que brindó un panorama sobre actualidad y perspectivas climáticas (cuyos aspectos salientes publicamos este último fin de semana).
El calificado panel de especialistas estaba integrado, asimismo, por Aníbal Pordomingo, quien habló sobre destete precoz; Germán Cantón, que dejó algunas recomendaciones para el manejo sanitario; y Sebastián Maresca, que dio una serie de pautas para el manejo nutricional y reproductivo del rodeo.
En su exposición, el Ing. Méndez destacó el hecho que en todo el territorio nacional “los planteos de cría se desarrollan sobre una amplia base forrajera, lo cual constituye una fortaleza, por la gran diversidad de situaciones, climas y recursos forrajeros involucrados”.
Campos naturales; pasturas y pastizales mejorados (con megatérmicas, e inclusive con especies aptos para campos más duros); el uso de rastrojos – en zonas más agrícolas- y pasturas degradadas o en suelos con limitantes; y una parte -muy pequeña- de la cría en condiciones de confinamiento (con silajes y heno) llegan a tener un peso muy importante cuando se hacen los números al final del ciclo.
El referente del INTA Villegas estimaba que -en general- cerca del 90% de lo que consume un animal desde la gestación hasta que sale para faena, está producido a base de pasto.
Estos números ponen de manifiesto la importancia que tienen los forrajes en los sistemas ganaderos de Argentina. Porque, si bien los planteos se han intensificado, “el componente principal de la dieta, en todo el país, sigue siendo el forraje”, remarcaba Méndez. Ahora, el hecho de tener una base forrajera tan importante aporta ventajas, “pero también puede traernos algunos problemas”, advertía.
DORMIR CON EL ENEMIGO
La realidad es que estos sistemas, con una dependencia tan alta del forraje (en pie o diferido) están sometidos -cíclicamente- a períodos de exceso y déficit; y es difícil para el productor manejar esto adecuadamente. Claro que muchas veces no es sencillo diferenciar hasta qué punto las dificultades son más atribuibles al clima adverso, que al manejo inadecuado del campo.
Hay una realidad, y es que “uno de los problemas con los que tenemos que convivir, en estos sistemas productivos, son las oscilaciones climáticas”, señalaba el especialista. De manera que, si no queda más remedio que “dormir con el enemigo”, habrá que ver cómo tomamos algunas previsiones para atenuar los males. Porque es posible hacer algunas cosas. O hacerlas de manera distinta, en todo caso.
En efecto, el Ing. Méndez recordaba que, como agravante de la amenaza que representa la variabilidad climática “en todo el país hay un problema subyacente de exceso de carga, que trasciende a una sequía puntual”. Por eso sugirió reconocer la necesidad de manejar racionalmente el pastizal, con herramientas que ayuden a definir una planificación forrajera adecuada, para tener cierto control sobre el sistema.
En lo inmediato, recomendó hacer “un simple balance forrajero, con asesoramiento profesional”, pero remarcó la importancia de iniciar, en realidad, un registro anual que -con el tiempo- permita ir comparando series históricas sobre la evolución de la oferta forrajera del campo.
Esto ayudaría a hacerse una idea anticipada de “cómo vendrá el año”, cuando aparezcan los primeros indicios de retroceso en los índices vegetativos, y las primeras señales de alarma en los pronósticos extendidos sobre la evolución de las variables climáticas.
Así, apenas empiecen a parpadear las luces amarillas en el semáforo, será el momento de tomar algunas acciones que, básicamente, pasarán por “alivianar” el campo para que, los animales que queden, no se vengan abajo.
Pero hay algunas cosas más. Méndez mostró un recurso que, aunque no reemplaza al registro histórico que cada productor debería llevar en su establecimiento (que es lo ideal), le ayudará a orientarse sobre lo que cabe esperar para la región donde tiene su campo.
