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EXPERIENCIAS

«Miss Olivos», un hotel boutique con alma de casa grande, en el sur de Mendoza

8 de noviembre de 2024

En medio de un olivar, a pocos kilómetros de la ciudad de San Rafael, hay un rincón al pie de los cerros que invita al descanso y a adentrarse en un entorno rural que hay que conocer, y disfrutar.

A POCO de haber llegado, el sol ya le había pasado la posta a la luna, para que derramara su reflejo sobre los muros de la posada. La quietud que se iba adueñando del paisaje, nos llevaría por los caminos de la imaginación. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.


El sol comenzaba a apagarse lentamente… como demorando la noche. Estiraba esos rayos que los cerros no habían podido ocultar todavía, para prolongar sus caricias sobre las alargadas hojas de los olivos.

Nos detuvimos frente a la tranquera, flanqueada por un bajo muro de piedra. Y esperamos. No quisimos interrumpir ese quieto romance de luz y savia, alentado (lo sabríamos más tarde) por esa prístina Celestina que es el agua, discurriendo por las acequias con una calma inimaginable… conociendo la furia con la que suele iniciar su largo camino allá arriba, en la Cordillera de Los Andes.

UNA PAUSA. Nos detuvimos antes de ingresar. Habíamos andado muchos kilómetros; y liberar tensiones antes de entrar nos permitió disfrutar del entorno desde el primer minuto. FOTO / GENTILEZA Emiliano Gerez.

Anduvimos la corta distancia entre el punto de ingreso y La Casa (como ellas le llaman) resistiéndonos a la tentación de detenernos, para disfrutar del aire pedemontano y el frescor del olivar.

Es que estaban esperándonos, y veníamos con alguna demora. En realidad, ellas siempre esperan, para ofrecer la singular hospitalidad que encuentra el viajero cuando llega a esos pueblos enclavados en los oasis esculpidos durante generaciones de agricultores, al pie de la montaña.

No conocíamos ese lugar del sur de Mendoza. Ellas lo conocen… un poco mejor. Porque llegaron apenas tres años antes que nosotros. De lejos; y sin saber que iban a quedarse. Pero se quedaron; y terminaron haciendo suyo ese rincón de Cuadro Benegas, en San Rafael.

APAGÁNDOSE de a poco, el sol no dejó siquiera las sombras largas del atardecer. Era la hora en la que comienzan a llegar sonidos de fincas vecinas… y algunos más lejanos que invitan al juego (infructuoso, por cierto) de descubrir de dónde vienen… FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

HACIA OTROS HORIZONTES

Hablar de hace tres años, es hablar de momentos difíciles de sobrellevar. El calendario (al menos el nuestro, el Gregoriano) repitiendo el número 20, quedará grabado a fuego como una imagen que dice más que mil palabras, sobre lo que el mundo vivió -y sufrió- durante al menos dos años.

El inédito escenario global que, por entonces, evidenciaba las debilidades de nuestra condición humana, desnudó también -y amplificó, en algunos casos- circunstancias personales, familiares o profesionales, inclusive, que nos dejó con más preguntas que respuestas sobre el tiempo por venir.

La incertidumbre cubrió cada espacio. Particularmente en las metrópolis. Buenos Aires (como cualquiera de las grandes urbes) debió haber planteado un desafío difícil de superar en esas circunstancias.

La situación marcaría un punto de quiebre en la vida de tres mujeres -maduras, y solas- que decidieron aceptar el reto, y salir en busca de nuevos aires. Es que, no hay edad ni condición alguna que impidan imaginar un cambio rotundo… y concretarlo.

MIRADOR. La terraza de La Casa nos abrió un escenario de apacible belleza. Hacia el Sur, con un fondo de cerros enmarcados por un cielo de tonos pastel.

Hacia el Oeste (abajo), la luna llena se asomada tras los álamos que bordean el olivar. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

Silvana Muñoz Polcan había tenido un paso exitoso por el mundo del marketing en la industria farmacéutica y, más tarde, en el ámbito de una ONG focalizada en contener a chicos en situación vulnerable, a través del deporte.

Roxana Bianchi, su amiga de años (también porteña), ya venía de un cambio. Hacía poco menos de una década habían decidido, con su esposo, bajar la persiana de la fábrica (eran industriales en el sector textil) para disfrutar lo bueno del tiempo compartido, sin la presión del día a día de la empresa. Ninguno de los dos quiso que ella quedara sola. Pero ocurrió. Estaba escrito.    

