PRODUCCIÓN

ESCENARIOS

Una cosa es la «foto» de una buena cosecha, y otra distinta es la «película»

20 de enero de 2024

La expectativa por la recuperación productiva de viñedos y frutales, no alcanza para ocultar la incertidumbre de quienes temen «quedar en el camino». Para algunos, «se van agotando las ganas».

BUENA COSECHA es lo esperan productores de vid y frutales, en general, tras la magra producción del ciclo pasado, fuertemente afectado por heladas tardías en la primavera de 2022. Pero temen que los precios no alcancen a cubrir la suba de costos y, aunque los números dieran positivo, saben que una temporada no alcanza para recuperar lo que muchos -más chicos- vienen resignando desde hace años. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.


El disparador de un par de contactos que tuvimos estos días fue nuestro interés por conocer cómo vienen los cultivos en distintas zonas de Mendoza y, ya que estábamos, tener alguna referencia sobre lo que pasó con los precios de las producciones ya cosechadas.

Las charlas, que arrancaron con temas tan concretos como ésos, fueron mechándose -inevitablemente- con cuestiones que tienen más que ver con la película (de la historia productiva y personal de cada uno) que con la foto (de esta temporada).

Los párrafos que siguen tienen mucho que ver con esas reflexiones de los actores del escenario productivo regional. Pero no es nuestra pretensión abusar el tiempo de nuestros lectores.

Por eso es que resumimos la situación de coyuntura para no retener a quienes anden apurados para seguir con sus quehaceres: La producción viene bien; no hay precio y (para no desentonar con el discurso político) no hay plata.

Así de concreto. A partir de este punto, el que se anime a seguir leyendo, lo hará bajo su exclusiva responsabilidad, porque el asunto viene medio largo. Así es que, con los guapos -y guapas– que hayan quedado… arrancamos.

LA «MONEDA EN EL AIRE»

Tras la cosecha de las producciones que primero entregan sus frutos, en medio de las que les siguen, y aguardando la icónica vendimia, está volando en el aire la moneda del ciclo agroindustrial 2023/24 en la provincia de Mendoza.

En este primer acercamiento para saber cómo sigue la temporada, hicimos foco en las dos puntas productivas de Mendoza, al menos en términos de cultivos plurianuales: Lavalle, al Norte, y General Alvear, al Sur.

Demetrio André, viñatero de Lavalle, nos decía que «en general, estamos mejor de producción…, están lindas las uvas y con buena sanidad» en toda el área de influencia de Gustavo André. «Hasta el momento no hemos sufrido contingencias climáticas, salvo una helada, pero que no tuvo el alcance de la del ciclo anterior».

LAS CUENTAS NO CIERRAN

Pero una cosa es lo que se ve en la finca, y otra -muy distinta- lo que muestran las cuentas del productor. Las de algunos al menos (y no son pocos). «Estamos muy complicados con los precios de los productos y con los costos», advierte el viñatero lavallino.

André es miembro de la Cooperativa Vitivinícola Norte Mendocino, que nuclea a un centenar de productores asociados y elabora las uvas de otros 150 de la zona de influencia.

Tienen una bodega en Coquimbito (Maipú) donde está la sede social y elaboran vinos finos; otra en El Chilcal (Lavalle) y la «bodega madre», en palabras del propio productor, en Cortaderas (distrito de Gustavo André).

El vino elaborado va -a granel- a la Federación de Cooperativas Vitivinícolas, que reúne a poco menos de 30 entidades de primer grado. Fecovita lo fracciona y lo comercializa.

Cada cooperativa les liquida mensualmente a sus asociados la cuota parte correspondiente -en valor equivalente vino– a las uvas que había entregado al momento de la vendimia (en este caso, la de 2023).

Hoy, ese valor de referencia «está en alrededor de $ 260, al productor, el litro de vino tinto (Bonarda, Tempranillo, Syrah…), y cuando salís a comprar… lo que sea, inevitablemente hay que referenciarlo con el valor del vino», dice Demetrio André.

El problema es que «los precios de todo lo que uno tiene que comprar se dispararon… y no alcanza» . Mencionó que «poner en marcha el tractor para curar el viñedo, cuesta, por día, $ 17.000 o $ 18.000 en combustible más otros $ 10.000 el operario…».

Explicó -refiriéndose a los tratamientos sanitarios para proteger a la vid- que «ahora tenemos que sulfatar, pero el costo es una locura, y no lo vamos a poder afrontar».

DEMETRIO ANDRÉ. El viñatero del Norte de Mendoza advierte que «con este panorama, y con los costos que tenemos, me parece que vamos a quedar muchos productores en el camino».

