
FRUTOS SECOS
NEGOCIOS
La pérdida de producción de la última campaña estabilizó la oferta y tonificó los precios. Pero una cosecha plena en 2024 dejaría al negocio expuesto a un mercado interno inelástico, y exportaciones ya jaqueadas por atraso cambiario y falta de divisas para cancelar servicios e insumos críticos.
Una menor oferta por pérdidas de producción en 2023, y un aceptable volumen exportado (aunque a precios limados por el desfase cambiario), mantuvieron tonificados los valores en el mercado interno y permitirán llegar casi sin stock a la nueva cosecha de nueces en Argentina.
Así resume el año, desde la perspectiva del sector, el ingeniero agrónomo Federico Argumedo, socio gerente de La Delmira S.R.L., empresa familiar de servicios de empaque y comercialización que trabaja a partir de alianzas estratégicas con productores de nueces de las provincias andinas de Argentina, desde Salta hasta Río Negro.
En diálogo con Campo Andino, Argumedo explicó que, «de la cosecha potencial de la Argentina, que estimamos entre 24 y 25 millones de kilos, calculamos que la temporada que pasó tenemos que haber perdido entre 6 y 7 millones de kilos, la mayor parte por heladas, pero también por granizo».
De manera que, a nivel nacional, «la oferta total estuvo este año cómodamente por debajo de los 20 millones de kilos» lo que es un volumen «bastante bajo»; y eso favoreció una tonificación de los precios en el mercado interno.
El referente nacional del sector precisó que, desde el inicio de la temporada y hasta el cierre de septiembre, las exportaciones totales sumaron «unos 7,7 millones de kilos» mientras que «en octubre podemos haber cargado medio millón de kilos más» .
Aclaró que no será mucho más que eso, porque «las acciones de venta del 2023 están cerradas». Por eso es que, aunque «en octubre se cargó algo», ahora viene una pausa hasta el próximo año.
Aseguró que ése es un buen volumen, lo que, sumado a que la producción del año quedó recortada respecto al potencial de los nocedales argentinos, dejó al sector «con una oferta muy razonable para el mercado interno» durante 2023.
Un mercado nacional -dicho sea de paso- que tuvo una demanda firme, en buena medida porque «la gente se apresuró a comprar para desprenderse de los pesos y stockearse en algo» apuntó. Eso «nos permitió a los productores hacernos del dinero para poder comprar agroquímicos y otros insumos».
El titular de La Delmira señaló que, en el mercado externo, «los precios son más bajos» . Precisó que «la nuez con cáscara se vendió a un promedio de entre USD 2,50 y USD 2,70 el kilo» .
En el segmento de las nueces sin cáscara, en el exterior, «la 80/20 (la mejor, la nuez mariposa) está USD 7 el kilo» mientras que «una más económica la estamos vendiendo a USD 4/kg» . Con esos valores, «a un dólar oficial no fue un gran negocio, pero se vendió…».
Mientras que «el mercado interno respondió bien; con precios muy buenos con respecto a los del año pasado y a los de exportación». Detalló que «hoy, a esa nuez tope de gama la estamos vendiendo a valores que están por encima del equivalente a 10 ó 10,50 dólares oficiales» (contra los 7 que vale en el exterior).
Inclusive «una más económica» (de menor valor comercial, pero también sin cáscara) que cotiza a USD 4 el kilo fuera del país, «aquí está a USD 9 ó USD 9,50» . Los valores de la nuez con cáscara quedan fuera de la comparación porque -en términos relativos- es muy poco relevante la demanda interna.
Así, un aceptable volumen de exportación (aunque a precios desmejorados «por la diferencia que hay entre el dólar oficial y el dólar blue») permitió mantener tonificados los precios en el mercado interno y acomodar las existencias.
De manera que «vamos a llegar a la cosecha del año que viene prácticamente sin nueces o con muy poco stock» dijo Federico Argumedo en diálogo con Campo Andino.
Pero advirtió que «este escenario es muy frágil» . Es que, «si no hubiéramos exportado lo que exportamos, nunca podríamos haber vendido al precio que vendimos en el mercado interno», porque el mercado nacional hubiera estado sobreofertado.
«Hay que jugar en las dos ligas», sentenció. «Si es necesario, hay que resignar algún ingreso afuera, para limpiar stock y poder vender bien adentro». Aunque admitió que los precios de exportación «no son malos». El problema es que «no tenemos un dólar como Dios manda; porque un retorno de $ 360 por dólar… es muy malo».
INCERTIDUMBRE. Argentina va a llegar prácticamente sin nueces o con muy poco stock a la próxima cosecha. Ahora bien, si los nocedales terminan entregando todo su potencial -o muy poco menos- habrá que encontrar salida, en el exterior, para todo lo que supere los 20 millones de kilos, advierte Federico Argumedo.
Aun así, el mayor factor de incertidumbre con vistas a la próxima temporada es que «si cosechamos los 24 ó 25 millones de kilos» que, potencialmente, tienen para dar los nocedales argentinos… «todo lo que cosechemos por encima de los 20 millones, lo tenemos que exportar… para mantener esos valores, porque el mercado interno es más o menos estable».
