VITIVINICULTURA

ANÁLISIS

«Hay modelos tecnológicos para avanzar hacia una vitivinicultura sostenible»

3 de marzo de 2023

Claudio Galmarini, del INTA Mendoza-San Juan, destacó que el sector está organizado, lo que permite ir canalizando esos desarrollos con visión de largo plazo.

CLAUDIO GALMARINI. El director del Centro Regional Mendoza-San Juan del INTA, dijo a Campo Andino que «si nos abstraemos por un momento de la coyuntura de este año, que ha sido muy malo, claramente tenemos ventajas competitivas para nuestra viticultura». FOTO/Revista Campo Andino.


Un escenario internacional de oportunidades para ganar espacio en el mercado global de vinos; una geografía diversa y un ambiente sano; una masa crítica de saberes tecnológicos y productivos; y un nivel de organización que pocos sectores pueden exhibir, ubican a la vitivinicultura argentina en inmejorables condiciones para afrontar los desafíos que plantea la realidad.

Una realidad que -hay que decirlo- será progresivamente cambiante y persistentemente desafiante. Con retos que podríamos sintetizar en un par de conceptos: adaptarse a un mundo altamente competitivo y en conflicto; a la vertiginosa evolución de desarrollos tecnológicos; y a un clima en proceso de cambio relativamente previsible… pero seguramente irreversible.

Es cierto que los dramas del día a día pueden limar la voluntad de mirar más allá de la coyuntura, pero –aunque a veces no la veamos- hay luz al final del túnel. Claro que hay, también, un camino por recorrer.

Pero, a partir de sus fortalezas y de esas oportunidades que ofrece el entorno, el sector deberá ser capaz de conjurar las acechanzas y de vencer sus propias debilidades.

Eso sí, hay que planificar el viaje y concentrarse en un trabajo persistente, que deberá focalizarse en más investigación, desarrollo y transferencia de tecnología (en genética, manejo y generación de información estratégica); e involucrar a cada uno de los actores del vasto territorio vitivinícola argentino, en acciones que desemboquen en una vitivinicultura sostenible en lo económico y en lo ambiental, pero, sobre todo, con gente adentro.

La idea que da sustento a este par de párrafos, la tomamos prestada. En realidad, es lo que interpretamos como la esencia del extenso diálogo que mantuvimos con el Dr. Ing. Agr. Claudio Galmarini, director del Centro Regional Mendoza-San Juan del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.

LA COYUNTURA PEGA FUERTE

Por supuesto que no desconoce la situación presente. Más aun, se detuvo por un momento en el drama de la vendimia 2023. El referente regional del INTA lamentó que éste sea «un año muy complicado para la vitivinicultura, de hecho, vamos a tener la cosecha más baja de -por lo menos- los últimos 25 años». Es «una situación que, en mayor o menor medida, afecta a todas las regiones vitivinícolas de Argentina».

Descuenta que esto «va a tener influencia en el stock vínico -tanto de tintos como de blancos- para este año y para el próximo; y también se refleja en la oferta de uvas para mosto y para pasas, aunque afectando menos a las uvas de mesa».

Al referirse a las causas de esta merma en la producción, Galmarini apuntó que «a las heladas tardías que tuvimos la primavera pasada y las tormentas graniceras ocurridas en distintas zonas productoras, se suma un problema que, desde el INTA, venimos señalando en los últimos años, y es la escasez de agua que, en este caso, tiene como consecuencia la disminución del rendimiento de los viñedos».

PRODUCCIÓN EN RETROCESO

En diálogo con Campo Andino, Galmarini advirtió sobre el retroceso de la producción en los últimos años (con la mitad de las vendimias por debajo de la media, en más de una década); una situación que atribuyó a varios factores.

«Por un lado -dijo- la disminución de la oferta hídrica; pero también la erradicación de viñedos en algunas zonas y, en otras, la reconversión a variedades menos productivas… y eso incide en el volumen total».

CÓMO SEGUIMOS ADELANTE

«Es el gran desafío», admitió. «Porque estamos hablando de un sector que tiene fuertes competidores en el mercado internacional, en todos los productos derivados de la vid». Pero, «si nos abstraemos por un momento de la coyuntura de este año, que ha sido muy malo, claramente tenemos ventajas competitivas para nuestra viticultura».

Señaló, en ese sentido, que «producimos vinos de excelente calidad, no usamos demasiados insumos químicos… y esto abre el camino (de hecho, está contemplado en la actualización al 2030 del Plan Estratégico Vitivinícola), para enfocarse mucho en la sostenibilidad de la producción vitivinícola, tanto en lo económico, como en social y en lo ambiental».

EL CAMBIO CLIMÁTICO

Sobre esta faceta de la sostenibilidad, El Dr. Galmarini señaló que «debemos trabajar sobre variedades, clones… información, para adaptar nuestros viñedos y la forma de producir, a la realidad que nos plantea el cambio climático».