Esa herramienta la aporta el Observatorio Forrajero Nacional (un proyecto conjunto de INTA, CREA y la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, financiado por el IPCVA). La iniciativa tiene por objetivo estimar e informar periódicamente la tasa de crecimiento de los distintos recursos forrajeros en los sistemas pastoriles argentinos.
El Informe Forrajero del Observatorio -algunos de cuyos contenidos compartió el Ing. Méndez- compara las estimaciones de producción de materia seca -según los ecosistemas predominantes por regiones- con los promedios históricos (para la misma región, y el mismo ecosistema).
Contiene, además, un “Tablero Forrajero” desarrollado por CREA, que permite hacer proyecciones de producción forrajera, por zonas, planteando distintos escenarios a partir de información actual, complementada con datos históricos del mismo territorio. Algo parecido a lo que había mostrado -en esa misma Jornada- Patricio Oricchio, aunque en este caso referido a precipitaciones y temperatura (tema que desarrollamos extensamente, en esta misma página, hace un par de días).
Está claro que, cuando en la base forrajera de una determinada zona predomina el pastizal natural, la frecuencia de baches en la disponibilidad de pasto (dependiendo de la carga animal) es cada vez mayor. Y cuando nos encontramos con un bache tras otro… hay que reforzar los “amortiguadores”.
Acá se complica un poco la cosa, por las limitaciones de algunas regiones. Pero es cuestión de buscar la forma. Lo más conveniente (en lugares donde sea posible) la siembra de verdeos puede amortiguar el sacudón cuando el clima empiece a fallar. Ni hablar si existe la posibilidad de fertilizar. En este caso, “la frecuencia de baches disminuiría sensiblemente”, apuntaba el Ing. Méndez.
Planteaba también el concepto de “carga conservativa”. Esto es, ocupar entre el 75% y -como mucho- el 85% de la receptividad del campo con el rodeo de cría. En años buenos, aprovechar para hacer una recría, que pasaría a ser el “fusible” cuando la seca achique la oferta forrajera.
De esta manera -y salvo un año extremadamente seco- se mantendría relativamente estable el plantel de vientres, y eso le daría más regularidad al negocio.

NI GOTA. Hay zonas del Semiárido donde los pluviómetros ya no «recuerdan» muy bien para qué están ahí. De por sí, hay áreas muy extensas donde el régimen de precipitaciones excepcionalmente alcanza los 250 mm/año. Es de imaginarse el panorama, en años de lluvias escasas. FOTO CAMPO ANDINO.
Claro que hay regiones (esto no surgió en la Jornada, en estos términos, pero consideramos interesante apuntarlo) donde el escenario es particularmente adverso. Como en el Centro-Oeste de Argentina, que es la que más conocemos.
En esos campos, extremadamente “duros” algunos, la receptividad es muy pobre. Como seguramente lo será en buena parte de los establecimientos enclavados en el resto de los territorios situados varios kilómetros al Este de la Cordillera de Los Andes, desde el Norte de la Patagonia hasta el Norte argentino.
Para tener una idea, mientras en las zonas ganaderas del país donde normalmente llueve más, podemos llegar a medir la receptividad del campo en términos de “animales por hectárea”, en las áridas o semiáridas (con regímenes que no llegan a los 250 mm/año en promedio) hay que determinar cuántas hectáreas se necesitan por “equivalente vaca”.
En el caso de Mendoza, por ejemplo, hay zonas donde este año se estarían necesitando hasta 20 hectáreas para reunir el pasto que potencialmente demandaría una madre con la cría al pie.
Claro que, algunos ganaderos mendocinos (al igual que muchos de sus pares en otras regiones de Argentina) han venido tratando de mejorar la receptividad, reactivando el banco se semillas de especies nativas mediante rolado e incluso sumando algunas exóticas (que no llegan a tener la productividad de las megatérmicas, aptas para otras regiones). Claro que, cuando falta agua…falta pasto; y no hay vuelta que darle.
