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Entrevista con:
ING. AGR. ALEJANDRO GARCÍA.
Director de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Junín (Mendoza).
En los primeros días de marzo, el ingeniero agrónomo Alejandro García asumió la Dirección de la Estación Experimental Agropecuaria Junín (Mendoza) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
La unidad está situada, precisamente, en Junín; y tiene ámbito de acción también en los otros cuatro departamentos del Este mendocino: San Martín, Rivadavia, Santa Rosa y La Paz.
El ingeniero García es valorado por su trayectoria como extensionista especializado en vitivinicultura. Su perfil seguramente le permitirá afrontar el gran desafío de abordar un panorama productivo complejo, en una zona que suma la mayor superficie cultivada con vid y el mayor volumen de producción de uvas en todo el país.
Pero los territorios del Este mendocino muestran también otros escenarios, con actividades distintas de la vitivinícola. Algunas de ellas con fuerte arraigo, como la ganadería de cría en el secano, y otras que vienen abriéndose paso hacia lo que podría derivar en una paulatina transformación productiva de esos departamentos, como la horticultura, los forrajes y la ganadería en oasis.
Éste es uno de los temas cuyo abordaje resulta de particular interés. Para conocer cómo podría ir reperfilándose el futuro de esa zona, pero también porque surge como una inquietud coincidente con los sectores productivos de otras zonas de la provincia.
Esta cuestión, entre muchas otras, fue parte de un extenso diálogo que mantuvimos con el Ing. García, a poco más de dos meses de su asunción como Director de la Experimental Junín del INTA.
– ¿Qué se ha propuesto lograr como resultado de la gestión iniciada en marzo?
– El propósito es posicionar al INTA de Junín como un referente tecnológico de la zona, en tres temáticas fundamentales: agua; modernización productiva; y agroecología. Ésos son los tres ejes estratégicos que van a orientar la gestión.
Para lograrlo, deberemos fortalecer los consejos locales asesores; fortalecer la investigación y la extensión, para lo cual se potenciará la conformación de equipos; y diseñar un sistema de comunicación que nos permita llegar a todos los sectores con las tecnologías de innovación que vayamos generando.
– ¿Con qué herramientas avanzará hacia el logro de esos objetivos?
– Aspiro a que podamos contar con extensionistas especializados, para anticiparnos a las necesidades del productor. Esto se haría a través de la experimentación adaptativa, que le permitiría al extensionista empezar a probar nuevas herramientas tecnológicas, de manera que cuando el productor las incorpore, ya las hayamos probado.
Por otra parte, la investigacióndeberá corresponderse con las producciones y las demandas de la zona. Tenemos un territorio muy amplio, dividido en dos sectores: el oasis, donde tenemos cultivos de vid, el olivo, frutales de carozo y la horticultura; y una zona de secano con ganadería bovina y caprina. En un sector del oasis, desde hace unos años, se están desarrollando cultivos de forrajes para engorde de ganado bovino, sobre todo en los departamentos de Santa Rosa y La Paz.
De manera que estamos inmersos en una realidad que muestra facetas muy diversas y evidencia un proceso de cambios del que surgen (y surgirán) demandas a las que debemos responder y, en lo posible, estar preparados para anticiparnos.
Por eso es que tenemos que hacer un cambio de la forma de transferencia al sector, fortalecer los equipos de trabajo (investigación-extensión) e implementar experimentación en fincas de productores.
De esta manera, generaremos las herramientas tecnológicas acordes a las necesidades, y mediante un sistema de investigación-extensión más versátil, llegar con respuestas “a la medida” de cada actividad.

OTRO ENFOQUE. El INTA Junín trabaja en la modernización de sistemas productivos. En vid, se ensayan esquemas de conducción que faciliten la mecanización integral. FOTO/CAMPO ANDINO.
– ¿Cómo se imagina ese plan estratégico de comunicación que mencionó?
– Por un lado, debe mantener informado a todo el sector productivo, y por otro, tiene que captar sus demandas, mediante una fuerte vinculación a través de los consejos locales asesores, que nos van marcando el camino a través de sus requerimientos de recursos tecnológicos para cada actividad.
De modo que debe ser un INTA abierto, con mucha articulación con los municipios y con todas las instituciones públicas y privadas con presencia en la Zona Este.
Me imagino un INTA permanentemente presente en medios locales, ya sean gráficos, audiovisuales tradicionales, digitales (incluidas las redes sociales).
