OLIVICULTURA

MANEJO

Estrés hídrico en otoño, hace al olivo más resistente a heladas invernales

30 de mayo de 2021

La conclusión fue expuesta durante el ciclo de Seminarios sobre Olivicultura y Elaiotecnia, organizado por el Centro Regional Mendoza-San Juan del INTA.


Al margen del impacto (aún no cuantificado) que tiene y podría llegar a tener el cambio climático global, parece estar claro que gran parte de los olivares argentinos están implantados en áreas marginalmente aptas o -directamente- no aptas para el cultivo, desde el punto de vista agroclimático.

Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, en que hay zonas -de las tradicionalmente productoras del país- donde los olivicultores están en riesgo de perder una de cada dos cosechas por el daño que provocan las heladas.

El tema fue planteado durante el decimoprimer encuentro del ciclo sobre «Avances en Olivicultura y Elaiotecnia», que en esta oportunidad giró en torno al tema: «El riego deficitario y la resistencia a heladas».

Expusieron el ingeniero agrónomo Facundo Vita Serman, director del Instituto de Agricultura Sostenible en el Oasis (Universidad Nacional de Chilecito, La Rioja) y titular de la cátedra de Olivicultura de esa casa de estudios, y la doctora Nadia Arias, investigadora asistente del CONICET en el Instituto de Biociencias de la Patagonia (Comodoro Rivadavia, Chubut), que depende de ese organismo y de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.

LEJOS DEL OBJETIVO

Todo parece indicar que, al menos por ahora, el objetivo productivo que en su momento se impuso el sector, queda muy lejos. El Ing. Facundo Vita Serman admitió que no se cumplieron las proyecciones contenidas en el Plan Estratégico Olivícola Argentino.

Recordó que, en 2006, cuando estaban formulando esa hoja de ruta para el sector, estimaban que en 2020 se podría llegar a producir alrededor de 100.000 toneladas de aceite, «pero estuvimos muy lejos de eso», reconoció, «a pesar de que habíamos tenido un importante crecimiento de la superficie cultivada».

Señalo que «en los últimos años tenemos un promedio de producción de fruta por hectárea que se parece mucho al rendimiento de los países del Mediterráneo, que obtienen la mayor parte de la fruta del olivar tradicional de secano».

De manera que «podríamos decir, en general, que nosotros desarrollamos una olivicultura moderna, pero que productivamente nunca llegamos a alcanzar lo que esperábamos», resumió.

ALTO RIESGO DE HELADAS

Una de las explicaciones de esta situación fue que «desarrollamos esa nueva olivicultura en zonas con un clima netamente continental, muy diferente al clima de las zonas tradicionales (en Europa) e inclusive diferente al de las zonas costeras de Argentina», donde también hay algunas plantaciones de olivos.

Es que, los cultivos del Oeste argentino están expuestos a temperaturas mínimas absolutas muy bajas y alto riesgo de heladas otoño-invernales. Además, las relativamente altas temperaturas en otoño y primavera y la baja amplitud térmica (lo que no ocurre en otras regiones), determinan un inadecuado endurecimiento de tejidos en frutos y menor rendimiento en aceite, y alta exposición a heladas tardías en algunas zonas.

DÓNDE Y QUÉ PLANTAR

El especialista reconoció que «el primer paso -cuando se aprovechó el beneficio impositivo para instalar nuevas plantaciones- tendría que haber sido desarrollar esa olivicultura moderna en zonas agroclimáticamente aptas». Por otra parte, «hay mucho por trabajar, inclusive a nivel mundial, en términos de introducción y evaluación de nuevas variedades», apuntó.

Señaló, en otro orden, la necesidad de comprender mejor los mecanismos fisiológicos de resistencia a heladas y el diseño de estrategias de manejo del cultivo para mejorar su aclimatación al frío. Vita Serman presentó un cuadro que resume varios estudios que hay sobre la resistencia de distintas variedades al daño por congelamiento. Se destacan claramente, por su mayor resistencia, Cornicabra y Ascolana.

Pero sobre las más conocidas aquí, como Picual, Arbequina, Frantoio, Hojiblanca o Manzanilla, hay estudios que arrojan una diversidad de resultados «que indican el comportamiento de la variedad bajo las condiciones en las que se realizaron los ensayos», aunque no se puede generalizar las conclusiones sobre el comportamiento (como resistente o como sensible al frío) en el caso de estas variedades más difundidas en la región.

De manera que «faltan estudios que permitan obtener resultados más concretos y más confiables al momento de seleccionar las variedades, cuando se piensa en instalar un cultivo en zonas críticas o marginales», dijo el investigador.

APTITUD AGROCLIMÁTICA

Hay estudios sobre este tema. Empezaron en 2008-2009 en la zona de Agnelo, en Neuquén, y siguieron hacia el Norte. Vita Serman hizo foco en el estudio sobre la aptitud agroclimática para el cultivo de olivo en el Valle de Tulum (San Juan), no sin antes aclarar que el mayor daño productivo se da cuando la temperatura se sitúa por debajo de los siete grados bajo cero (-7°C).