Aún en estos casos, hace un tiempo que los criadores de Mendoza vienen buscando la salida. La alternativa está en la “descarga” de los campos de cría hacia el oasis irrigado. Hay mucha tierra con derecho de riego abandonada, sobre todo en el Sudeste de la provincia, y cambios en la matriz productiva en sectores del Este. Son zonas donde las explotaciones de vid y de frutales vienen muy golpeadas desde hace años por heladas y granizo; a lo que se suman las fuertes oscilaciones en los precios, particularmente en el eslabón primario.

UNA OPCIÓN es sacar los terneros del secano, integrando producciones de forraje bajo riego. El cultivo de maíz para silaje se extiende en fincas mendocinas con disponibilidad de agua. FOTO CAMPO ANDINO
Por eso es creciente el número de propiedades que tienen la opción del riego, donde, ante la escasa viabilidad de las explotaciones plurianuales, se vienen desarrollando cultivos forrajeros como alfalfa, maíz para silaje o sorgo. Algunos ganaderos tienen fincas de su propiedad o las alquilan con ese destino, o acuerdan esquemas de integración con “nuevos” productores de forrajes del “bajo riego”.
En cualquier caso, de lo que se trata es de sacar anticipadamente los terneros del campo. El destete precoz viene creciendo incluso como estrategia regular de manejo del rodeo de cría en esa zona. Un tema sobre el que, en esta misma Jornada- expuso Aníbal Pordomingo -del INTA Anguil, La Pampa- y que abordaremos en próximas publicaciones (aunque ya estemos medio “jugados” con los tiempos).
Volviendo a la exposición del Ing. Agr. Daniel Méndez, ofreció un panorama sobre el impacto que ha venido teniendo la seca en distintas zonas del país. Para arrancar del punto geográfico en el que habíamos quedado, veamos cómo está la Región Semiárida que -dicho sea de paso- todavía trae en la “mochila” parte de lo que dejó la sequía del 2008.
Méndez recordó que Mendoza viene de dos primaveras secas consecutivas. Aclaramos que, al margen de las lluvias sobre los campo ganaderos, la provincia cuyana acumula -en términos del balance general, que incluye la precipitación de nieve en la Cordillera- diez años consecutivos en situación de emergencia hídrica. “Esta primavera viene seca” apuntó el especialista” y recordó que “ya se declaró la emergencia” para la ganadería mendocina.
En algunas zonas del Oeste de La Pampa (que es parte de la misma Región), hubo algunas lluvias en agosto y septiembre que podrían ayudar a mejorar la situación. De todos modos, el efecto de la sequía del 2008 provocó la pérdida de especies forrajeras perennes, aunque aumentó la presencia de algunas anuales.
Del relevamiento del INTA se desprende que “en Mendoza se observa deterioro del pastizal y también una menor presencia de especies forrajeras perennes”. Por otra parte, “no queda material diferido del ciclo anterior, y la evolución de la base forrajera de los sistemas de cría dependerá de las lluvias de esta primavera 2020”…que sigue complicada. En Mendoza, al igual que en el Oeste pampeano “han aumentado los manchones de suelo desnudo”. Ante esto, no hay mucho por hacer, excepto -al igual que en el resto de las regiones- seguir la premisa básica de evitar el sobrepastoreo.

MANCHONES. En ciertas zonas de Mendoza y del Oeste de La Pampa ha venido agravándose el deterioro del pastizal, con sectores donde el suelo va quedando desnudo. FOTO CAMPO ANDINO.
En esos territorios, la situación estuvo bastante complicada, en general, hasta principios de septiembre. Se pudo observar sobrepastoreo de pastizales y de pasturas (estas últimas con una lenta recuperación luego, favorecida por las lluvias). Para esa zona, si la “Niña” viniera muy intensa, no habría mucha capacidad de maniobra.
