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“Poner dinero en el INTA es una inversión exitosa en términos de relación costo-beneficio”

8 de junio de 2025

Claudio Galmarini, director del Centro Regional Mendoza San Juan, le pone números al «retorno» de cada peso aplicado, desde la Institución, a investigación y transferencia de tecnología al sector agropecuario y agroindustrial. Lamenta la incertidumbre que provocan los embates del Ejecutivo Nacional contra el Organismo.

CLAUDIO GALMARINI. Para quienes prefieren evaluar la asignación de recursos del Estado solamente en términos de relación costo-beneficio económico, el referente del INTA en el Centro-Oeste de Argentina le pone números al «retorno» de la inversión del Estado en la Institución. Revela que cada peso que destina el INTA a investigar y transferir tecnología, se transforma en hasta 10 pesos generados por el sector agropecuario y agroindustrial argentino. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.


El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina está jaqueado por el Poder Ejecutivo Nacional, que persiste en su intento de aplicar fuertes recortes en su estructura, para cumplir con el objetivo -el declarado, al menos- de mantener en equilibrio los ingresos y egresos del Estado.

El INTA está, por estas horas, bajo la amenaza de un posible decreto que modificaría su estructura de gobernanza. Es el núcleo crítico que está en juego, en esta pulseada. La intención aparente es darle mayoría propia al Ejecutivo a través de sus representantes en el Consejo Directivo de la Institución que está en la mira.

Ése sería el punto de partida para habilitar, sin obstáculos, una aceleración del achique presupuestario, eliminación de áreas y despidos de personal, incluidos profesionales y técnicos, con diversos roles en los ámbitos de investigación y extensión.

DETRÁS DEL AJUSTE

Esto es lo que se comenta, como propósito aparente… al menos, imaginable. Lo que no se comenta, pero no habría que perder de vista, es que el INTA es custodio, (a través de una red conformada por una treintena de bancos de germoplasma distribuidos en toda la geografía nacional) de más del 90% del total de los recursos genéticos para producción agropecuaria en Argentina.

¡Ojo con eso! Es un patrimonio de incuestionable valor, en un mundo en el que buena cuota del poder global la detentan quienes manejan el negocio de los alimentos. Quizás no sea descabellado imaginar que ése podría ser un preciado «botín» tras la fachada de un arreglo de las cuentas públicas.

Por las dudas…  habría que seguir de cerca el asunto, para conocer a quiénes tomarían decisiones en un Consejo Directivo con eventual mayoría propia del Gobierno (de éste o de cualquiera); qué decisiones tomarían, y con qué objetivo final.

Estas consideraciones precedentes, cabe aclararlo, corren por nuestra exclusiva cuenta. Ahora, vamos a lo que vinimos.

Para pulsar el estado de situación, visto desde la perspectiva de quienes tienen la responsabilidad de decidir (en el largo plazo, y en el día a día) en zonas alejadas de los escritorios donde se resuelve la suerte del país, buscamos la palabra del Director del Centro Regional Mendoza- San Juan del INTA. Lo que sigue, es parte del extenso diálogo de Campo Andino con el Dr. Ing. Agr. Claudio Galmarini.

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– ¿Qué definiciones hay sobre la situación institucional del INTA, que pudieran ayudar a despejar el estado de incertidumbre que parece crecer a medida que pasan los días?

– No hay ningún documento oficial donde quede formalmente expresado qué quiere hacer el Gobierno con la Institución. Por eso, efectivamente, vivimos en un estado de incertidumbre desde diciembre del año pasado. No sabemos qué va a pasar.

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– ¿Qué reflexión le merece esta situación, como máximo responsable del Instituto en las provincias de Mendoza y San Juan?

– En diciembre del año que viene, el INTA va a cumplir 70 años; y una de sus particularidades (que muy pocas instituciones de ciencia y técnica -en el mundo- pueden exhibir) es su sistema de gobernanza…

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– ¿Qué es lo distintivo del INTA, en ese sentido?

– La fuerte representación de los interesados directos en la toma de decisiones… reflejada en la composición del máximo órgano de gobernanza del INTA, que es su Consejo Directivo.

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– ¿Cómo se compone ese Consejo? ¿Quiénes tienen voz y voto al momento de decidir qué tiene que hacer el INTA, a qué destinar sus recursos…?

– En el Consejo están representadas, por un lado, las «cuatro grandes» entidades gremial-empresarias del Campo y la Agroindustria: la Federación Agraria Argentina, la Sociedad Rural, Coninagro (que es nuclea al Cooperativismo agropecuario) y Confederaciones Rurales Argentinas. Pero también organizaciones estrictamente técnicas, como los grupos CREA; el ámbito académico (con un representante por la Facultad de Agronomía y otro por la de Veterinaria) y tres representantes del Gobierno nacional.

