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Jorge Hilbert, reconocido consultor en cálculo de huellas ambientales en el agro y en la industria de base agrícola, deja entreabierta la ventana para empezar a ver la actividad bajo una premisa bien conocida en el campo: «Lo que sobra… no se tira».
JORGE HILBERT. El director-fundador de Energy and Environmental Consulting Services (EEC) expuso en el noreste de La Pampa invitado por la Sociedad Rural de General Pico. El especialista habló de huellas ambientales, de la obtención de biogás, y de la importancia de agregar «valor intangible» a la producción. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.
Más rentabilidad por menores costos y mayores rindes; mayores posibilidades de asegurar la sostenibilidad de la empresa agropecuaria o de un proyecto determinado… o de sumarle un intangible al producto final, (lo que termina impactando en términos ambientales y comerciales) es el resultado ideal en la ecuación que pudiera formular cualquier productor agropecuario.
Claro que lo ideal suele ser visto como un objetivo inalcanzable. Pero no siempre es imposible. Aunque -por lo general, es cierto- implica estar dispuesto a abrir la cabeza; cambiar la manera de hacer algunas cosas y animarse a más.
Este asunto de producir de manera sostenible en lo ambiental sin perder de vista el resultado económico no es nuevo… aunque, en otros tiempos -lejanos- a nadie se le había ocurrido ponerle nombre.
Eso sí, hay que remarcar que desde hace varios años se le ha dado a esto algunas vueltas de tuerca más; lo que -de paso- habilitó la instalación de conceptos distintos para hablar de lo distinto que se estaba proponiendo.
El punto donde la rosca de la tuerca ya no aguanta más vueltas… el punto culminante (hasta ahora al menos) de esta propuesta de producir de manera rentable y sostenible, es lo que llaman “economía circular” .
Esto, dicho más o menos en criollo, equivale a decir que «lo que sobra, no se tira» (en el campo se sabe mucho de esto).
La idea, en síntesis, es transformar los subproductos de cada proceso productivo en algo útil, inclusive para alimentar el circuito original de producción.
Esto -que puede arrancar con propósitos menos ambiciosos que los que implica «cerrar el círculo» de una actividad económica- vale para cualquier ámbito. Particularmente en el sector agropecuario; donde viene creciendo el tratamiento de los derivados aparentemente desechables de la actividad principal.
Eso permite transformarlos en fertilizantes; insumos para nutrición animal… y hasta en energía (sin hablar de las millonarias inversiones en emprendimientos agrícolas con el objetivo central de producir energía).
TENDENCIA. Con los años, fueron cobrando forma negocios que antes no existían; como la generación de energía a partir del procesamiento de productos primarios del campo y el uso de subproductos de esos procesos, como fertilizantes o para nutrición animal.
En este punto (cuando ya hemos dicho «mucho Gre… Gre… para decir: Gregorio»), no está de más recordar que todo es energía. Lo son esos insumos para formular dietas de nutrición animal y vegetal; y lo es la que hace funcionar las máquinas y, en general, todo sistema de los que ya no podríamos prescindir en nuestra vida cotidiana.
En este entendimiento, la Sociedad Rural de General Pico (en el Noreste de La Pampa), organizó una media jornada como para abrir la ventana y darles, a los productores de la Región, una nueva posibilidad de asomarse al universo de las energías alternativas.
El temario fue variado. Abrió el ingeniero Edmundo Ramos, el cordobés que desarrolló un gasificador de residuos que genera «gasura» combustible como alternativa a los derivados del petróleo (los interesados pueden informarse ingresando a https://autoabasura.com/) .
Expuso, también, el ingeniero Mauro Bagnati (de la empresa local INGER) sobre energía solar aplicada al agro; mientras que Georgina Doroni, subsecretaria de Energías Renovables de La Pampa (gdoroni@lapampa.gob.ar) cerró el encuentro con un detalle de los instrumentos de apoyo provincial al desarrollo de proyectos sustentados en el uso de energías limpias.
En el medio, el ingeniero agrónomo Jorge Hilbert director-fundador de Energy and Environmental Consulting Services (EEC), desplegó una exposición sobre dos temas: uno, huella ambiental; el otro, biogás.
En realidad, los dos temas terminaron siendo tres, porque al final ofreció un breve resumen sobre los bonos verdes, esos instrumentos de inversión en fondos destinados a financiar proyectos de energías renovables, eficiencia energética, transporte limpio o gestión responsable de residuos, entre otras áreas.
EEC es una consultora nacional focalizada en el cálculo de huellas ambientales en el agro y en la industria de base agrícola; y en la verificación, validación y certificación de emisiones (potencialmente perjudiciales para ambiente) de organizaciones, proyectos y productos, que son los distintos ámbitos donde es posible medir ese desempeño.
Las energías renovables y el biogás son «dos de mis pasiones tempranas» confesó Hilbert en diálogo con Campo Andino, refiriéndose a su incursión en esos temas apenas despuntaba la década de 1980, en un camino profesional que lo llevaría a transitar (entre otros ámbitos) por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria durante alrededor de cuatro décadas.
Pero las pasiones de unos no necesariamente tienen que despertar el interés en otros; y quien así lo crea, debería explicar por qué. Eso, precisamente, le planteamos a Jorge Hilbert… y en estos términos:
«– Al margen de la responsabilidad que a cada uno nos cabe en cuanto a la protección del ambiente… ¿por qué un productor agropecuario debería estar interesado en las emisiones que genera su actividad?» preguntamos.
