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“La disputa urbano-rural por la tierra y el agua es la mayor preocupación”

5 de junio de 2021

Entrevista con ANALÍA DÍAZ BRUNO
Directora de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Mendoza.


Se ha desempeñado como investigadora y extensionista, especializada en Desarrollo Rural, Agroecología e Integración de Tramas Productivas. Es una de las mujeres profesionales que asumieron, a comienzos de marzo último, la responsabilidad de conducir tres de las cinco estaciones experimentales dependientes del Centro Regional Mendoza San Juan.

La Unidad a su cargo tiene ámbito de acción en el Oasis Norte de la provincia de Mendoza, con presencia en las zonas rurales de los departamentos Luján de Cuyo, Maipú, Guaymallén, Las Heras y Lavalle.

Pero también en la ciudad Capital de la Provincia e inclusive en el departamento Godoy Cruz, donde durante décadas, esa Unidad ha venido forjando una vinculación muy cercana (física e institucionalmente) con el sistema científico-tecnológico de mayor masa crítica del Oeste de Argentina, que está concentrado en los distritos netamente urbanos del Gran Mendoza.

A casi tres meses de haber asumido, entrevistamos a la ingeniera agrónoma Analía Díaz Bruno para saber cómo ve el territorio donde deberá trabajar, y conocer qué tópicos ha priorizado y con qué herramientas de gestión ha decidido encararlos.

– Le toca trabajar en un ámbito particularmente complejo. Por la diversidad de las producciones y, sobre todo, porque sigue ampliándose el área donde interactúan lo rural y lo urbano. Parece todo un desafío…

– Es un desafío muy grande. Por lo que usted señala, y porque nos hacemos cargo de una Experimental con décadas de presencia en el territorio, y una reconocida trayectoria que ha dejado su impronta en el Oasis Norte de Mendoza.

Desde el INTA venimos trabajando en la región, no solamente en temas agropecuarios, sino también en responder a otras demandas de la sociedad como son los alimentos sanos, funcionales, nutraceúticos y la producción sostenible, entre otras.


PRIMERA ZONA. El ámbito de acción de la Experimental Mendoza del INTA, incluye la denominada «Primera Zona» vitivinícola, en los departamentos Luján de Cuyo y Maipú. FOTO/CAMPO ANDINO.


¿Cuáles son los lineamientos estratégicos sobre los que va a encaminar su gestión durante los próximos cuatro años?

– Los objetivos son muchos, pero básicamente tienen que ver con generar y promover procesos de innovación, con una institución ágil que se adapte a los cambios y las demandas de la sociedad y participe de procesos de desarrollo inclusivos y sostenibles. Nuestra visión es que la Experimental Mendoza sea referente en el desarrollo de tecnologías vitivinícolas que contribuyan a resolver los problemas productivos del sector y también a disminuir las brechas tecnológicas.

Por eso, estamos trabajando en sistemas de conducción de alto rendimiento, en agricultura de precisión, en mecanización integral de viñedos, en la problemática de la escasez relativa de la mano de obra, entre otros temas. También, que aporte conocimiento en temas de vanguardia como la biotecnología y la geomática.

La expansión de las zonas residenciales, y la interacción (no siempre amigable) con el campo, ¿tienen también un espacio en su agenda?

– Efectivamente. Es una de nuestras prioridades abordar las problemáticas del periurbano, que es -como usted señalaba- la zona de encuentro del ambiente rural y el ambiente urbano. En este territorio emergen conflictos de intereses que se centran en el uso intensivo de dos recursos escasos: la tierra y el agua.

Las problemáticas del periurbano son diversas, son sociales, ambientales, de ordenamiento territorial, de acceso a los recursos, de seguridad alimentaria, entre otras. Nuestro desafío es abordar estos temas en articulación con los gobiernos locales, para contribuir a formular políticas públicas, que promuevan las alternativas de producción sostenibles, la inclusión y el agregado de valor.

– ¿Qué consecuencias trae aparejadas esa disputa?

– Hoy, el sector productivo, en especial los agricultores familiares del periurbano, han ido desplazándose, debido a que la urbanización se expande en torno al área metropolitana de Mendoza. Esto plantea algunas problemáticas de orden social, relacionadas con las migraciones y el abandono de la actividad productiva; y también problemáticas ambientales como la contaminación de los cauces de agua, que atraviesan sectores urbanizados para llegar a las zonas productivas.