Marina Asvanian cerraría luego ese círculo de amistad forjado de este lado del Río de La Plata. Decidió cerrar su negocio de joyería en Belgrano, insostenible ya por las restricciones impuestas a raíz de la pandemia, y viajar hasta Mendoza para cruzar Los Andes a caballo por el Paso de Las Loicas, en Malargüe… más al sur de San Rafael.

EMPRENDEDORAS. Silvana Muñoz Polcan, Roxana Bianchi y Marina Asvanian (de izquierda a derecha) llegaron hace tres años a San Rafael para iniciar una vida distinta. Entre olivos. Al pie de la montaña. FOTO / GENTILEZA Emiliano Gerez.

«NOS VAMOS A MENDOZA»

Fue ella, quien (al regreso de su cabalgata, alojada en una de las posadas ahora «vecinas») comenzó a gestar la idea. En realidad, suele quedar poco margen para pensar demasiado cuando las señales se muestran. Y llamó.

Los teléfonos de Silvana y de Roxy sonaron con diferencia de minutos. Era Marina. Supusieron que, de vuelta en Buenos Aires, finalmente cumpliría la promesa de repetir, una vez más, la esperada invitación a saborear alguna propuesta de la gastronomía armenia, quizás el tesoro más preciado de su herencia familiar.

Pero no. Nada de eso dijo. Los populares sombreros zhengyalov, o las más elaboradas, abundantes y sabrosas kuftas… o alguna variante de los clásicos dolma, deberían esperar. Sólo seis palabras, reiteradas varias veces -y con llamativa convicción- a lo largo de la charla, quedaron sonando: «Nos vamos a vivir a Mendoza» .

LA NOCHE (fresca) de primavera, invita a compartir un café bajo la acogedora galería, y a prolongar una charla… sin tiempo. FOTOS / Revista Campo Andino & Agroindustria.

EL LUGAR «SEÑALADO»

Las tres tenían sus razones para intentarlo; y decidieron que era momento de empezar de nuevo. Coincidieron en desarrollar un proyecto de turismo rural. Imaginaron… una posada.

La búsqueda finalmente terminó muy cerca del sitio donde Marina se había alojado, tras el regreso de su cabalgata, medio año antes. Hubo otras señales que, inequívocamente, indicaban que ése era el lugar.

En mayo de 2021 ya estaban viviendo en el campo, y con la montaña al alcance de la vista. La finca, (situada sobre la ruta, muy cerca del pueblo de Cuadro Benegas y a 12 km del centro de la Ciudad de San Rafael) tenía un olivar. Del juego de conceptos -y de idiomas- surgiría el nombre del emprendimiento: «Miss Olivos» .

La plantación, que se mantenía productiva, había sido parte de un viejo proyecto agroindustrial, por lo que en el mismo predio estaba (aunque inactiva) la fábrica de aceite de oliva.

Pensaron que, en medio de las restricciones todavía vigentes, «los ferreteros y los productores de alimentos seguían en actividad«, nos diría luego Silvana; por lo que resolvieron poner a funcionar la fábrica. «Si la gente no pudiera venir a la posada, al menos tendríamos aceite para vender», razonaban por entonces.

LA PISCINA nos queda como materia pendiente para una próxima visita, cuando el sol del verano temple el ambiente de este rincón sureño. FOTO / GENTILEZA Emiliano Gerez.

POR LO PRONTO, había que tomarse un respiro y reponerse después de una jornada de «mucha ruta». FOTO / GENTILEZA Emiliano Gerez.

MANOS A LA OBRA

Con mucho apoyo de vecinos, y enhebrando contactos con algunos conocedores de la industria en la zona, pusieron manos a la obra. Arrancaron en noviembre de 2021, en el mismo edificio de la fábrica, con un bar de tapas y platos de la cocina armenia; y la venta de aceite de oliva producido con las aceitunas que habían cosechado ese mismo año.

El aceite («Señales») es un blend, elaborado con aceitunas propias de las variedades arbequina y frantoio. Son las que producen en el propio olivar, de 8 hectáreas, cultivado con un manejo sustentable. De manera que, tanto la materia prima como el aceite obtenido, son productos libres de químicos de síntesis

EL «PRIMER» SOL llegó con el sonido del agua corriendo por la acequia. La luz bañó el amplio ventanal y… ya no había tiempo para «darse vuelta y seguir otro rato». FOTOS / Revista Campo Andino & Agroindustria.