Pero no sólo mejorar la comunicación hacia afuera, sino también hacia adentro, para generar un vínculo más fluido dentro de la Experimental Junín, y en interacción con todas las unidades del INTA en la Región.
Creo que eso puede aportar a una gestión más eficiente, con respuestas más rápidas y mucho más enriquecidas, a las demandas de los sectores productivos de toda la Región.
– Se refirió en el comienzo a tres ejes estratégicos. Cabría suponer que están relacionados con problemáticas por corregir o -eventualmente- fortalezas por desarrollar y potenciar. ¿Esto es así?
– Sí, de hecho, una de las mayores debilidades (no sólo del Este de Mendoza, sino de toda la Región), es la escasez del recurso hídrico, que se acentúa cada año. Por eso está en primer lugar entre las prioridades de nuestro plan de gestión.
– ¿Cómo se manifiesta el problema del agua en la zona?
– La estacionalidad de la entrega es un problema. Se realiza en los meses de primavera verano fundamentalmente, y eso nos limita las opciones de cultivo.
Para esto tenemos que trabajar con el Departamento General de Irrigación y pensar en esquemas de distribución distintos, para aprovechar mejor el agua en las producciones tradicionales de la zona, y que nos permita pensar en otras alternativas productivas.
Al mismo tiempo hay que mejorar la eficiencia de riego. Si bien muchos productores vienen trabajando en ese sentido, es mucho lo que queda por hacer. El grueso de los productores aplica riego superficial, sin tener en cuenta la demanda del cultivo y con muy bajos niveles de eficiencia.
Hay que trabajar mucho en mejorar la eficiencia intrafinca y para esto tenemos profesionales muy bien formados en la EEA Junín -que además son referentes regionales- que ya están trabajando en este sentido.
– Claro que, en este punto surge un tercer plano de abordaje del problema del agua. Porque a la mejora de la distribución y de la aplicación intrafinca del recurso, se suma el criterio para establecer la demanda. Es que «el cuánto y el cuándo» entregarla, deberá surgir de la necesidad real de cada cultivo, lo que supone un cierto grado de complejidad adicional de manejo agronómico, que probablemente gran parte de los productores no esté implementando.
– Bueno, precisamente en estos días se firmó un convenio con el Departamento General de Irrigación para trabajar en este punto. La idea es empezar a medir eficiencia intrafinca.
Irrigación ha hecho alrededor de 60 evaluaciones de eficiencia en la zona, y desde la Experimental haremos unas 20 mediciones de eficiencia más, que complementarán el diagnóstico. Se está avanzando en las devoluciones a cada productor de manera conjunta con Irrigación.
– ¿Pero van a avanzar más allá de esas evaluaciones de eficiencia que ya han realizado?
– ¡Claro! Avanzamos en el diseño de parcelas de ensayo de riego, que pasarán a ser parcelas demostrativas, en distintos puntos de la Zona Este. Haremos mediciones de eficiencia y a partir de los resultados deben surgir propuestas de mejora.
A muchos productores se les va a proponer la mejora y acompañarlos en la implementación. En muchas de estas parcelas, vamos a hacer un seguimiento conjunto entre investigadores y extensionistas del INTA especialistas en riego, técnicos de programas como Cambio Rural y Centros de Desarrollo Vitícola, y técnicos de Irrigación.


– Habló también de la «modernización de los sistemas productivos» como uno de los ejes estratégicos sobre los cuales avanzarán durante los próximos cuatro años. ¿A qué se refiere?
– Esto tiene que ver con la necesidad de resolver el problema de la escasez de mano de obra, que se agrava cada año. En ese sentido es que estamos pensando en una agricultura más mecanizada, que nos permita suplir la falta de recurso humano para realizar determinadas tareas, porque cada temporada va a ser más difícil conseguir gente.
Acompañamos los procesos de la cosecha asistida, que es menos demandante que la vendimia tradicional, pero a futuro vemos una producción primaria más mecanizada, no sólo en vid sino también en los otros sistemas de producción.
– ¿Cuál sería el aporte del INTA Junín en ese sentido?
– No vamos a diseñar maquinaria, sino a trabajar (como ya lo venimos haciendo en la Experimental) en la adaptación de cultivos a la maquinaria disponible en el medio.
Tenemos en la zona una red de parcelas de vid conducidas en «box prunning», que es un sistema de canopia libre que permite mecanizar tanto la poda del viñedo como la cosecha, actividades que suman entre el 60% y el 70% de los costos de producción.