Sobre esto, destacó que «en el INTA venimos desarrollando distintas líneas de trabajo». Por ejemplo, «en portainjertos que favorecen un uso más eficiente del agua; o en indicadores de manejo del cultivo que tengan en cuenta la relación planta-suelo-atmósfera para optimizar el uso del recurso hídrico, aun en cultivos con riego presurizado».

También «distintas tecnologías para lucha activa contra heladas, que deberán ser probadas y validadas». En ese sentido, adelantó que «estamos avanzando en un convenio con una empresa fabricante de torres generadores de aire, para instalar esos equipos en los predios del INTA a fin de evaluar su desempeño».

Una de las líneas de investigación y transferencia que encabeza las prioridades del INTA en la Región es «la eficiencia del riego, ante un escenario de disponibilidad de agua que no es el más favorable, ni lo será -dijo- al menos durante los próximos años».

SOSTENIBILIDAD AMBIENTAL

Remarcó, también, la necesidad de «darle a nuestra viticultura un enfoque de sostenibilidad ambiental, teniendo bien claro cómo trabajar sobre huella hídrica y huella de carbono, en tecnologías de producción orgánica… que nos permitan tener certificaciones que nos habiliten el acceso a mercados del exterior que ya las están reclamando».

Aseguró que «tecnológicamente hay muchas cosas que podemos hacer en ese sentido… y las estamos haciendo, en el INTA y en otras instituciones, por ejemplo, para producir vinos orgánicos o con trazabilidad de huellas ambientales».

MEJORAR LOS RENDIMIENTOS

Claudio Galmarini abordó, también, un punto que suele generar opiniones divergentes, y es la productividad de los viñedos. Apuntó que «hay modelos para producir uvas con destino a mosto, utilizando variedades de elevado contenido azucarino y altos rendimientos (de 450 a 500 quintales por hectárea); en viñedos que permitan emplear box pruning, altamente mecanizados y con poco requerimiento de mano de obra».

«Esto (estoy hablando estrictamente desde el punto de vista de la eficiencia productiva), aclaró, nos permitiría encarar una producción de uva para mosto con modelos de integración -mediante contratos- de productores con la industria, que asegure una oferta de uva para mosto y de mosto para exportar, en condiciones de competitividad y rentabilidad para ambas partes».

Concluyó que «en realidad, es necesario producir más, de manera más eficiente y sostenible; y hay varios caminos abiertos, con avances significativos desde el punto de vista de la investigación y el desarrollo tecnológico». Claro que «hay que tomar la firme decisión de empezar a transitarlos».

UN SECTOR ORGANIZADO

Es optimista porque «el sector está organizado y tiene objetivos claros, expuestos en el Plan Estratégico Vitivinícola, desarrollado con la participación de los diferentes actores de la cadena».

Galmarini admitió que «luego de la actualización del PEVI, durante la pandemia, nos falta un debate, en el territorio -en cada zona productiva- para validar algunos de los contenidos del Plan 2030 y poder avanzar en determinadas acciones».

El director del Centro Regional Mendoza-San Juan del INTA reconoció que «por supuesto, lo prioritario es afrontar la coyuntura, en un año que es muy difícil para la producción; pero creo que aún en años tan difíciles, hay que hacer el esfuerzo de reunirse a revisar las propuestas contenidas en el Plan Estratégico».

Es que, «va a ser importante decidir, en cada zona, cuáles son las prioridades y cómo abordar las acciones pertinentes». Está convencido de que «es algo que tenemos que hacer, para no perder el Norte del mediano y largo plazo -al margen de las dificultades de la coyuntura- porque la suma de cada una de esas acciones estratégicas nos pondrá cada día más cerca de lograr una vitivinicultura competitiva y sostenible, para cada uno de sus protagonistas».

TECNOLOGÍA E INTEGRACIÓN

Puso en valor, de paso, el rol de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), institución con la que «llevamos adelante el proyecto de Centros de Desarrollo Vitícola, que están ubicados en las principales zonas vitícolas del país, desde Salta hasta la Patagonia».

Recordó que «el objetivo prioritario de esos Centros es transferir tecnología -sobre todo a viticultores de menor escala, no integrados, que representan las tres cuartas partes de los productores primarios del sector y concentran alrededor del 20% de la oferta de uvas en el país».

Es «para ayudarles a corregir algunas de las limitantes productivas que hoy afectan a toda la actividad, y particularmente a ellos, que son el eslabón más débil de la cadena vitivinícola». En estos casos, el propósito es «no solo transferir modelos tecnológicos sino también de integración, de manera que, además de producir mejor, logren mayor escala y puedan defender su producción y acceder a una parte mayor del valor de la cadena».

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