***

– ¿Por qué considera que esa representación multisectorial es una fortaleza para el funcionamiento de la Institución?

– Una parte de la respuesta, está en su pregunta… Porque la toma de decisiones está repartida entre todos los sectores que, desde distintos ámbitos, están involucrados con el quehacer del sector. Eso ha permitido que, con los años, el INTA (y su razón de ser) se haya constituido en una política de Estado… más allá de los cambios de gobierno.

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– ¿Qué relación tiene esto con la reestructuración que impulsa ahora el Gobierno nacional?

– Uno de los cambios que se quieren introducir ahora es modificar la conformación del Consejo, lo que le daría más representatividad -o más poder, si se quiere- al Poder Ejecutivo Nacional. No me refiero solamente a esta gestión de gobierno… sino -también- a cualquiera que pudiera sucederle.

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– Se supone entonces que quedaría desequilibrada la relación de fuerzas -por así decirlo- al momento de tomar decisiones…

– Efectivamente. Eso, de concretarse, habilitaría a tomar decisiones en las que podrían tener muy poco peso las opiniones de quienes son beneficiarios del trabajo del INTA.

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– ¿Qué decisiones podrían llegar a afectar el desempeño de la Institución? 

– Detrás de este primer cambio (en de la composición del Consejo Directivo), hay versiones -que han tomado estado público, aunque no conozco que haya un documento oficial- sobre la aparente intención de reducir la planta transitoria de personal; de reducir el número de Agencias de Extensión y de modificar, inclusive, la estructura de las Regionales.

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– De allí el estado de zozobra que se evidencia en cada una de las unidades del INTA, en todo el país…

– Es que, todo esto genera mucha incertidumbre y nos preocupa, porque desde fines del 2023, desde que empezó este gobierno, la planta del INTA a nivel nacional se ha reducido ya en un 15%.

A CAMPO. Lejos de las oficinas donde se resuelve el futuro del país, extensionistas del INTA acompañan al sector productivo en cada rincón del territorio. Aquí, desde la Estación Experimental Agropecuaria Rama Caída, en el Sur de Mendoza, asistiendo a ganaderos del semiárido en el manejo del pastizal natural; y en el oasis (abajo), aportando experiencias en el cultivo de forrajes bajo riego y en nutrición animal. Se teme que una nueva embestida del Poder Ejecutivo Nacional, pudiera impactar de lleno en la capacidad operativa de las unidades de Extensión. FOTOS / Revista Campo Andino & Agroindustria.

– ¿Cómo se fue dando ese «achique»?

– Y… por un lado, se han ido más de 1.000 personas en todo el país, porque no hemos renovado las vacantes que normalmente se producen por jubilaciones o por otras causas. Además, el año pasado hubo un proceso de retiro voluntario por el cual también se nos fueron muchos profesionales, técnicos y personal de apoyo.

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– ¿Esto ha tenido alguna incidencia en la actividad del organismo?

– ¡Claro! Eso hace que ya, en este momento, estemos debilitados para atender a las demandas del sector productivo. Si encima viene una nueva reducción de personal (y se habla también de promover más retiros voluntarios), vamos a estar realmente en aprietos para cumplir el rol que tenemos en la sociedad.

***

– ¿Qué ha pasado en este año y medio, desde que inicio la actual gestión de gobierno, en materia presupuestaria?

– Como en toda institución del Estado, se prorrogó el presupuesto 2023 al 2024… y también al 2025, pero con refuerzo. Tenemos restricciones presupuestarias, pero podemos trabajar con bastante normalidad en los proyectos que llevamos a cabo con el presupuesto que tenemos. Veremos si hay un refuerzo para cubrir el último trimestre…

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– Acá hay que hacer una pausa, para no perder de vista de qué estamos hablando. Ustedes están trabajando con un horizonte financiero de cortísimo plazo y en un estado de total incertidumbre en lo institucional… en un ámbito como el de la investigación -aparte de la necesidad de caminar el territorio para llegar con tecnología aplicada al agro- que, por definición tiene agendas de muy largo plazo…

– Tal cual; y por eso el escenario es tan incierto. El INTA tiene muchos proyectos y muchas actividades que -por su naturaleza- son de largo plazo. Estamos hablando, según los casos, de hasta 20 ó 25 años. Así se planifica en una institución de Ciencia y Técnica.