Esta red de parcelas es muy variable. Pueden ir de las 3 a 5 hileras, a con productores que tienen 15 ó 20 hectáreas de viñedos conducidos en box prunning.
– ¿Hay interés de los viticultores del Este en implementar estos sistemas?
– Si, en la zona cada año se suman más productores a este sistema buscando -principalmente- bajar costos y no depender tanto del gasto en mano de obra; y muchas empresas grandes se han ido directamente hacia la mecanización.
El desafío es anticiparnos a los problemas que muy probablemente va a empezar a tener el productor cuando comience a migrar hacia ese sistema de conducción del viñedo.
Entonces, en estas parcelas, seguimos corrigiendo detalles de formación, de manejo, etc., para poder responder a la demanda futura de los productores que vayan incorporando esta tecnología.
– ¿Cómo encaja el concepto de la Agroecología en su agenda de gestión? Porque lo expuso como uno de los ejes estratégicos…
– Está claro que -hoy más que nunca- el mundo es cambiante, dinámico, y vemos que hay una creciente demanda de productos amigables con el medio ambiente.
Por eso estamos conformando un equipo para replicar ese esquema de parcelas donde -en este caso- trataremos de trabajar al menos en una transición desde el manejo tradicional hacia un manejo agroecológico de los cultivos de la zona.
Porque, si bien en Argentina todavía no lo vemos, es lo que están demandando los consumidores de otros países, y están dispuestos a pagar un diferencial por esos productos.
– ¿Cómo trabajarían concretamente, en esas parcelas?
– La idea es reducir sensiblemente el uso de agroquímicos, como uno de los presupuestos básicos para poner a la producción bajo un paraguas de sostenibilidad ambiental que contemple el cuidado de la biodiversidad. Tanto el bosque nativo del secano, como algunas especies que prosperan en el oasis y que tradicionalmente son consideradas «malezas», pero que no compiten con los cultivos y son hospedero de insectos que no afectan la producción y son enemigos naturales de otras especies que sí causan daño económico.
En este esquema entra también el uso racional del recurso hídrico. En fin, la idea es abordar el espacio productivo como un sistema, para obtener productos que sean resultado de un proceso más amigable con el ambiente. Debemos mirar no sólo el cultivo, sino el entorno.
– ¿Cuál es el alcance de la propuesta de modificar la matriz productiva del Este de Mendoza?
– Mire, no me imagino que Santa Rosa y La Paz, por ejemplo, puedan volver a ser relativamente fuertes en frutales o en viñedos. En cuanto a los viñateros o fruticultores que permanezcan en esas actividades -en esos departamentos- no podemos permitir que desaparezcan, pero tenemos que hacer que ganen plata, hay que contenerlos, pero que estén capitalizados, no empobrecidos, por supuesto.
– ¿Por dónde estaría pasando, en esos casos, el perfil productivo?
– Veo a esa zona (me refiero a Santa Rosa y La Paz) focalizada en la producción de alimento para el engorde del ganado proveniente de los campos de cría de la propia zona. De hecho, es lo que se está viendo ahora, pero creo que se va a expandir el área destinada al cultivo de forrajes, quizás incorporando mayor superficie bajo riego por pivote central e inclusive produciendo semillas de forrajeras y de otras especies, porque hay parcelas donde se vienen cultivando oleaginosas para semilla.
Por supuesto, la veo fortalecida en la producción ganadera. La cría (bovina y caprina) en el secano, y el engorde en el oasis, ya sea mediante sistemas estabulados o en potreros con pastoreo rotativo. Lo cierto es que me imagino a Santa Rosa y La Paz, claramente ganaderas.

– ¿Habría que replantear también la estructura productiva de los otros tres departamentos del Este mendocino?
– Para el oasis de San Martín, Junín y Rivadavia, cuando hablamos de diversificación podemos plantearnos hacer otra cosa, o algo distinto dentro de la misma actividad. No hay dudas de que estamos hablando de zonas netamente vitícolas. Porque la fruticultura tuvo un retroceso muy importante y hoy no es una actividad relevante.
– ¿Plantea dejar de lado lo que queda de fruticultura?
– ¡No!, creo que hay buscar la manera de sostener a los productores frutícolas que siguen en la actividad. No necesariamente tienen que migrar hacia la vid. De lo que se trata es de generar modelos que nos permitan volver a una fruticultura rentable. Creo que podemos lograrlo. Tal vez será a largo plazo, pero podemos pensar en recuperar algo de la fruticultura que teníamos.