Del trabajo se desprende que es mínima la porción de ese territorio donde la probabilidad de ocurrencia de heladas de menos de -7°C, es de apenas 10%. O sea que es un área muy acotada aquella en la cual las heladas afectan, en promedio, la producción de «sólo» un año de cada diez años.

Porque en la mayor parte del valle sanjuanino bajo estudio, esa probabilidad supera el 50%, lo que «quiere decir que uno de cada dos años vamos a tener una helada que nos va a dejar sin producción o nos va a afectar fuertemente la producción», explicó el especialista. Remarcó que «eso, desde el punto de vista productivo, es inviable».

El estudio sobre la aptitud del Valle de Tulum para el cultivo de olivos bajo riego abarcó una superficie de 434.600 hectáreas, de las cuales sólo eran aptas algo más de 89.000 (alrededor del 20,5%). Asimismo, evidenció que el 70% del olivar actualmente implantado en ese valle, está en zonas marginalmente aptas o no aptas.

EL ESTRÉS HÍDRICO

Enfocándose ya en el tema agendado para esta jornada, Facundo Vita Serman comentó que hay estrategias de riego para favorecer la aclimatación de los olivos. Sobre todo cuando se presentan otoños cálidos, lo que mantiene a la planta vegetativamente activa y, consecuentemente, más expuesta al daño que pudieran ocasionar las primeras heladas.

En estos casos, el manejo del riego puede ayudar a resolver el problema. Porque el estrés hídrico tiene procesos fisiológicos y bioquímicos en común con el estrés por frío, lo que «podría ayudar a lograr el objetivo de aclimatar las plantas en años en los que no sucede la aclimatación natural».

El investigador detalló parámetros de un ensayo (del que participó) realizado en 2014-2015 en Córdoba (España) con plantas de Arbequina. Ese estudio fue adaptado luego al Oeste de Argentina, en Chilecito (la Rioja) en 2015-2016, y en Cañada Honda (San Juan) en 2016-2017, sobre plantaciones de Arbequina (bastante resistente a heladas) y Barnea (conocida por su sensibilidad al frío). 

ENSAYO Y RESULTADOS

Aplicaron suspensiones progresivas de riego y lograron cambiar las tasas de crecimiento de brotes, es decir, se evidenció «una clara detención del crecimiento vegetativo», precisó. Además, pudieron determinar que a medida que se ampliaba el período de estrés hídrico mejoraba la resistencia a la congelación. Es decir que, con riego restringido, el daño se producía a temperaturas más bajas.

Concluyeron asimismo que esa estrategia resultó útil hasta antes del final del otoño, cuando la planta todavía está en activo crecimiento. Porque, una vez instalado el invierno, fue el propio estrés por frío (como mecanismo natural) que mantuvo los niveles de aclimatación. Observaron también que la restricción del riego favoreció a los tejidos foliares, cuyo estado es determinante para la productividad del olivo.

TENER MUCHO CUIDADO

El ingeniero Vita Serman advirtió sobre la necesidad de evaluar, en cada caso, la conveniencia de aplicar o no estrés hídrico en zonas con problemas de heladas; y eventualmente determinar muy bien la intensidad que debería tener la práctica. Dependerá básicamente -al margen de otros factores- del nivel de humedad en el suelo y del tipo de suelo.

Es que, esa práctica debería hacerse en una época en la que normalmente («por arriba») cae la demanda de humedad de la atmósfera, y («por abajo») la tierra quizás conserve un alto nivel de humedad, acumulado durante la temporada. Dado este caso, podría ocurrir que la estrategia no dé el resultado esperado, porque la planta «ni se va a enterar que le está faltando agua».

Por otra parte, una medida extrema como suspender directamente el riego, puede resultar contraproducente en cultivos implantados en terrenos pedregosos, por ejemplo, o en general aquellos que tienen poca capacidad de retención.

En línea con la advertencia de Vita Serman, el ingeniero Luis Scarrone (asesor de empresas olivícolas y uno de los panelistas de la Jornada), apuntó que en el Grupo CREA Olivícola de San Juan «cuando aplicamos un estrés muy severo, ya entrado el invierno, hemos visto algunos efectos negativos, sobre todo en la floración de la primavera siguiente».

De manera que lo recomendable es consultar en el INTA o con el profesional agrónomo de confianza, para tener más chances de tomar la mejor decisión y, en caso de someter a estrés al cultivo, determinar cuál sería la manera adecuada de hacerlo. 

Cabe señalar que todo esto está relacionado con lo que se investiga (y se empieza a aplicar) para fortalecer la capacidad del olivo para resistir el impacto de heladas tempranas o las que normalmente ocurren en invierno. No está vinculado con el daño que provocan las heladas tardías, en primavera (cuando la planta está saliendo o ha salido de la dormición) que pueden afectar la producción de la siguiente campaña.