CONFLICTO. La expansión de las áreas residenciales agrava el conflicto con el Campo por el uso de la tierra y el agua. FOTO/CAMPO ANDINO.


– La contaminación es una debilidad histórica del Cinturón Verde del Gran Mendoza.  ¿Cómo se podría empezar a resolverla?

– Nos preocupa particularmente este tema, creemos que la solución viene de la mano de un trabajo articulado con las organizaciones y con el sector público. Los agricultores familiares del área del periurbano son los principales proveedores de alimentos frescos y sanos en los mercados concertadores de Mendoza.

La aplicación de las Buenas Prácticas Agrícolas en agricultura garantiza la inocuidad de los alimentos y la seguridad de las personas que manipulan agroquímicos. También, nuevos enfoques en agricultura como la agroecología abren la puerta a modalidades de cultivo que incorporan los bioinsumos en sus lógicas de producción y técnicas para preservar los recursos, sin afectar la productividad.

– Para qué usar la tierra… y cómo usarla. Estos son temas que entran de lleno en el ámbito de Ley de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo. ¿El INTA ha estado trabajando en eso?

– Sí, actualmente, profesionales de esta Estación Experimental abordan el tema del Ordenamiento Territorial, en cooperación con equipos interdisciplinarios e interinstitucionales convocados por el Gobierno de la Provincia de Mendoza. También hacemos aportes en procesos de Ordenamiento Territorial en las provincias de Buenos Aires y Jujuy

– Claro que, los técnicos pueden advertir, recomendar… hasta que llega la instancia de las decisiones políticas. En ese punto se complican las cosas, por el complejo entramado productivo del periurbano; por las presiones de los desarrolladores inmobiliarios; y por la tentación del dueño de la tierra de lotear en lugar de seguir produciendo…

– Nuestro rol, como organismo del Estado Nacional, es aportar información y estudios calificados y verificables para robustecer las políticas de ordenamiento.

La Ley de Ordenamiento prevé que los municipios definan sus planes en forma participativa, contemplando la sostenibilidad de las actividades.

En este sentido, celebramos la conformación del Unicipio (que es el Consejo de Coordinación de Políticas Públicas para el Área Metropolitana de Mendoza), porque permite un encuentro interinstitucional que es imprescindible.

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PUNTO DE VUELCO. También el sector industrial tiene tareas pendientes para optimizar el tratamiento de efluentes. FOTO/CAMPO ANDINO.


– ¿Reciben, en el INTA, demandas concretas enfocadas en estos temas?

– En el territorio periurbano, donde las explotaciones productivas conviven con los espacios residenciales, se nos demanda el desarrollo de tecnologías que minimicen la contaminación, que optimicen el uso de los recursos y de nuevos enfoques productivos como la Agroecología. Sin embargo, además de tecnologías, estos territorios requieren prestar atención a la dinámica de los conflictos de intereses. Es decir, no se puede aislar la tecnología de los contextos ni de los actores.

Tampoco se puede aislar de los tiempos históricos; y en estos tiempos la sociedad nos está pidiendo acceder a alimentos y que estos alimentos sean inocuos, que no generen contaminación, que tengan un precio justo, que sean producto de un proceso productivo sin trabajo informal, ni trabajo infantil…

La sociedad se está preocupando por estas temáticas, las abordamos con respuestas tecnológicas; y, fundamentalmente, desde el Estado, con políticas públicas.

– Muchas veces la “tentación de lotear” la finca, se explica por el deterioro persistente de la rentabilidad de las explotaciones agrícolas. Porque lo que se produce no tiene demanda o es muy escasa; por problemas de escala… ¿Habría que promover iniciativas de integración, de diversificación… e inclusive de especialización de los productores que están en esas condiciones?

– La falta de rentabilidad de las producciones es uno de los principales factores que provocan ese desplazamiento y cambio en el uso del suelo. La organización del sector está, efectivamente, entre las herramientas que les permite a los agricultores familiares mejorar la renta a partir de lograr escala comercial, visibilizar problemáticas comunes, fortalecer el capital social, invertir en conjunto, compartir maquinaria y conocimientos, etc.

