POLÍTICAS
COYUNTURA
Tras casi siete décadas de investigación, desarrollo y transferencia de tecnología agropecuaria, y un alto nivel de prestigio internacional en su materia, el capital humano y el patrimonio material del Organismo están jaqueados, hoy, por una política que desmerece su visión estratégica en términos de desarrollo nacional, regional y territorial del país.

A casi siete décadas de su creación, el 4 de diciembre de 1956, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina, se encuentra hoy expuesto al embate del Poder Ejecutivo Nacional, en su intento de forzar el equilibrio del debe y el haber en las cuentas públicas.
Loable propósito el de emparejar el rojo y el azul en ese balance, probablemente desajustado durante sucesivas gestiones, en diversos estamentos del Estado, por impericia, omisiones… o acciones dolosas, cuyas pruebas la Justicia deberá meritar.
Cuestionable procedimiento el de amputar indiscriminadamente (roles, patrimonio y recursos profesionales, como en este caso) desconociendo la visión estratégica de una institución que es instrumento del desarrollo nacional, regional y territorial.
En este sentido, el INTA probablemente sea la organización más federal de Argentina. La de mayor presencia territorial. La que es capaz de responder a las demandas del más amplio universo de protagonistas de la escena agropecuaria y agroindustrial. Las de grandes compañías y las de productores de menor escala.
Con 16 centros regionales, más de 50 estaciones experimentales agropecuarias y varias decenas de agencias de extensión rural (las que están en contacto directo con los productores), el INTA está presente desde La Quiaca hasta Ushuaia y desde la Cordillera de Los Andes hasta el Atlántico.
Desde la investigación y el desarrollo hasta la extensión y transferencia de tecnologías, pasando por la custodia del riquísimo patrimonio genético de miles de especies de estratégico valor económico y ambiental, el trabajo de sus especialistas (de muy alta consideración, inclusive en el plano internacional) sigue aportando soluciones.
Son respuestas a demandas concretas en materia de genética vegetal y animal; de procedimientos de manejo de cultivos y poscosecha y agregado de valor de granos (cereales y oleaginosas); frutas y hortalizas de las más diversas especies; vid; oliva; forrajes; aromáticas; flores… y de manejo de rodeos bovinos, ovinos, caprinos, y camélidos, en cada rincón de la vasta geografía nacional.
Son respuestas (a través de proyectos de vinculación tecnológica) a demandas concretas de grandes empresas para la mejora genética de especies que es necesario adaptar a determinados procesos industriales, a requerimientos de logística y, sobre todo, a exigencias de los consumidores.
Son respuestas tecnológicas a necesidades de mejora competitiva de cadenas productivas (de punta a punta) en cada región del país; y acompañamiento a iniciativas de organización de productores de menor escala, que difícilmente podrían insertarse en los mercados si no avanzaran en un proceso de integración.
Esa cercanía entre lo que es necesario hacer y lo que se hace, se explica porque nadie entra al INTA a hacer lo que quiere y a despilfarrar recursos. Cada línea de investigación y cada acción sobre el territorio, no la define un grupo de burócratas.
La hoja de ruta la discuten, la fundamentan y la definen los Consejos Regionales y los Consejos Locales, de los que son parte, también, representantes de organizaciones de productores que conocen sobradamente lo que su zona necesita.
Por otra parte, transitar el camino que marca esa hoja de ruta, no es para cualquiera. Por eso es que, así como nadie hace lo que quiere, nadie entra al INTA por la ventana. Están los mejores; y los que les sucedan, serán los mejores. En ese momento, y para ese lugar. Porque los ingresos son por concurso, en cada uno de los distintos roles, ya sean directores, investigadores, técnicos u operarios que se desempeñan como personal de apoyo.
Quizás esa imposibilidad de abrir la ventana para que entren los amigos y, sobre todo, de incidir de manera excluyente en la toma de decisiones sobre el destino de los recursos, sea lo que, recurrentemente, desvela a la Política.
Porque debemos tener presente que la Institución ya pasado por situaciones similares a las que hoy está expuesta. Eso preocupa porque, como se ha dicho en los últimos días, «el sector de ciencia y tecnología y el INTA en particular (…) está sometido a propuestas de ajustes presupuestarios, reducción de personal y modificaciones estructurales que debilitarán y comprometerán su funcionamiento para el aporte futuro al desarrollo nacional, regional y territorial del país».
Lo cierto es que, por varias semanas, habrá una mesa chica trabajando en una propuesta de cambio. Ante esto, creemos que, al menos la representación privada en el Consejo Directivo Nacional del INTA no debería distraerse… y mucho menos hacerse la distraída.
En realidad, cada productor, en cada lugar del país, debería estar atento a lo que acontezca. Pero también es cierto que, como decimos en la Argentina profunda: “Dios está en todas partes… pero atiende en Buenos Aires”; y las decisiones terminarán tomándose allí.
Hay que admitir que la capacidad de renovarse, adaptándose a realidades cambiantes, seguramente garantiza la fortaleza de las instituciones.
Pero creemos que, lejos de ameritar una mutilación irracional, este caso podría requerir, eventualmente, un procedimiento de sintonía fina, y en ningún caso inconsulto, impuesto.
Por eso, habrá que evitar el camino más corto. Si no, lo más probable es que terminemos desviándonos del objetivo estratégico y -por el contrario- a 68 años de su creación, el rol estratégico del INTA sigue plenamente vigente.
INSTITUTO NACIONAL DE TECNOLOGÍA AGROPECUARIA
Hay mucha gente con ganas de salir adelante,impulsando en todos los rincones de nuestro pais distintos proyectos de ganadería,de hilanderas,agropecuarios,curtiembre, siembras y tantos más, todos acompañados por gente del INTA con sus capacitaciones, y sobre todo en el Ruralismo. No bajemos los brazos.