Por otro lado, la horticultura está ganando espacio, sobre todo en tierras donde hubo viñedos y frutales. Es la única actividad que viene con cierto crecimiento relativo en los últimos años.
– ¿Propone entonces, incorporar otra u otras producciones o diversificar dentro de la viticultura?
– De eso se trata. Ceo que, en lo inmediato, tenemos que pensar en diversificar dentro de la misma actividad. Acompañando la especialización de productores de uvas para vinificar; de productores de uva para mosto por otro lado, y de uvas de mesa…también como una opción productiva independiente de las otras dos.
Entonces, dentro de una misma actividad -en este caso la viticultura- tendríamos esa diversificación, con productores especializados.
– Bueno. Sería interesante que finalmente se entendiera la conveniencia de separar el negocio del vino del negocio del «azúcar» y del negocio de la fruta… ¿Han «sondeado» con esta idea al sector privado?
– Tenemos un proyecto local para trabajar en la cadena del mosto. La idea es que, desde el «día cero», el productor ya piense en función de ese destino de sus uvas; que el jugo concentrado de uva no sea la alternativa, sino el único propósito de su producción.
Estamos por firmar un convenio con la Cámara del Mosto para trabajar en esto, y poder acompañar la especialización de viñateros en la producción de uvas para ese destino, a fin de poder generar y transferir un paquete tecnológico específico.
– ¿Van a trabajar con productores que ya están en la actividad, o a promover nuevos emprendimientos?
– Vamos a trabajar con productores que ya están en alguna medida fidelizados con la industria y que todos los años le llevan la uva a la mostera, con la que tienen un acuerdo implícito. La idea es asociar a toda la cadena y especializarla.
El productor se va a concentrar en producir con ese destino. Se buscará la manera de incorporar mayor nivel de mecanización del cultivo.

– Otra actividad relevante en el Este de Mendoza es la olivicultura. ¿Qué están aportando en términos de investigación para ese sector?
– La olivicultura es una de las producciones más importantes en la zona, y es por esto que estamos trabajando con la misma idea (y vamos a continuar en igual sentido). Desde hace algunos años venimos evaluando experiencias de estrés hídrico en olivares, para reducir con consumo de agua sin afectar el volumen de producción ni la calidad del aceite.
Además, en este último tiempo estamos avanzando en mecanización, sobre todo de la poda, y particularmente en sistemas intensivos.
Es que el gran problema de la olivicultura es la falta de gente para cosechar, lo que nos lleva hacia modelos de manejo con el mayor nivel de mecanización posible.
Claro que la mecanización de la cosecha es posible en la medida que lo permita el marco de plantación y el sistema de conducción; y estos sistemas permiten mecanizar no sólo la recolección, sino también la poda. En esto, precisamente, es en lo que estamos trabajando.
-Mencionó a la horticultura. ¿Usted ve un interés mayor en estas producciones?
– En la zona de San Martín y Rivadavia se están viendo chacareros grandes, que tienen llegada al mercado, que han ido comprando tierras abandonadas y alquilado otras, para hacer principalmente ajo y cebolla y algo de zanahoria, como cultivos más relevantes.
En la mayoría de los casos es gente de la misma zona, que producía hortalizas en superficie más chicas, y que últimamente se ha ido expandiendo.
– ¿Cómo se imagina el final de gestión, cuando hayan transcurrido los cuatros años que tiene por delante? ¿Qué espera haber dejado cuando culmine su paso por la Dirección de esta Experimental?
– Haber logrado marcar un rumbo para el INTA Junín, de manera que quien asuma la responsabilidad de conducir la Institución en la zona pueda avanzar sobre objetivos y líneas de acción claramente definidos y consensuados, con fuerte apoyo de todos los actores de la actividad en el territorio, representados en los Consejo Asesores.
Confiamos en que la dirección trazada resume la propuesta de la Institución a favor de la transformación productiva de este amplio territorio, porque el plan de gestión que expusimos en su momento, estuvo enriquecido con aportes de los compañeros con quienes venimos trabajando en la Experimental. De manera que iniciamos este camino con el propósito de alcanzar objetivos compartidos, plasmados en esos ejes estratégicos definidos a partir de una visión igualmente compartida: que el INTA de Junín deberá ser un referente tecnológico en la zona Este de Mendoza.
ESTACIÓN EXPERIMENTAL AGROPECUARIA INTA JUNÍN MENDOZA INGENIERO AGRÓNOMO ALEJANDRO GARCÍA