EL MERCADO MANDA

Reconoce que el desacople del valor del vino respecto de los precios generales de la economía «es, en parte, un problema de caída del consumo interno, por la competencia con bebidas sustitutas y la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos; pero en el mundo hay sobrante de vino…».

Advierte que, «si en orden interno, con la magra cosecha del año pasado (la peor de la historia) estamos con algún excedente, no sé qué va a pasar este año, cuando tenemos pronosticada una producción de uvas superior en un 30% a la de 2023″.

De manera que, «con este panorama, y con los costos que tenemos, me parece que vamos a quedar muchos productores en el camino… como ya vienen quedando desde hace años, en muchas zonas».

SALIR AL CAMPO PARA VER

Descendiente de una de las familias pioneras de la zona, André conoce muy buen su territorio. A su condición de productor suma la de inspector de cauce del canal que lleva el nombre de ese distrito, y la de presidente de la 5ta. Asociación de Riego, que reúne a esa y a otras cuatro inspecciones.

Son cinco canales que proveen de agua al Este de Lavalle y parte del Norte del (colindante) departamento San Martín; unas 18.000 hectáreas de las cuales alrededor de 15.000 están cultivadas por «cerca de 2.000 productores, entre grandes, medianos y chicos», comenta.

Toda esa zona es de viñedos y cultivos hortícolas. Pero muchas viñas ya no están. «Se está haciendo bastante chacra… y están empezando a verse varias hectáreas con pistacho» dijo Demetrio André, en diálogo con Campo Andino. Precisó que en su zona «debe haber unas 200 ha» implantadas con esa especie de frutos secos.

Parte de las nuevas producciones hortícolas han venido a reemplazar a viñedos que han sido erradicados. Aclaró que «son fincas que han ido comprando productores bolivianos -o de ascendencia boliviana- y están haciendo chacra»; mientras que las plantaciones de pistacho «son emprendimiento de otros productores locales, instalados en tierras que estaban incultas».

CAMBIO DE PERFIL. Muchas viñas ya no están. Parte de las nuevas producciones hortícolas han venido a reemplazar a viñedos que han sido erradicados, dice Demetrio André. FOTO / ARCHIVO Revista Campo Andino & Agroindustria.

LA OTRA «PUNTA» DE MENDOZA

Una visión sobre lo que ocurre en el otro extremo de la provincia (al menos hasta donde llegan las explotaciones con vid y frutales) es la que aporta Miguel Cañadas, productor en la zona de Bowen, en el sureño departamento mendocino de General Alvear

Cañadas tiene producción variada y en -relativamente- pocas hectáreas, que están repartidas entre dos propiedades, situadas al Sur de Bowen. Una, en Barrio de Monte; la otra, en el Paraje Los Ángeles (donde reside), sobre el camino que va hacia la localidad de Carmensa.

Produce uva para vinificar en 6 hectáreas, donde prevalecen las variedades Tempranillo, Bonarda y Syrah, a lo que suma algo de criolla. Tiene, además, 5 ha (la mitad bajo malla antigranizo) con ciruela D’Agen, para deshidratar.

A eso se suma 2 ha y 3/4 (protegidas con malla) con durazno para consumo en fresco, junto con algo de damasco y el equivalente a 3/4 de ha de membrillo (estos dos últimos implantados en las trincheras forestales que protegen a los cultivos).

Tanto detalle tiene un sentido. Es para remarcar que Cañadas en un productor chico pero que, dentro de sus posibilidades -y aun en ese espacio de menor escala en el que desarrolla su actividad- ha ido invirtiendo, incorporando tecnología para producir mejor.

EL SISTEMA COMERCIAL

En diálogo con Campo Andino explicó que la producción de uvas la entrega a la Cooperativa Vitivinícola Algarrobo Bonito (integrada, también, en Fecovita).

Él es uno de los 100 asociados de la entidad que, además, elabora la materia prima de otros aproximadamente 250 viñateros. Son explotaciones que cubren, en suma, más de un tercio de los viñedos de General Alvear y del Sur de San Rafael.

En cuanto a los precios, la última liquidación de la Cooperativa sureña estuvo en el rango que había mencionado el lavallino André para esos varietales tintos. Cañadas aportó, como dato adicional, que el blanco escurrido estuvo en torno a «los $ 190 el litro«.

Entre los días 20 y el 24, el productor asociado a este sistema cooperativo tiene acreditada, en su cuenta, la cuota mensual. De modo que en estos días se conocerá el valor actualizado.