«Porque impacta positivamente en el margen bruto… en la rentabilidad de la producción» respondió el entrevistado. «Por un lado -agregó- se refleja en menores costos, simplemente con prácticas de manejo. Por ejemplo, Hacer control de malezas con cultivos de cobertura permite evitar el uso de altas dosis de herbicidas».
«Por otro lado -prosiguió Hilbert- por la reducción de emisiones de óxido nitroso en fertilizantes nitrogenados. Esto, en definitiva, es más nitrógeno que está en el suelo y más nitrógeno que va a capturar la planta y, por ende, va a impactar en el rendimiento del cultivo» .
«Además -continuó- el uso eficiente del tractor… de la maquinaria agrícola, en general, implica un menor consumo de combustible por hectárea y por unidad producida», lo que achica costos y atenúa las emisiones de gases nocivos para el ambiente.
Reconoció que «ésto, que hoy tiene ese barniz del ahorro de emisiones, o de captura de carbono… va en la misma línea de proyectos nacionales que teníamos hace 15 ó 20 años, cuando planteábamos la importancia de usar de manera eficiente maquinaria agrícola».
Jorge Hilbert señaló, por otra parte, que el solo intento de llevar adelante una gestión más eficiente de la empresa agropecuaria, midiendo en qué y cómo se aplican los recursos financieros, «ayuda a tener las cuentas en orden» .
«Es una forma de saber si soy eficiente o si soy ineficiente. Es como llevar al día un boletín de calificaciones, para saber cómo voy, qué materias llevo más o menos bien, y en cuáles estoy más flojo, para dedicarle más atención y más tiempo», comparó.
El consultor subrayó que «a nivel de agroindustria, nosotros venimos trabajando en esto hace 15 años… y hemos visto transformaciones muy significativas en inversiones y en generación de negocios que antes no existían».
Por ejemplo, la generación de energía a partir del procesamiento de productos primarios del campo y el uso de subproductos de esos procesos como fertilizantes o para nutrición animal, según los casos.
Reconoce que la posibilidad de ingresar a nuevos negocios (o, en todo caso, la forma de hacerlo) dependerá en alguna medida de la escala del productor.
Sobre este punto, sugiere que la escala puede no ser un impedimento, si esa apertura a nuevas oportunidades se canaliza, junto con otros productores, a través del sistema cooperativo.
Mencionó, como ejemplos, dos grandes emprendimientos de la Asociación de Cooperativas Argentinas. Uno, ACA Bio, la planta productora de bioetanol ubicada en Villa María, provincia de Córdoba.
El otro, la planta Yanquetruz (en San Luis), una central de generación de energía eléctrica renovable a partir del biogás producido por descomposición del purín de cerdos generado en la granja aledaña a la planta.
Además, hay grupos de productores (integrados, aunque no bajo la figura jurídica de una entidad cooperativa) que también vienen trabajando en esto. «Como el grupo emblemático de Río Cuarto» subrayó Hilbert.
Se refería a Bioetanol Río Cuarto S.A. («Bio4»), una sociedad integrada por «28 socios empresarios agropecuarios innovadores», según consigna la portada del sitio web de la compañía, que muele más de 200.000 t de maíz por año.
El bioetanol -recordemos- es un alcohol etílico de alta pureza, anticorrosivo y oxigenante que puede ser empleado como combustible mezclándolo con naftas en diferentes proporciones. En este caso, es el producto de la destilación (y posterior deshidratación) del alcohol obtenido por fermentación del almidón de maíz.
Hilbert destacó que esa compañía «ha ido reinvirtiendo y creciendo con los años» y que «hoy tiene plantas generadoras de biogás (que obtienen utilizando, además de maíz, el estiércol del ganado que engordan en sus corrales); generan electricidad y calor prácticamente en condiciones de carbono neutral; y han ingresado también en la parte de comercialización de bonos«.
Al tiempo de apuntar que el cálculo de la huella de carbono lleva implícito el concepto de balance de carbono (esto es: emisiones menos capturas, según la actividad) Hilbert reconoce que en algunos mercados hay restricciones para ingresar con productos cuyo balance ambiental esté en rojo.
Dados estos casos, ya no se trata de si me conviene o no me conviene trabajar para estar cada vez más cerca de lograr una ecuación ambiental neutra o, al menos, no por debajo de ciertos umbrales. En esos casos, de lo que se trata es de poder o no poder colocar un producto de esos mercados.
Pero, sin llegar a ese punto, «es posible mejorar la performance comercial incrementando el valor del producto con el agregado de un intangible como es la certificación de la huella ambiental… ya sea del producto en sí, del proyecto que lo genera o de la empresa que lo pone en mercado», finalizó el ingeniero agrónomo Jorge Hilbert.
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Es cierto que estos temas pueden estar un poco distanciados de la preocupación cotidiana de buena parte de la producción agropecuaria en Argentina. En la mayoría de los casos, probablemente, por desconocimiento.
Así es que, por si a alguien le interesara asomarse a esta ventana, dejamos aquí algunos enlaces de contacto con el Ing. Hilbert, que está abierto a consultas sobre estos asuntos. Vínculo con la Consultora EEC | Enlace con el Canal de Difusión | Su Perfil de LinkedIn.
BIOGAS ENERGÍAS ALTERNATIVAS HUELLA AMBIENTAL