PASEN Y VEAN. Las Jornadas Técnicas y el Taller -bianual- Internacional de Ajo, son «clásicos» de la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta (en el Valle de Uco), el mayor centro genético de esta hortaliza en Argentina. Entre 90% y 100% de las variedades de ajo cultivadas en el país fueron obtenidas por el trabajo conjunto de investigadores y técnicos del INTA. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

– Esos proyectos de tan largo plazo podrían estar relacionados, por ejemplo, con la obtención de material genético… ¿Qué tiene que ver el INTA con eso?

– Mucho. Por ejemplo -y hablando sólo de material generado nuestra Región- entre el 90% y el 100% de las variedades de ajo que se cultivan actualmente han sido obtenidas por el INTA a lo largo de los años (el ajo es la principal hortaliza en Mendoza, y Argentina es el tercer exportador mundial).

Lo mismo la cebolla. Entre el 60% y el 100% de la siembra de cada año, en todo el país, se hace con materiales logrados en nuestras Estaciones Experimentales. Así también, hay variedades de uvas de mesa obtenidas por el INTA que están siendo introducidas en Australia, por ejemplo.

Todo eso no se hace de un día para otro. Es el resultado de un proceso que requiere recursos humanos formados, mucho trabajo de campo, de experimentación… Y en este escenario tan incierto, como el de hoy, se hace difícil pensar en el largo plazo, y eso es malo para una institución de ciencia y técnica.

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– Eso -entre otras cosas, seguramente- en el plano de la investigación. Pero, en paralelo, y suponemos que más en el día a día, tienen la misión de llegar al territorio para responder a las demandas del sector productivo…

– Ese componente de Extensión viene a cerrar el ciclo del rol que tiene la Institución y, de paso, retroalimenta el proceso. En efecto, no sólo hacemos Ciencia y Técnica, sino que tenemos el compromiso de transferirla al sector productivo.

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– ¿Qué resultados cabe esperar de esa transferencia tecnológica?

– Que logremos generar innovación. Y eso no sólo es promover un cultivar que hayamos obtenido; o difundir una metodología de poda que hayan desarrollado nuestros técnicos; o la adopción de un nuevo sistema de riego…

El objetivo es que la adopción de esas tecnologías genere un cambio en la manera de producir y, en definitiva, un beneficio al sector productivo, ya sea por disminución de costos o aumento de productividad.

Es fácil decirlo en estas pocas palabras, pero requiere toda una planificación, un trabajo en equipo y una articulación muy profunda entre el sector privado y el sector público.

OTRO TANTO. Entre el 60% y el 100% de la superficie cultivada cada año con cebolla, en todas las zonas productivas de Argentina, es sembrada con materiales obtenidos en estaciones experimentales agropecuarias del INTA. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

– ¿En qué ámbitos han trabajado -o vienen trabajando, en la Región- donde puedan observarse resultados como los que menciona?

– Tenemos ejemplos muy contundentes, en ese sentido. Uno de ellos es el de la producción de tomate con destino a industria. Esa articulación -en este caso- se da en el ámbito de la Asociación Tomate 2000, donde confluyen los productores primarios, la industria conservera, viveros, empresas de servicios y el Estado, a través del INTA.

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– ¿Qué hacen, concretamente, en ese ámbito de trabajo?

– Se prueban diferentes tecnologías y se hace un balance -y una demostración estática y dinámica- abierta a todo el sector, todos los años. Hay ensayos de variedades de tomate para industria -en parcelas del INTA y en campos de productores-, se prueban sistemas de manejo que incluyen riego, nutrición, sanidad, protección del cultivo, cosecha mecánica…

El resultado es, por un lado, que la Industria va incorporando las variedades que muestran mejor desempeño en sus líneas de proceso, y ésas variedades son las que va adoptando el productor primario (porque son las que van a tener destino comercial).

Hay, al mismo tiempo, un acompañamiento a los productores con un servicio de extensión liderado por técnicos del INTA que les ha permitido, en unos cuantos años, pasar de rendimientos de 40 toneladas por hectárea a 80 ó 90 t/ha. Hay fincas que están produciendo 180 toneladas por hectárea, que son rendimientos comparables con los mejores del mundo.  

Eso no se hace fácilmente, ni de un día para otro. Hay mucho conocimiento ahí; mucha tecnología, muchos años de investigación… y un «intangible» que es la organización, la articulación del sector privado con el sector público, que le ha dado fortaleza institucional a toda la cadena, que -trabajando, como lo viene haciendo desde la década del ’90- ha logrado mantenerse competitiva a pesar de los vaivenes macroeconómicos del país… Pero estos niveles de incertidumbre van mellando la confianza, que es un factor determinante para la continuidad de estos procesos virtuosos de interacción.