Sus duraznos y damascos los recibe un empaque de la zona, con el que trabaja desde hace más de 20 años. «Me han adelantado para cosecha… pero no me han dado número definitivo del valor del durazno» nos decía Cañadas al promediar la semana.

Esa fruta fue entregada «desde mediados de noviembre, cuando arranqué con la variedad más temprana, y terminé con las últimas a fines de diciembre, principios de enero». El damasco, cosechado a mediados de diciembre, también fue entregado «sin precio» .

EL PRECIO DE LA CIRUELA

Cañadas espera iniciar la cosecha de ciruela D’Agen a mediados de febrero. «Vamos a tener una buena producción, aunque con alguna deficiencia de calidad en plantaciones de la zona, que hace varios años no están bien fertilizadas ni han tenido adecuados tratamientos sanitarios, porque la gente no ha tenido rentabilidad, o no la suficiente para afrontar los costos, que han seguido subiendo» .

A esta altura de la temporada, la gran preocupación de Cañadas es que «hay una incertidumbre total por el precio» que va a tener este año la ciruela. En su caso, entrega la fruta a una firma local que seca y exporta.

También con ellos mantiene una relación comercial de años, al punto que en cada ciclo agrícola coordinan la ejecución de un protocolo de certificación de trazabilidad, que va teniendo un riguroso seguimiento.

Pero el asunto es que no se habla de precio. «Los entiendo -reflexiona Cañadas- porque no saben a cuánto van a vender en el exterior». Se refiere -interpretando sus palabras- a que, si para cubrirse, el industrial le diera un precio bajo, es de imaginarse cuál podría ser la reacción del productor.

Si, por el contrario, comprometiera un valor alto por la materia prima, en un escenario donde todos los costos -de proceso, empaque y logística- son muy elevados, el que exporta correría el riesgo de quedar descalzado ante un eventual precio de venta menor al esperado.

El problema es que, ante ese eventual quebranto, no tendría dónde buscar revancha, considerando que la suerte del negocio de la ciruela deshidratada se juega en el resto del mundo, porque es un producto cuyo mayor volumen (95% +/-) tiene por destino los mercados del exterior.

Cañadas admite, no obstante, que todos los años tiene «algún pequeño porcentaje de reconocimiento por calidad» de parte de esa firma. Pero, sea como fuere, «cuando uno le pone mucho esfuerzo y eso no se refleja en rentabilidad, se van agotando las ganas» .

MIGUEL CAÑADAS. El productor de Bowen dice, contrariado: «Por haber invertido para producir, me castigan. Si hubiera puesto esa plata en un plazo fijo, me estaría dando una renta sin tener que pagar ningún impuesto».

LA PRODUCCIÓN DE UVAS

El productor bowense se esperanza con la perspectiva -desde lo productivo- de la vendimia 2024, tras una cosecha para el olvido. «Normalmente elaboramos -en la Cooperativa- un promedio de 15 millones de kilos de uva (algunas vendimias llegamos a 18), y el año pasado no pasamos los 3 millones y medio». Es que «la nuestra fue la zona más castigada» por las continencias climáticas, sobre todo las heladas.

Este año «la producción viene muy bien» . Hubo, sí, «algún pequeño daño por heladas y por el viento Zonda que castigó mucho durante dos días; pero no tuvimos un fenómeno excepcional de relevancia».

Además, «hemos tenido agua suficiente» por lo que «hay muy buen tamaño de racimo, un volumen importante de producción, y de excelente calidad». En resumen, «creo que vamos a estar holgadamente en esos 15 millones de kilos» dijo, refiriéndose al volumen de materia prima que terminará elaborando su cooperativa.

PESA LA SUBA DE COSTOS

Los viñateros integrados al sistema cooperativo están provistos de fertilizantes y de algunos agroquímicos, como fungicidas. Es que, en mayo de cada año, Fecovita abre el operativo de insumos

Cada productor informa a su cooperativa qué va a necesitar para el ciclo agrícola, y esos listados son remitidos a la Federación, que realiza la compra del total y -por volumen- puede acceder a mejores precios.

Luego, cada cooperativa va deduciendo de la cuota mensual -a lo largo de los 12 meses y con muy bajo interés, casi simbólico- el monto que sumó la compra de cada asociado.  

Este sistema no contempla las compras de combustible y, por supuesto, incluye sólo los fertilizantes y fungicidas que serán aplicados al viñedo.

De manera que, el socio que tenga otros cultivos distintos de la vid -como ocurre en la mayoría de los casos- tiene que hacer frente a las condiciones comerciales de mercado, en cuanto a precio y plazos de pago de los insumos adquiridos.