Este es otro tema, que no es materia de estos estudios. De hecho, no se ha estudiado todavía la relación entre el manejo del riego y la menor o mayor capacidad de la planta de afrontar con éxito las heladas tardías, al menos en el Oeste de Argentina.

EL FRÍO PATAGÓNICO

En la apertura del Seminario, la Dra. Nadia Arias había compartido las primeras conclusiones de los trabajos que realiza como parte del Grupo de Estudios Biofísicos y Ecofisiológicos, en Chubut. Son ensayos que se focalizaron en las respuestas morfológicas y fisiológicas del olivo a bajas temperaturas y sequía.

El Grupo estudia, particularmente, especies nativas de la estepa y los bosques patagónicos, pero Arias se especializa en plantas de interés comercial. Junto a otros investigadores comenzó a estudiar el olivo, porque en los últimos años se han empezado a radicar plantaciones más al sur de las zonas tradicionalmente productoras en Argentina.

En realidad, en la década del ’50 había producción de aceitunas y aceite de oliva en la zona de Comodoro Rivadavia, comentó la especialista; y «más al norte, en Puerto Madryn, actualmente hay un emprendimiento olivícola que produce aceite a nivel comercial».

Lo cierto es que, desde hace un tiempo -según explicó- se ha empezado a hablar con mayor insistencia de la olivicultura como alternativa productiva en Neuquén, Río Negro y Chubut, pero les faltaba información sobre resistencia a bajas temperaturas.

UN ENSAYO EN CHUBUT

Nadia Arias basó su tesis doctoral precisamente en este estudio, que involucró a cinco variedades, midiendo -en la hoja-  el daño provocado por las bajas temperaturas sobre la membrana celular.

El trabajo -realizado bajo condiciones controladas, en maceta- permitió determinar la temperatura a la cual se formaba el núcleo de hielo en el tejido evaluado, y la temperatura más baja que era capaz de soportar cada variedad, sin que resultara dañada de manera irreversible la membrana celular.

Cuando hay formación de hielo, hay daño irreversible. De manera que, mientras el agua se mantiene en estado líquido, hay «esperanza de vida» para la membrana celular. La cuestión entonces está en saber cuál es la capacidad de aclimatación de cada variedad, o cómo «ayudarle» a que se aclimate. Porque, lo que quedó claro, es que lo necesita.

NADA ES GRATIS EN LA VIDA

En el ensayo realizado en Chubut aplicaron estrés hídrico, simulando las condiciones de temperatura y humedad del ambiente natural. Determinaron que -efectivamente- disminuía la temperatura a la que se formaba el hielo, como así el daño sufrido por las plantas. También establecieron que la respuesta fue distinta, según la variedad. Pero esto no es gratis. Las plantas que más resistieron el frío, vieron comprometido su nivel de crecimiento.

Ahora, al proyectar ésto al siguiente ciclo productivo, surge una consideración adicional. Ese proceso de aclimatación (natural o inducido) en años con temperaturas muy bajas, implica -para la planta- poner en marcha un complejo proceso fisiológico que le demanda energía.

Esa energía la obtiene de sus reservas de carbono, y cuando llegue la primavera, deberá priorizar la energía disponible para reparar el sistema (porque, que haya «resistido» el frío no quiere decir que no haya sufrido alteraciones). Entonces, primero, reparar el daño. Recién después, «pensar» en producir para la nueva temporada.

La Dra. Arias señaló, por otra parte, que ahora están evaluando variedades a campo, tanto en el denominado Jardín Varietal de Olivos Patagonia Sur como en establecimientos privados, con distintos manejos de riego y calidad de agua.

OTRAS ALTERNATIVAS

En respuesta a la inquietud de algunos de los panelistas, la Dra. Nadia Arias fue muy cauta sobre la conveniencia de aplicar productos para incrementar la resistencia a heladas. Puso énfasis, sí, en la necesidad de tener un buen mapeo de la capacidad de los olivos de resistir temperaturas muy bajas, en campo, tanto en zonas donde se produce como en aquellas potencialmente productivas.

De todos modos, no eludió el abordaje del punto referido a la inducción, por otros medios, de una mayor capacidad de resistencia. En ese sentido, comentó que avanzarán (en el Instituto de Biociencias de la Patagonia) en la evaluación del resultado que arroja la aplicación de biofertilizantes.

Dio cuenta, por lo pronto, de un producto desarrollado a partir de algas que está siendo aplicado junto con el riego. Aportaría aminoácidos a la planta, lo que eventualmente le ayudaría luego a evitar la formación de hielo y a proteger la membrana celular. Pero aclaró que tienen que seguir evaluando ese producto.

Por otra parte, adelantó que hay un grupo de investigadores trabajando con ácido salicílico. Lo aplican en el momento de la floración, pero en otras especies frutales. Lo hacen con un propósito distinto, aunque -indirectamente- podría aumentar la resistencia a heladas. En aplicaciones foliares, no hay mucho estudio sobre la capacidad de absorción de la hoja del olivo, como para saber -por ahora- cuál es el efecto interno a nivel fisiológico, aclaró la investigadora.

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