La integración horizontal es una de las posibilidades, pero también hay que pensar nuevos esquemas organizativos que permitan el desarrollo de emprendedores vinculados con el sector agroalimentario como prestadores de servicios. Los oferentes de servicios son impulsores de la mecanización y de la innovación en las tramas productivas. Creemos que el sector de servicios es una oportunidad para los jóvenes rurales.

– Esto implicaría dar “otra vuelta de tuerca”. Porque la Experimental Mendoza del INTA ha tenido y tiene presencia (impulsando en unos casos, acompañando en otros) en procesos de integración convencional…

– Así es. Desde la Experimental, hemos apoyado la conformación de cooperativas desde hace muchos años, un caso destacado fue la cooperativa Lacofrut en Lavalle. Trabajamos con los productores cooperativizados en Fecovita a través de un convenio de asistencia técnica.

También estamos abordando otras iniciativas como la conformación de empresas de servicios, las plataformas virtuales de comercialización.

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AL LÍMITE. Las pequeñas explotaciones vitícolas viven jaqueadas por el recurrente deterioro de la rentabilidad. FOTO/CAMPO ANDINO.


– En el comienzo hablamos del agua como uno de los motivos del conflicto urbano-rural. Pero esa es una de las manifestaciones de la problemática del recurso hídrico, que es de mayor alcance…

– Sí, nos preocupa especialmente. La escasez de agua es un problema que se acentúa cada año y que va a continuar. Será una limitante a la hora de pensar en sostener el sistema productivo actual y, por supuesto, para proyectar una eventual expansión productiva.

En el abordaje de esta problemática trabajamos en articulación con el Departamento General de Irrigación, con el Gobierno de Mendoza, con la DIPROSE en la Nación (es la Dirección General de Programas y Proyectos Sectoriales y Especiales, lo que antes era la UCAR), realizando mediciones de eficiencia de riego y propuestas para optimizar su uso.

– El Oasis Norte es donde resulta más difícil abordar el problema del agua en Mendoza. Por un lado, concentra la mayor parte de la población de la provincia, y a esa mayor demanda hay que sumar el uso irracional del agua a nivel residencial. Por otra parte, hay un sector productivo que riega de manera ineficiente. Además, unos y otros parecen estar en deuda -en general- con el cuidado de la calidad del recurso. Si a eso le sumamos la menor oferta “natural”, el balance empieza a quedar “en rojo”, y podría ser difícil revertirlo…

– Hoy, para abordar la problemática hídrica, se cuenta con tecnología que nos permitiría hacer un uso más eficiente del recurso, sobre todo intrafinca. El problema está en las posibilidades de los agricultores de acceder al riego presurizado.

En las explotaciones de menor superficie habría que pensar en reservorios de uso compartido, por lo que habría que incentivar la conformación de pequeños consorcios, que permitan modernizar el sistema de riego con menor costo individual.

Por lo tanto, hay alternativas que pueden combinar lo organizacional y lo tecnológico… Pero para acceder a esas tecnologías se requiere de inversiones que muchos productores no pueden hacer sin ayuda financiera. Al promover la innovación, también debemos contemplar el acceso a la tecnología.


CRISIS. La persistente escasez de agua exige políticas integrales que favorezcan el uso racional del recurso hídrico. FOTO/CAMPO ANDINO.


– Es un círculo vicioso. Porque, como la explotación no es lo suficientemente rentable para destinar parte del ingreso a mejorar tecnología (la de riego es una), no soy eficiente produciendo y, consecuentemente, no puedo lograr rentabilidad…y por lo tanto, no me queda margen para invertir. El crédito “blando” sería la opción, pero todo parece indicar que el contexto económico no es el más propicio para este tipo de políticas activas.

– Bueno, es probable que por lo acuciante de esta problemática las políticas públicas prioricen líneas especiales para este tipo de inversiones en los próximos años.

Porque… preocupa ver cómo se va modificando la estructura agraria de la provincia -o del Oasis Norte en este caso- con disminución en la cantidad de explotaciones, aumento en concentración de tierras, menor valor agregado en la producción. Eso también nos interpela sobre el desfase entre los ritmos institucionales y la urgencia de las demandas de la sociedad.

 – Le propongo salir del oasis para ir al secano. Hay un muy extenso territorio de Luján de Cuyo, de Las Heras… del que muy poco se habla. Está más visibilizado el secano de Lavalle, en todo caso. Pero se habla poco del que se extiende entre el oasis donde está enclavada el área metropolitana de Mendoza, y el límite con Chile.

