GANADERÍA
MERCADOS
El consumidor puso techo al precio de la carne, en un escenario donde todos los actores aceptan el «juego» de la oferta y la demanda. La inflación deja con margen negativo al feedlot y licua la mejora cambiaria para exportadores. Qué pasará con el criador.
LA VUELTA en firme al trabajo y a la escuela, abrirá -en marzo- la esperanza de mayor protagonismo de la carne vacuna en la mesa familiar. El 70% de la producción nacional tiene por destino el mercado interno. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

Aunque en la práctica no existen mercados de competencia perfecta, la gran afluencia de oferentes y demandantes que reúne el mercado ganadero le confiere características muy próximas a este tipo de equilibrios en los que ningún comprador o vendedor individual ejerce influencia decisiva sobre el precio».
Esta afirmación marca la apertura del análisis sectorial que difunde semanalmente el Mercado Ganadero de la Bolsa de Comercio de Rosario (ROSGAN), como cierre del informe que firma la analista María Julia Aiassa.
Señala que este atributo del mercado de ganados (que se refleja en el mercado de carnes), sumado a «la alta participación de un mercado interno muy atomizado como destino final del producto, permite corregir naturalmente los movimientos bruscos o desequilibrios temporales de precio, sin intervención alguna».
Para dar fuerza (con los hechos) a su afirmación, la analista pone como ejemplo lo que sucedió «semanas atrás con el precio de la hacienda en pie y su intento de traslado al precio de la carne vacuna en los mostradores del comercio minorista».

EN ROJO. La suba de costos deja al engordador un margen negativo de más de $ 55.000 por animal terminado, según cálculos de la Cámara Argentina de Feedlot referenciados en el reporte del ROSGAN.
Recuerda que «tras la devaluación de diciembre, y previo a la Navidad, la carne experimentó un abrupto salto de precios, motivado en gran medida por un traslado de los incrementos de precio registrados por la hacienda en pie, pero también movido por una fuerte especulación inflacionaria en torno a estas fechas».
Apunta que «días previos a la asunción presidencial, los productores ya habían comenzado a restringir la oferta de ganado ante la expectativa de una inminente corrección monetaria», lo que motivó menor disponibilidad de hacienda, en momentos en que -normalmente- el mercado se abastece para atender la demanda previa a las Fiestas.
«Posteriormente, tras la devaluación, esta suba se terminó plasmando en precios del novillito trepando a casi los $2.000 el kilo. Esto generó alzas promedio de hasta el 50% que rápidamente impactaron en los mostradores con subas equivalentes en la semana previa a la Navidad», señala el reporte.
En ese momento, el precio del kilo de asado, en el mostrador, «pasaba de valer unos $ 4.000 promedio a rangos de $ 6.000 a más de $ 8.000 el kilo, según la zona y segmento comercial de las distintas bocas de expendio», recuerda.
Pero, ante el fuerte deterioro del poder adquisitivo de los ingresos, el consumidor no convalidó esos incrementos, lo que derivó en una sensible restricción de las compras. Como consecuencia de ello, el propio mercado terminó desinflando esos valores, ante un escenario de ventas en retroceso.
Para graficar esas variaciones, el informe incluye datos sobre los precios del gordo en el mercado Agroganadero, que dan cuenta de esa marcha atrás, ya en la semana siguiente a la suba.
De manera que «el precio del novillito, actualmente en un promedio de $1.400 para la categoría -apunta el análisis- resulta en términos reales inferior a los valores registrados previo a la devaluación».

Ante lo que evidencia la realidad, reflexiona que «es mínimo el margen de maniobra que tiene el productor para especular con mayor o menor retención de hacienda para llegar a afectar los valores de manera sostenida».
Señala que «el productor ganadero es prácticamente tomador de precio en el mercado» . De manera que, «ante una retracción del consumo, los valores naturalmente corrigen a la baja, y lo opuesto sucede en momentos de alta expectativa de venta y, por ende, de fuerte necesidad de abastecimiento».
En este sentido, uno de los datos que Aiassa considera más esclarecedores lo aportan las estadísticas de traslado de animales publicadas por el SENASA a través de los Documentos de Tránsito electrónicos, los DT-e-. En 2023, según el organismo nacional, fueron enviados a faena 14.525.994 vacunos documentados a través de 625.310 DT-e.
Al establecer un promedio, hay que hablar de «unas 52.100 operaciones por mes» lo que, considerando a 20 días hábiles/mes, «equivale a más de 2.600 operaciones diarias, donde oferta y demanda confluyen en precio, plazos y demás condiciones comerciales inherentes a cada operación», comenta. Además, «en 2023, fueron cerca de 52.000 los remitentes a faena«.

TOMADOR. Es mínimo el margen de maniobra que tiene el productor para especular con mayor o menor retención de hacienda, como para que llegue a afectar los valores de manera sostenida. En definitiva, es tomador de precio.
Esa multiplicidad de protagonistas se observa también a nivel minorista en el mercado interno, que es el destino del 70% de la producción nacional. En efecto, el tramo final de la cadena se encuentra «altamente atomizado entre miles de supermercados y carnicerías adonde acude el consumidor».
Aporta, en este punto, un detalle relevante para abonar el razonamiento. «Se estima que tres cuartas partes de las ventas minoristas de carne vacuna se concentra en carnicerías, las cuales, en su mayoría, carecen de cámaras de frío como para almacenar el producto ante una fuerte baja de ventas», remarca.
Advierte, por lo tanto, que «las bajas que ya han estado reflejándose en el precio de la carne al mostrador, muy probablemente se mantengan, en la medida que el consumidor no convalide nuevas subas, aun en un contexto de elevada inflación con precios de algunos alimentos disparándose muy por arriba de la media».
Por otra parte, el texto puntualiza que «estas mismas disparidades también se observan a nivel insumos«. De modo que, «a pesar de los altos precios de la hacienda en relación a otros años, esto no necesariamente implica grandes ganancias para los productores».
Por ejemplo, «en el caso del feedlot -dice- aun con valor del ternero mucho más calmo de lo que se vio previo a diciembre, la suba del resto de los costos como alimento, energía, transporte, dejan al engordador un margen negativo de más de $ 55.000 por animal terminado, según cálculos de la propia Cámara Argentina de Feedlot».
En el caso de la exportación, vaticina que la mejora cambiaria que aportó la devaluación «no tardará en erosionarse ante un dólar oficial sin grandes ajustes al alza y una inflación en pesos que no parece dar tregua en los próximos meses, elevando significativamente los costos operativos».
Advierte que «esto, en un contexto de precios internacionales bajos, podría comprometer seriamente la capacidad de pago de los frigoríficos exportadores, redundando en menores precios para el productor» .
En el análisis se descarta que durante enero y febrero pueda registrarse una moderación sustancial en los precios de la economía. De hecho, «aún restan muchos costos de insumos y servicios por actualizar y esto sin duda pesará sobre la inflación real de estos meses», advierte.
«Sin embargo -interpreta- para muchos bienes como la carne, la actitud del consumo será determinante, más aún en momentos en los que la demanda por carne vacuna estacionalmente tiende a ceder. De marzo en adelante, otra será la historia», dice.
Para cerrar, el análisis del ROSGAN resume que, por el lado de la oferta, habrá que ir midiendo el impacto de la menor producción de terneros que ingresarían al circuito de engorde.
En tanto que, por el lado de la demanda, confía en que a medida que se retome la rutina laboral y escolar, esta pausa en el consumo de carne debería comenzar a revertirse, de manera que el producto vuelva a ocupar un lugar importante en el presupuesto familiar.