Cañadas pone en la cuenta sólo los agroquímicos y el combustible… «porque somos mi hijo y yo los que nos subimos al tractor, sin importar el día ni la hora, y el valor del trabajo nuestro no lo ponemos». De manera que «por eso, medianamente, seguimos tirando».

La semana pasada hizo la última aplicación de fungicida (con sus coadyuvantes) en sus montes de ciruelos. Sumando el costo de los productos para una atomizadora de 1.000 litros, y el gasoil, tuvo un costo cercano a los $ 40.000, sin contar las horas de trabajo.  «Eso, para tratar algo más de una hectárea de frutales» según sus cálculos.

Además, «hay que sumar el costo en mantenimiento y reparaciones de la maquinaria, si hay que cambiar una cubierta… todo ha tenido un aumento brutal, y no se puede, porque hemos quedado muy desfasados» .

CASTIGO AL QUE PRODUCE

Después, los impuestos, con los que «castigan a las actividades productivas» se lamentó el productor alvearense. «Hace dos años invertimos en un tractor nuevo y en una rastra hidráulica, un subsolador… implementos que nos hacían falta en la finca».

Compró la maquinaria a través del programa Mendoza Activa, que contemplaba el reintegro de un porcentaje del monto invertido, y utilizó ese reintegro para adquirir los implementos. Es decir, no se guardó nada, lo puso todo a producir.

«Resulta que ahora, por ese tractor, estoy pagando un impuesto de casi un millón de pesos al año porque, según dicen, es un revalúo por reajuste inflacionario. Por haber invertido para producir, me castigan, porque para mí -que soy un productor chico- ese monto es una locura. Si hubiera puesto esa plata en un plazo fijo, me estaría dando una renta sin tener que pagar ningún impuesto» .

ABANDONO DE FINCAS

En realidad, los problemas de rentabilidad vienen de arrastre, desde hace muchos años. Eso duele más en aquellos que viven en el campo y, sobre todo, si son los que salen cada día a trabajar la finca. De allí el desaliento.

Eso se refleja en el éxodo rural, y Cañadas lo explica sin vueltas. «El abandono de la tierra en esta zona es muy grande, principalmente porque no hay recambio generacional» dice.

«Fue quedando la gente mayor, y los hijos se han ido a buscar otro rumbo. Yo tengo la suerte de tener a mi hijo, que está conmigo en la finca, pero son pocos casos».

Ese mismo día, Cañada -que es responsable de una de las hijuelas de riego- había estado notificando sobre el turnado de la dotación de agua. «Tuve que llevarle los turnos a un productor de 80 años…que no tiene nadie atrás», refiriéndose a que ese hombre no tiene quien le tome la posta para seguir adelante con la producción agrícola.

Cañadas relevó que, en su zona, son cada vez más los cultivos abandonados, y advierte que esa tierra ya no tiene destino productivo. En algunos casos «viene gente de Buenos Aires, de Santa Fe, que suelen hacer inversiones muy grandes; pero están un año… y cuando ven que los números no les cierran se van, porque están acostumbrados a la Pampa Húmeda», donde la ecuación es muy distinta y, sobre todo, la dinámica de los agronegocios es muy distinta, más flexible.

En el mejor de los casos, en las propiedades donde se abandonan los cultivos plurianuales, «hay gente que está metiendo animales a la finca, en la mayoría de los casos, sin la siembra de pasturas», por lo que considera que -salvo excepciones- no es lo que puede considerarse un emprendimiento ganadero.

LA MOTOSIERRA pasó por acá. Parece que con la idea de cambiar. Pero no hubo resto para dar el siguiente paso. Ahí quedaron los sarmientos, resistiéndose a morir, en una tierra tan enmalezada como la esperanza de tantos productores chicos. FOTO / Revista Campo Andino & Agroindustria.

SIN «CULTURA DE TRABAJO»

Después de 15 años de trabajar con un cuadrillero que arrancaba a cosechar duraznos en noviembre, el productor de Bowen no pudo contar esta temporada con ese servicio.

Es que… «no consiguió gente para trabajar» . Así es que «le enganché un acopladito a la camioneta, cargamos 2 bines en la caja y 4 en el acoplado, y con mi hijo y otras dos personas (a veces una) cosechamos toda la fruta», reveló.

Cañadas apuntó que «la falta de mano de obra no es un problema sólo del campo». Porque «a los talleres les pasa lo mismo, a los aserraderos también… y a los galpones de empaque, donde siempre sobraba gente, y este año no han podido cubrir los turnos».