– El secano es el área más extensa dentro de la zona de incumbencia de la Experimental Mendoza. Está habitada por aproximadamente 1.300 a 1.500 familias. Son poblaciones susceptibles a las migraciones, al desarraigo, y lo seguirán siendo mientras no se logren condiciones de vida similares a las que tenemos en el oasis, me refiero a la provisión de servicios e infraestructura de comunicación. Uno de sus principales carencias se manifiesta en la falta de servicios, la infraestructura de caminos, el problema de conectividad, el acceso al agua para consumo y a alimentos variados.

– ¿Esas familias desarrollan actividades relacionadas con el campo para subsistir?

– En general, se dedican a la cría de animales, sobre todo de cabras. Son puesteros dispersos en gran parte del secano de Mendoza.

Se trabaja el tema de aprovechamiento de energía solar en las escuelas rurales, cría de aves y el cultivo de la huerta con el Programa ProHuerta, esto permite a las familias autoabastecerse de alimentos frescos. Los pobladores del secano, en general, basan su dieta en proteínas y carbohidratos, por eso es muy importante complementarla con vegetales frescos.

El acceso al agua para consumo humano ya es un problema en estas zonas; por lo tanto, lo es también para poder mantener una huerta.

– ¿Han buscado alguna manera de resolver ese inconveniente?

– Sí, con sistemas que permiten acumular agua mediante el uso de cisternas de placas ensambladas. Además, el año pasado trabajamos junto con la Provincia de Mendoza y la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación, con un programa nacional que nos permitió llegar a los puestos, escuelas albergues de áreas rurales y centros comunitarios, con paneles solares y bombas para la extracción de agua, y también con estufas y cocinas que funcionan con energía solar. Pero todavía hay mucho por hacer.

– Habló de la falta de conectividad como una de las mayores carencias de esos territorios. ¿Es posible llegar con algunas soluciones?

– Es uno de los grandes problemas del secano y otras áreas rurales. La escasa infraestructura de comunicaciones y, en particular, la falta de conectividad. En este momento el INTA está trabajando en un convenio con el ENACOM (el Ente Nacional de Comunicaciones) para relevar deficiencias y necesidades en materia de conectividad y de comunicaciones, en las áreas más alejadas de los centros urbanos.

La idea es aprovechar la dispersión geográfica de INTA en todo el territorio nacional, para relevar y proveer de datos a ENACOM, para luego realizar las inversiones que subsanen estas carencias.

Con las restricciones que impuso la pandemia, quedó más claramente de manifiesto la brecha que genera el desigual acceso a la conectividad entre los territorios rurales, el secano y el oasis. Esto tiene consecuencias en el acceso a la salud, la educación y, en general, en la calidad de vida de los pobladores.

– ¿En qué medida -y esto vale tanto para el oasis como para el secano- las iniciativas de turismo rural pueden ayudar a resolver los problemas de escala de las explotaciones?

– El turismo rural, asociado a la agroindustria y al agro, es un sector que ha crecido mucho en los últimos años y que, para Mendoza en particular -por el enoturismo- es una de las formas de complementación de ingresos muy importante para muchas familias.

El Plan Estratégico Vitivinícola 2030 prevé acciones específicas para el desarrollo sostenible de este sector. Lo vemos como uno de los sectores con más posibilidades de crecimiento hacia futuro.

– ¿Qué espera haber logrado cuando llegue al final de su gestión al frente de la Experimental Mendoza del INTA?

– Estamos construyendo un INTA que genera innovación tecnológica sostenible, a través de equipos de trabajo capaces de responder a las demandas y expectativas de la sociedad.

En cuanto al rol que nos cabe, esperamos consolidar a la Experimental en los ámbitos de trabajo donde es claramente referente, aportar alternativas tecnológicas novedosas, que posibiliten garantizar la sostenibilidad de los sistemas productivos, explorar nuevos temas y nuevas posibilidades de producción que diversifiquen la matriz productiva de la provincia. Al mismo tiempo, esperamos responder a las nuevas demandas de la sociedad, relacionadas -por ejemplo- con alimentos diferenciados por su valor nutricional. En este sentido, estamos incursionando con un equipo especializado, en la producción de hongos comestibles y, a través de la biotecnología, en alimentos funcionales y nutraceúticos.

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