OLIVICULTURA
CULTIVO
El dato fue expuesto durante un encuentro organizado por el Centro Regional Mendoza-San Juan del INTA junto a instituciones vinculadas con la actividad.
El “Diseño de plantaciones súper intensivas” fue el tema central del encuentro, realizado esta semana en el marco del ciclo virtual de Seminarios Internacionales sobre Olivicultura y Elaiotecnia organizado por el Centro Regional Mendoza-San Juan del INTA junto a otras instituciones públicas y privadas que nuclean a productores e industriales del sector.
Tras la presentación, que estuvo a cargo de Úrsula Cavero Romaña, de la Asociación Pro Olivo -una organización que agrupa a empresas productoras y exportadoras de aceitunas de mesa y aceite de oliva de Tacna, Perú- expusieron el Dr. Ing. Agr. Eduardo Trentacoste, investigador en Ecofisiología y Manejo del Olivo, de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Junín (Mendoza), y el Ing. Agr. Marcelo Torres, asesor olivícola y docente en la Universidad Nacional de Chilecito (La Rioja, Argentina).
El Ing. Torres refirió algunos datos (que no abundan, según aclaró) sobre la importancia de los cultivos superintensivos en la olivicultura de Argentina.
Mencionó información propia, según la cual, de las 80.000 ha registradas en el Censo de 2018 (que no las discrimina por sistema de plantación), habría unas 50.000 ha con olivos en producción, en territorio nacional.
De ellas, entre 7.000 y 8.000 estarían implantadas bajo sistemas súper intensivos. Predominarían, en este caso, olivos de las variedades arbequina, arbosana y koroneiki, y otras cuyo desempeño todavía está en proceso de evaluación. En los últimos 8 años hubo un marcado cambio de tendencia en La Rioja, donde se habría radicado (sobre todo en el Oeste de la provincia) gran parte de estos olivares que concentran un alto número de plantas por hectárea.
Torres aclaró que la olivicultura nacional “está muy lejos” de los países productores más importantes en cuanto a la incorporación de este sistema de cultivo, y “también en el uso del recurso hídrico”. Pero “hay una tendencia progresiva, paulatina, a incrementar esa superficie”, por lo que en poco tiempo el 20% del olivar argentino “activo”, podría estar produciendo bajo sistemas de alta densidad.
Señaló que se avizoran alternativas para variedades de mesa y, en el caso de las aceitunas aceiteras, se está considerando el incremento de la superficie plantada en alta densidad “en nuevas zonas olivícolas, por ejemplo, en el Sudeste de Argentina”.
En su exposición, Torres advirtió que los efectos del cambio climático (sobre todo la ocurrencia de heladas cada vez más tardías y diferencia de horas de frío) se están haciendo sentir en zonas tradicionales olivícolas de Argentina. Por eso se plantea si éste podrá ser un motivo para explorar otras zonas geográficas del país para desarrollar este cultivo.
Los costos de producción del olivar se reducen en producciones súper intensivas, respecto de las semi intensivas y de las tradicionales, aunque al decidirse por esta opción, habrá que tener en cuenta aspectos geográficos y agronómicos.
En este sentido, el Ing. Torres aclaró que “estos sistemas no permiten dar marcha atrás -si equivocamos el lugar donde vamos a plantar- porque las inversiones son importantes”.
Subrayó asimismo que, como son procesos altamente demandantes de tecnología, hay que estar convencido de la decisión de producir de esta manera, y dispuesto a aplicar las herramientas tecnológicas que requiere un olivar plantado en muy alta densidad.
A su turno, el Dr. Ing. Agr. Eduardo Trentacoste (INTA Junín, Mendoza), habló sobre el diseño del olivar súper intensivo. Los distinguió de los intensivos. La diferencia -explicó- está dada por la densidad de plantación y el tamaño de las plantas. Esto último, a su vez, condicionado por la forma como se vaya a cosechar.
En el primer caso, en cada hectárea son implantados unos 300 árboles, que irán formando una pared productiva continua (es la plantación “en seto”) que al momento de mayor desarrollo alcanzará una altura de 4,5 m, y 4 metros de ancho. La recolección de los frutos, en este caso, se hará con grandes cosechadoras
La densidad puede llegar a multiplicarse por 5 o por 6 en los súper intensivos, aunque se los considera como tales cuando superan las 1.000 plantas por hectárea. En estos casos, el “seto” alcanzará alrededor de 2,5 m de alto por 1,5 m de ancho, según explicó.
Esas dimensiones serán las adecuadas para cosechar con máquinas que en principio fueron vendimiadoras adaptadas, pero que ahora -aunque similares- ya son diseñadas específicamente para la oliva. Habrá que decidir, entonces, cuál será la modalidad de cosecha, antes de optar por uno u otro diseño de plantación.
El especialista del INTA Junín señaló, entre las razones que explican el desarrollo que ha tenido esta modalidad en todo el mundo olivícola, una sensible reducción de los costos de recolección, la posibilidad que ofrece la cosecha mecanizada de suplir la creciente falta de mano de obra, y el hecho de optimizar el uso de la superficie destinada al cultivo.
Además, estos sistemas permiten que el olivar empiece a producir mucho antes; y lograr – cuando el seto está totalmente formado- rendimientos mucho más altos que con el sistema tradicional. Se ha determinado, asimismo, que en estos sistemas tiene menor incidencia el fenómeno de la vecería, propio de la especie (por el cual baja sensiblemente su rendimiento al año siguiente de haber entregado una muy buena cosecha).