EXPERIENCIA EN ORIGEN

Pero el sueño era la posada. Por eso, mientras comenzaba a crecer aquella propuesta inicial de tragos, gastronomía y elaboración de aceite, daban comienzo, desde cero, las obras de lo que sería la posada, finalmente habilitada en enero de 2023

Hoy, ésa es la prioridad, que se complementa con la producción y venta de aceite de oliva bivarietal… y -de alguna manera- con las propuestas de otros emprendedores de la zona.

Es que, ese vínculo de buena vecindad fue más allá; al punto que un año antes, en 2022, conformaron, junto con otros once emprendedores, el Grupo «San Rafael; otro mundo» uno de los proyectos de Turismo Rural promovidos a través de Cambio Rural, desde la Estación Experimental Agropecuaria Rama Caída del INTA.

Luego, doblarían la apuesta para desarrollar, juntos también, un circuito de turismo rural al que denominaron «Experiencia en Origen» para ofrecer al viajero una variedad de opciones de alojamiento, pero también de productos regionales que van desde vinos hasta alfajores y chocolates, pasando por quesos, dulces, cerveza artesanal, y hasta una sala de arte.

LA LUZ bañaba la estancia. El amplio sillón era toda una tentación, pero la resistimos. Porque ahí estaba, también, el «mesón» con todo dispuesto para el desayuno. FOTOS / Revista Campo Andino & Agroindustria.

UNA POSADA ENTRE OLIVOS

La Posada Miss Olivos es, en realidad, un hotel boutique que dispone de seis habitaciones dobles. Es una propuesta original, porque que está contenido en la arquitectura de una casa grande. Es que, fue concebido «con la calidez de una casa» dice Silvana.

Es eso, precisamente, lo que transmite la madera pesada en aberturas y mobiliario, y la que cubre pisos y cielorrasos; que encuentran equilibrio en la sutileza de las fibras vegetales de sillas, tulipas y cestería… y en las coloridas alfombras con motivos ancestrales, que ambientan el espacioso estar.

Una calidez atemperada por travertinos que recubren parte de los ambientes interiores; por el hierro que sostiene la sombreada galería o el de las cabreadas; y por el cristal de los amplios ventanales.

Pero hubo un detalle, que inclinó la balanza a favor de la calidez del ambiente, en ese atardecer de octubre que llegamos a Miss Olivos: la cordialidad. Sentir que uno es bienvenido, al punto de tener la certeza que está donde tiene que estar.

APURAMOS un café, acompañado de algunas exquisiteces regionales. Muchas quedaron para la próxima. Pero era hora de partir. FOTOS / Revista Campo Andino & Agroindustria.

La noche nos sorprendió en la terraza de La Casa, siguiendo el derrotero de la luna llena tras la alameda que bordea los olivos. Se hacía tarde, y queríamos levantarnos antes que el sol, para ver el primer estallido de luz sobre los tranquilos muros de la posada.

Descansamos… como pocas veces (las imágenes de dejamos por aquí nos eximen de explicar por qué). Estuvimos de pie a la hora señalada, para retener (y llevarnos, y compartir) las primeras impresiones del nuevo día.

Sólo medio día estuvimos en Miss Olivos. Aunque lamentándolo, apuramos el desayuno. Jugo natural, con un generoso café acompañado de dos rodajas de pan, sin tostar… y dulces caseros de higos y de leche de cabra. Había mucho más. Pero se hacía tarde y había que volver al trabajo.

Esas 12 horas fueron suficientes para saber que volveríamos… si los caminos se empeñaran en llevarnos, una vez más, por ese rincón de San Rafael. Probablemente -dicho sea de paso- habrá quienes quisieran saber cómo llegar allí. Aquí va la ubicación.

Quisimos compartir la experiencia no sólo por haber estado en un lugar objetivamente confortable (que los hay; y muchos). Sino por las sensaciones (subjetivas, por cierto) que despertaron en nosotros el haber llegado en ese momento y a ese lugar… que es la manifestación presente de las historias de vida de quienes decidieron salir de aquel laberinto del pandémico 2020… por arriba, y volando alto.

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