Se estima que los fenómenos meteorológicos terminan llevándose, regularmente, alrededor del 10% de la producción potencial. Aunque en la última campaña, las pérdidas fueron significativamente mayores. Esta temporada (hasta hoy) las plantaciones no acusaban daños de relevancia, por heladas tardías al menos.
Los frutos -a la fecha, y según las zonas- tienen un diámetro aproximado de entre 4 y 5 mm, de manera que eventualmente podrían haber sufrido los efectos del Zona de los últimos días. Pero eso podrá verificarse recién en el transcurso de la semana próxima.
Sobre el destino del volumen adicional que podría dejar una cosecha normal, Argumedo admite que «las oportunidades para la nuez argentina en el exterior dan, en realidad, para cargar mucho más que lo exportado cada año».
En realidad, daría para todo lo que se produce, y más. Pero una cosa son las oportunidades y otra, muy distinta, las posibilidades de concretarlas; y aquí entran a jugar un par de factores que son determinantes.
Por un lado, las negociaciones comerciales que permitan a los exportadores argentinos quedar en un pie de igualdad frente a sus competidores de otros países, respecto al tratamiento arancelario del producto en distintas plazas comerciales. Un tema que, seguramente, abordaremos en un par de semanas.
Por otra parte, los desajustes cambiarios que mellan la competitividad de los negocios fuera del país, junto con la falta de divisas para cancelar servicios críticos, son factores que ponen en situación muy comprometida, también (porque no es el único sector afectado) a los exportadores argentinos de nueces.
«Tenemos problemas para sacar contenedores porque no les podemos girar dinero a las navieras»; y por la misma razón «no les podemos pagar a nuestros vendedores en el exterior», se lamentó el empresario.
Además, «no podemos importar repuestos para las máquinas cosechadoras, para las máquinas lavadoras… estamos tratando de hacerlos con torneros nacionales, pero no podemos importar nada» .
«Entonces -resumió- si no podemos acceder a insumos imprescindibles; si no podemos pagar fletes; si no podemos pagarles a los vendedores… Nuestros agentes comerciales cobran comisión; y si después de haber trabajado un año para los argentinos descubren que no pueden cobrar por su trabajo, no van a estar trabajando gratis para nosotros… y, venderán para los chilenos, que son más civilizados».
Así las cosas, «las variables se complican, porque los costos aumentan, los beneficios disminuyen… porque ahora dicen que tenemos un dólar de $ 500, o un poco más; no sé, pero me gustaría que algún cliente me liquidara para poder confirmarlo, porque hasta el momento no he visto un solo dólar de 500 pesos».
Planteado el panorama en estos términos, da que pensar (y esto corre por cuenta de nuestra interpretación) que lo expuesto debería tener, a modo de cierre, algo así como: «hasta acá venimos bien, pero…». Porque hay grandes incógnitas que se abren a partir de ahora.
Por un lado, la marcada incertidumbre que muestra el escenario político; los enormes desafíos macroeconómicos sin resolver; y la pericia (y las intenciones) de quienes deban asumir la responsabilidad de diseñar las estrategias y liderar las acciones para afrontarlos.
Por otra parte, cuánta fruta van a entregar los nocedales cuando llegue la cosecha de 2024. En este punto se cruzan las dos incógnitas. Porque, si estuviéramos ante un volumen que se corresponda con el potencial productivo, habrá que vender más que este año. Afuera, o adentro.
El problema es que el mercado interno probablemente no soporte una oferta mayor que la de 2023… sin resentir los precios (sobre todo, ante un eventual deterioro adicional de la capacidad de compra, que no sería prudente descartar). Pero, aún con precios bajos sería un problema porque (y éste el punto) localmente es un producto de demanda inelástica. Es decir, no porque -eventualmente- los precios cayeran, la gente va a consumir más nueces… o significativamente más.
En el exterior, en tanto, todo parece indicar que los tiempos por venir no se insinúan florecientes. Los conflictos en desarrollo y los que puedan venir, probablemente no contribuyan con el sostenimiento del consumo, aunque unos productos pudieran sufrirlo menos que otros; y es probable, también, que los precios no experimenten variaciones de relevancia.
Lo cierto es que, visto en perspectiva, intentar escudriñar el escenario por venir sería un ejercicio de futurología que escapa a nuestras capacidades… y a la de los protagonistas de ésta, y del resto de las actividades (las lícitas, al menos).
Es que -aparte de las elecciones que definirán no ya el futuro del país, sino si el país tiene futuro– falta algo tan del día a día, del semana a semana, como es: lo que pueda ocurrir con las contingencias climáticas (todas) y su eventual impacto sobre la producción.
Después del 20 de febrero, cuando los exportadores argentinos de nueces (junto con los de otros agroalimentos) empiecen a transitar las ferias internacionales que verdaderamente mueven los negocios, podrán tener una idea aproximada de cuánto volumen (y de qué calidad) tendrán para ofrecer al mundo.
Pero estamos hablando de casi 4 meses… poco menos de 20 semanas… ¡110 días! Una eternidad. El mundo podría ser otro mundo; y Argentina, otro país (quizás no el que desearíamos). Ojalá no lleguemos a ese momento añorando “aquel tiempo (éste) en el que estábamos tan mal”.
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