Interpreta que «se acostumbraron con el plan social, y se conforman con eso» . En todo caso, «trabajan unos días… una semana, y recién vuelven cuando se les termina la plata». Se lamenta porque «es muy poca la gente que, aunque cobra un plan, sale a trabajar… o que no tiene esa ayuda y sale a buscar trabajo».  

TRAS «LA FOTO», ESTÁ «LA PELÍCULA»

En realidad, estos problemas no son nuevos… y ése es el mayor problema. Porque, aún reconocidos como tales, no se ha sabido, no se ha podido, o no se ha querido resolverlos.

Por eso es que, volviendo a la referencia inicial, la caída de esta moneda que deberá mostrar la suerte de este ciclo agroindustrial en la región, es una instancia que, para un amplio segmento de los protagonistas de la actividad, genera cada año menos expectativa.

En particular en los de menor escala, con producciones plurianuales, y con Documento Nacional de Identidad que empieza con los números 17 ó 18… digamos. Es que, para ellos, que ya vieron la película, la temporada es… apenas una foto.

Es gente que tiene varias cosechas sobre el lomo desde que, siendo cachorros, iban a la par del padre, y hasta del abuelo tal vez. Gente que creció con el viñedo, o con el monte frutal… o con el olivar, en alguna otra zona de la provincia o la región (porque este escenario no es exclusivo del extremo Norte y del Sur de Mendoza).

Son esos tipos a los que les duele menos el fruto que abortó una helada o un viento Zonda o el que se llevó el granizo… que ese durazno o esas uvas que no pudo cosechar porque no hubo con quién hacerlo.

Y no hubo con quién hacerlo porque (contrariamente a lo que él aprendió) durante muchos de los últimos años la enseñanza fue que hay derecho a vivir sin trabajar. Eso le duele más.

Es esa gente que, en un momento determinado, se dio cuenta de que era él (o ella), a quien le tocaba renovar ese cultivo, o decidir una mejora con tecnología de riego o un sistema de protección frente a las inclemencias.

Porque llega un momento en que mira para arriba… y no hay nadie más que él, o ella. El abuelo se fue hace mucho tiempo. El padre ya no está (con suerte, está…pero no para seguir trabajando).

Los más afortunados, mirarán hacia abajo y verán que hay alguien dispuesto a seguir… aunque también se plantearán si, dejarles esa posta será verdaderamente un destino afortunado para un hijo… o una hija.

En efecto, la falta de rentabilidad de explotaciones de menor escala y las dificultades para asegurar la transición generacional en el manejo de la empresa familiar y, tras ello, el recambio de cultivos en el mejor de los casos, cuando no el abandono -y, en ciertas zonas, directamente el avance de la urbanización sobre las tierras productivas- parece consolidarse como un proceso que avanza de manera irreversible en varias zonas de la provincia.

Por eso es que, cuando uno conversa un rato con esos productores, la foto (de la campaña presente) comienza a desdibujarse; y empieza a cobrar nitidez la película de la historia productiva y personal de cada protagonista.

En esa instancia es que empieza a aflorar lo que muchas veces se oculta tras la sobredosis de adrenalina que -afortunadamente, todavía- genera en ellos la inminente llegada de la cosecha.

Eso que está oculto es, por ejemplo, la desazón del bowense Miguel Cañadas, cuando dice que «por haber invertido para producir me castigan» o «en la cuenta no pongo mi trabajo ni el de mi hijo» o… «se van agotando las ganas…». Un desasosiego que apenas alcanza a calmar el orgullo (y no es para menos) de poder decir que «de la finca salió la plata para que pudieran estudiar mis hijas».

Es, más o menos, lo que no pudo ocultar la ansiedad pre-vendimia del lavallino Demetrio André, esperando a su nieto mientras conversaba con nosotros. «Me parece que vamos a quedar muchos productores en el camino… como ya vienen quedando desde hace años, en muchas zonas. Estamos jodidos».

COMENTARIOS

2 comentarios a “Una cosa es la «foto» de una buena cosecha, y otra distinta es la «película»

  1. Fuerza a todos los productores que son el motor de esta mendoza, ojalá los que exportan trasladen alguna parte de la ganancia a los productotes para que pueda crecer la actividad agrícola toda. Y calculo ya estarán en campaña derogando esa ley que le cobra impuesto a un tractor y a los vehículos que se usan para producir que no son un lujo .. es una locura el 3% del avalúo cobra la provincia… . Sin materias primas no existen las otras actividades….industriales , transportes , servicios e insumos varios. A poner en valor a esta gente que es la que hace falta en este país para crecer.


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