Por otra parte, al poder cosechar en menos tiempo, se puede elegir el momento óptimo para la recolección en función de las características y la calidad del aceite que se quiere lograr. De manera que, debido a la suma de estos factores, se está ante un sistema “de alta rentabilidad general”, remarcó Trentacoste.
El especialista advirtió, no obstante, que los olivares súper intensivos presentan algunos inconvenientes. Quizás el que primero surge, es que requiere una alta inversión inicial. En la misma línea, demanda mayor cantidad de insumos y, en general, costos productivos relativamente elevados hasta llegar a cosecha. En riego, fertilización y poda, por ejemplo.
Por otra parte -aunque el sistema no es nuevo en Argentina- todavía falta experiencia de manejo, y personal adecuadamente calificado para realizar las labores que demanda el cultivo plantado de esta manera.
Pero uno de los principales problemas, que todavía está limitando la expansión de estos sistemas (aún en los casos en los que el capital esté disponible) es la reducida oferta varietal. Son muy pocas las cultivares que van bien -hasta donde se ha podido comprobar- con estos sistemas de cultivo.
Pero en los últimos 4 ó 5 años se ha venido trabajando en variedades específicamente mejoradas para “los súper intensivos”. Trentacoste confía en que “en poco tiempo podría haber disponibilidad de variedades que han sido pensadas para este tipo de plantaciones”, con lo cual, ese debería pasar a ser “un factor menos limitante”, dijo.
Reconoció, en otro orden, que este sistema plantea algunos desafíos, como la necesidad de resolver problemas de iluminación, determinados por la mayor densidad y la estrechez del marco de plantación, cuando no se ha prestado especial atención al diseño del seto. Si la luz no llega de la manera adecuada, el olivar producirá menos y se verá afectada su vida útil.
Otro inconveniente -que el especialista considera como el más relevante en Argentina, en particular- es cómo controlar el tamaño del seto (su crecimiento vegetativo) a través del tiempo.
Esto tiene mucho que ver con el ambiente. No es lo mismo instalar el cultivo en un lugar donde hay alta oferta de radiación, suelo profundo y disponibilidad de agua sin límites, a poner un seto en ambientes más frescos y en suelos y con oferta hídrica más limitados. “No es imposible hacer un súper intensivo en ambientes más ricos, pero es más difícil”, aclaró, porque “se necesita más intervención para lograr altas productividades sostenidas en el tiempo”.
El Dr. Trentacoste detalló minuciosamente todo el proceso de diseño de un olivar súper intensivo, incluyendo las variables a tener en cuenta, antes incluso a ponerse a plasmarlo “sobre el papel”. En primer lugar, con qué máquina se va a cosechar.
Señaló, asimismo, la necesidad de tener en cuenta el porcentaje de radiación que incidirá sobre el seto, porque de eso dependerá el peso y el contenido de aceite que van a tener los frutos, y ciertas variables de la calidad del aceite que se extraerá de ellos.
La intensidad de irradiación sobre el follaje del olivo dependerá, como en otros cultivos, de la orientación, de la distancia entre plantas y de la distancia entre hileras. Pero la dificultad crece al momento de tener que diseñar un monte con 300 plantas por hectárea, u otro que -como en este caso- va a tener no menos de 1.000, y probablemente por encima de las 1.500.
El investigador del INTA aclaró que hay relativamente pocos estudios comparativos sobre la relación entre orientación de hileras e incidencia de irradiación en olivos, y cree que la respuesta -en el caso de esta especie- podría ser distinta a la de otros frutales.
Eso tornó particularmente interesantes los resultados de un ensayo realizado en Toledo (España), que permitió evaluar distintas variables productivas y de calidad a partir de aceitunas obtenidas de varias parcelas plantadas con cuatro orientaciones distintas.
Pero en especial los resultados de ensayos locales, donde las variables fueron, por un lado, la distancia entre plantas -dentro de la misma hilera- y, por otro, distancia entre hileras plantadas con dos orientaciones distintas, para estudiar su incidencia en términos productivos y de calidad.
El Dr. Trentacoste relevó, entre otros interesantes resultados que han dejado estas experiencias el Oeste de Argentina, que de los tres factores de diseño que analizaron -orientación del olivar, distancia entre plantas y distancia entre hileras- éste último fue el que evidenció mayor incidencia en términos productivos.
Sobre este punto, puso como ejemplo que si se aumenta un metro la distancia entre hileras (por encima del óptimo) se pierde -llevado a “números” industriales- hasta casi media tonelada de aceite, según la orientación de los setos.
El especialista dejó datos concretos sobre el marco de plantación y la altura y ancho de copa (en realidad, de la “pared” vegetal, para este olivar plantado “en seto”). Con ese diseño, se podría lograr un cultivo que, aprovechando al máximo la radiación para alcanzar un equilibrio entre altos rendimientos de materia prima y aceites de óptima calidad, resulte rentable a lo largo de su vida útil.
Para quienes estén interesados en tener mayores precisiones sobre los resultados de estos estudios, compartimos los datos de contacto del Dr. Ing. Agr. Eduardo Trentacoste. E-mail: trentacoste.eduardo@inta.gob.ar. Sobre el cierre hubo un intercambio entre los expositores y un panel internacional integrado por especialistas de España, Chile y Argentina.
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