Aún así, el ng. Méndez recomendó manejar adecuadamente el remanente y planificar descansos estratégicos de recursos con potencial de recuperación, para permitir el rebrote. Eso sí, evitar el sobrepastoreo.
“En sectores con recursos degradados -añadió- hacer, lo más temprano posible, cultivos anuales de verano (sorgo, maíz, moha) para reserva de otoño-invierno”. Sugirió también “ir pensando en antecesores de siembras tempranas de otoño, y prever fertilizaciones para esa época (no ahora, por la falta de humedad y por las altas temperaturas)”.
En planteos mixtos, donde la ganadería convive con la agricultura, “planificar el uso sustentable de cultivos de cobertura y rastrojo de agricultura, evitando la concentración de animales, el pisoteo y la compactación”.
El Noroeste de Argentina venía de un verano seco por lo que quedaron pocas reservas, y se trasladó el problema hasta fines del invierno e inicios de la primavera. De manera que hubo sobrepastoreo de la mayoría de los recursos, lo que derivó en pérdida de cobertura y avance de malezas y arbustos, según comentó el Ing. Méndez.
Para esa región, recomendó tratar de priorizar el uso de lotes en buen estado y dar descanso a los lotes sobrepastoreados. Por otra parte, dar prioridad a la siembra de recursos perennes y de verdeos de verano para pastoreo directo o reserva el pie, y llegado el caso (esto vale para todo el país) considerar el uso de alimentos extraprediales.
En la Patagonia Norte, las precipitaciones -además de escasas- llegaron recién hacia el final del otoño 2020, y son muy inferiores a lo normal en lo que va de la primavera.
En Patagonia Sur, las precipitaciones fueron cercanas al promedio de la región. El porcentaje de nieve sobre el total precipitado fue mayor al de los últimos años, lo que -se prevé- favorecerá el crecimiento de la vegetación, especialmente los mallines.
Para esta zona, los técnicos del INTA recomiendan evitar la sobrecarga, dejando esos recursos para parición, cría y servicio (se puede recurrir al alambrado eléctrico) y planificar el uso de mallines, que es la principal fuente forrajera natural de la zona.
Más al Norte patagónico, donde hay monte, no habrá más remedio que manejar la carga; mientras que en zonas de valles irrigados, hay que producir forrajes y generar reservas.
El Noreste de Argentina viene ya de una primavera 2019 con lluvias por debajo de la media. El invierno 2020 fue muy largo y más frío que el de años anteriores. Aunque llovió, sigue habiendo zonas donde persiste el déficit hídrico, como algunas de Entre Ríos y Formosa.
A eso hay que sumarle los focos de incendios, que afectaron a miles de hectáreas de pasturas, pastizales y monte, con lo cual el pasto es relativamente escaso en algunas zonas. Porque, además, el sobrepastoreo contribuye a la pérdida de cobertura.
Según lo reportado por los técnicos del INTA de aquella Región, desparecieron los sitios bajos, a los que se suele recurrir en estas circunstancias. Algunos de esos sectores empiezan a evidenciar problemas de salinización. A raíz de esta situación -dicho sea de paso- se complicó la siembra temprana de cultivos para reserva.
Tras mostrar este panorama, el Ing. Agr. Daniel Méndez recomendó a los ganaderos del NEA, en general, primero evitar el sobrepastoreo, y dar descanso a recursos que no fueron tan castigados durante el invierno y que, por lo tanto, tengan potencial de recuperación.
Al mismo tiempo, tratar de maximizar la siembra de cultivos de segunda (maíz, sorgo, moha) para dejarlo como reserva en pie o para pastoreo. Por otra parte, planificar la resiembra de pasturas y la fertilización de otoño.
Para el supuesto caso que persistiera la seca, Méndez expuso la secuencia ideal de planificación del consumo para el NEA. Recomendó “pastorear primero los pastizales, luego las pasturas del tipo biológico de las estaloníferas y por último las cespitosas”. Sugirió también controlar remanentes.
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