TOMATE DE INDUSTRIA. Con apoyo del INTA, como parte de la Asociación Tomate 2000, Productores de Mendoza y San Juan han logrado pasar, en unos años, de cosechar 40 t/ha a obtener rendimientos promedio de entre 80 y 90 t/ha, con máximos que -en algunos casos- llegan a 180 t/ha. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

– Pero, trabajan junto con otros sectores y en convenios con empresas también, suponemos que con las producciones y las particularidades de cada región…

– El INTA ha sido protagonista -coprotagonista en algunos casos- desde su fundación, en 1956, de enormes logros que han tenido impacto internacional. Por mencionar algunos de los de mayor alcance: el desarrollo de la vacuna oleosa contra la Fiebre Aftosa, o el sistema de siembra directa con avances que revolucionaron la producción granaria conservando el suelo.

Pero, efectivamente, en cada región se trabaja con un criterio similar, en distintas producciones y junto con el campo y la industria de base agrícola. Como con la COVIAR, en el Plan Estratégico Vitivinícola; con los Clusters -además del de tomate de industria- que han ido avanzando con sus planes de mejora competitiva (estamos hablando de sectores como el ganadero, el de ciruela de industria, entre otros…).

Además, la investigación y el desarrollo en genética (vegetal particularmente, y animal en alguna medida) es uno de los capítulos de mayor relevancia en nuestra actividad. En todo el país. El INTA tiene más de 900 variedades obtenidas (e inscriptas), de aromáticas, cereales, forrajeras, forestales, industriales, hortícolas, frutales, leguminosas…

***

– ¿Qué avances han tenido, en esa materia, en las provincias de Mendoza y San Juan?

– En nuestra Región hemos trabajado… y seguimos trabajando mucho en desarrollo y preservación de recursos genéticos. Desde la obtención -hace unos años- de variedades de zapallo, cebolla y zanahoria con aptitud para la industria del deshidratado (en convenio con la empresa Unilever) hasta la multiplicación de papines andinos.

En esto último se está trabajando en La Carrera, Tupungato, junto con productores y empresas industriales, para poner en valor gastronómico (y nutricional) esa especie, y escalar la experiencia como una nueva oportunidad de diversificación de la producción de papa en la región.

NUEVAS VARIEDADES de zapallo con distinto propósito, son resultado -también- del trabajo de investigadores del INTA en Mendoza-San Juan, en respuesta a la demanda concreta de productores e industriales para poder expandir su horizonte comercial.

– Habló de «preservación» de recursos genéticos…

– Me refería, por ejemplo, al Banco de Germoplasma de microorganismos que tenemos en la Estación Experimental Agropecuaria Mendoza, donde hay una colección de levaduras, que es la más importante del país. Hemos patentado una de ellas, Tango Malbec que ha sido instalada en todo el mundo por una de las más importantes firmas internacionales en ese rubro.

Además, el Banco de Germoplasma del INTA La Consulta, que preserva 5.000 muestras de semillas hortícolas. O el Banco de Germoplasma de Olivos que tenemos en la Experimental San Juan. Es el más importante del Hemisferio Sur. Hay variedades específicas de olivos, estudiadas desde el punto de vista agronómico y de la calidad del aceite. Se están haciendo aceites diferenciados, que algunas empresas olivícolas están tomando para ganar nichos de mercado en el exterior.

MEDIO MUNDO. En la Estación Experimental Agropecuaria San Juan del INTA está el Banco de Germoplasma de Olivos más importante del Hemisferio Sur. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

– Hay una colección de vid en la Estación Experimental Agropecuaria Mendoza. ¿Está concebida con una lógica similar?

 – Efectivamente. Es la colección de vid más importante de América del Sur. Uno de los trabajos (relativamente) recientes, es la caracterización de uvas criollas, no solo desde el punto de vista botánico y agronómico, sino también enológico (en nuestra bodega experimental).

En asociación con grupos de pequeños productores (cuando estaba vigente el Programa Cambio Rural) y también con grandes bodegas, logramos elaborar ciertos vinos que tienen nichos de mercado en el mundo.

Eso no hubiera sido posible de no ser por la existencia de esa colección varietal (y de ese material dentro de la colección) y de profesionales y técnicos capaceas de caracterizarlo… y una bodega experimental, con enólogos muy capacitados, con aptitudes para identificar las particularidades de esos vinos y, en asociación con productores y bodegueros, agregarles valor y salir al mercado.

Esto (que se da con otras de nuestras producciones… y se replica también en distintos lugares del país, con las producciones que prioriza el sector agropecuario y agroindustrial de cada región), da idea de un proceso de innovación, y el rol que le cabe a una Institución como la nuestra.

LA «INDUSTRIA MADRE» de las provincias cuyanas tiene un lugar preponderante en el Plan de Gestión del INTA. La colección de material genético de vid más importante de América del Sur (que está en la Estación Experimental Agropecuaria Mendoza) o la adaptación de sistemas de manejo para la mecanización integral de viñedos (que desarrolla la Experimental Junín, en el Este de esa provincia), son parte de la agenda vitivinícola de las unidades que dependen del Centro Regional Mendoza-San Juan.

– De manera que sólo en la región centro-oeste del país, el INTA concentra material genético de hortalizas, de vid y de olivos. Suponemos que habrá centros similares en otras regiones…

– Los bancos de germoplasma que tenemos en Mendoza-San Juan son parte de una red de 30 centros homólogos que cubre todo el territorio argentino. Si al material que alberga todo ese conglomerado, le sumamos el material que forma parte de las redes de Zoogenéticos y de Forestales de la Institución, podemos concluir el INTA tiene bajo su tutela más del 90% del total de los recursos genéticos en el país, disponibles para la producción agropecuaria y agroindustrial.

***

– Desde el Poder Ejecutivo justifican las políticas de «recorte» en la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales…

– Hay una política clara en ese sentido, y nosotros la acompañamos. Desde la Dirección Nacional del INTA presentamos -entre diciembre del año pasado y febrero de este año, ante el Consejo Directivo- una serie de sugerencias para optimizar estructuras. Son medidas que, si bien afectan el funcionamiento, van en línea con una gestión más eficiente.

***

– Pareciera que, quienes promueven estos drásticos cambios, no creen posible lograr una gestión eficiente sin reducir la planta de personal. ¿Será porque hay criterios -o valores- divergentes para definir el concepto de «eficiencia»?

– Lo más valioso que tiene el INTA es su personal. Podría ser muy fácil reducir la planta… pero llevaría muchísimo tiempo recuperar recurso humano de esa valía. Porque estamos hablando de gente muy formada, con posgrados en el país y en el exterior; de gente que-además de su tarea específica- hace escuela, conformando equipos capaces de enseñar a los más jóvenes.

Llevaría años reconstruir capacidades en diferentes disciplinas. Porque, seguramente, habría que hacerlo… cuando, quienes toman decisiones, conciban a la ciencia y la tecnología como una inversión y no como un gasto.

***

– ¿Hay números que den sustento a esto de que la Ciencia y la Tecnología son una inversión?

– Hay algunos números que tiene el INTA. Los hizo en su momento la Dirección Nacional. De ese estudio surge que, según las particularidades de las tecnologías evaluadas -y los sectores productivos a los cuales van dirigidas- la relación de peso invertido va de 1 a 10, y en el peor de los casos, es de 1 a 3.

Es decir que, cada peso destinado por el INTA a desarrollar tecnología, se multiplica hasta generar 10 (o 3 como mínimo) en el ámbito productivo que la utiliza. Hay una serie de supuestos y variables en esos análisis… pero, claramente, estos datos demuestran que, poner dinero en Ciencia y Tecnología, en una Institución como la nuestra, es una inversión exitosa.

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– ¿Cómo sigue esto… mientras no haya definiciones por parte del Poder Ejecutivo Nacional?

– Hoy en día estamos trabajando en un ambiente muy complicado… muy incierto, por todas las versiones que circulan. Pero, oficialmente, lo único que parece cierto es el cambio en la estructura del Consejo Directivo… que todavía no se ha concretado.

Siempre he sido optimista. Por naturaleza. Es cierto que en una circunstancia como ésta es difícil transmitir optimismo y alentar a la gente a trabajar. Pero el mensaje sigue siendo ése. Tenemos que redoblar esfuerzos. Trabajar más, porque somos conscientes de que nuestra tarea de cada día es útil para el país…

Probablemente no nos corresponda a nosotros hacer esa valoración. Quizás deberían hacerla los productores, las empresas y las cámaras sectoriales, los gobiernos (tanto municipales como provinciales) con los que tenemos convenios de vinculación para responder a las demandas de tecnología del sector agropecuario, en todo el país. Por supuesto que siempre hay cosas para corregir y mejorar, por eso estamos abiertos -como siempre lo hemos estado- a las sugerencias de quienes son destinatarios de nuestra labor.

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