
FRUTICULTURA
MANEJO
Una poda liviana y regenerativa sería un punto de equilibrio entre las posibilidades financieras y los requerimientos mínimos del árbol.
ES RECOMENDABLE aplicar cortes gruesos, regenerativos, para ir reemplazando zonas envejecidas.
La cosecha 2022/23 de ciruela D’Agen, que culminó a mediados de febrero en Mendoza, dejó -como en las anteriores cuatro campañas- un sabor amargo. En este caso, por heladas generales -que asolaron los distintos oasis y cultivos de la provincia, incluyendo a la vid- como no se registraban desde hacía muchos años.
El pronóstico de cosecha del Instituto de Desarrollo Rural de Mendoza (IDR), elaborado a partir de datos relevados durante noviembre de 2022, proyectaba unas 59.000 toneladas frescas que, esta temporada, por ausencia de daños importantes de granizo o lluvias pre-cosecha, dejarían aproximadamente 20.000 toneladas secas equivalentes.
Esos números (favorecidos, además, por la calidad de la fruta cosechada) representan una excelente relación de conversión, que Juan Diego Gjurich -deshidratador de ciruelas en San Rafael, y miembro del Cluster de Ciruela Industria de Mendoza- estima en 2.9 kg fresco por cada kilo seco para toda la temporada de deshidratación.
Claro que, es una muy buena relación de conversión… sobre un volumen de producción total que dista mucho de una cosecha deseada. Porque, si bien la producción de este año casi duplicó a la (paupérrima) del anterior, fue equivalente a sólo un tercio de la última cosecha completa, en 2017/18. De esta forma, necesitamos tres años para juntar una cosecha normal… ¡y esto no tiene nada de normal!
La evolución que ha tenido el cultivo de ciruela para industria a través de los años -inclusive tomando períodos mucho más extensos que los últimos cinco- es un tema en sí mismo; y seguramente será motivo de un abordaje detallado, en otra oportunidad.
Factores como la incorporación de tecnología (incluyendo algunas de menor costo, direccionadas al manejo del cultivo); la incidencia de fenómenos climáticos o la escasez de agua, entre otros, confluyen e interactúan para determinar -aunque no siempre de manera lineal- la variabilidad de resultados que, frecuentemente, deriva en frustraciones. Por eso es que el asunto amerita un tratamiento particular.
Ahora, parados en la mitad del otoño, y teniendo ni más ni menos que lo que pudimos lograr en el ciclo 2022/2023, se abre un nuevo capítulo. Cinco años sucesivos con poca fruta y escasos ingresos, ponen en discusión el tipo (y el costo) de las tareas que estaremos en condiciones de encarar para el mantenimiento anual del monte frutal.
Hace muchos años, el dueño de una empresa frutícola con varias hectáreas de duraznero y muchas dificultades financieras, llamó a su asesor para replantear el presupuesto operativo del nuevo ciclo agrícola.
Con los números gruesos en la mano, le dijo: «Este año elegí si podás o aplicás herbicidas, pero no se puede hacer las dos cosas». El asesor optó por podar, porque en duraznero las implicancias de no hacerlo se sienten rápidamente en el raleo.
El control de malezas, en cambio, es una labor menos crítica. Eventualmente, una complicación… a futuro. Muchas veces las circunstancias nos ponen frente a dilemas, y debemos tomar las decisiones menos perjudiciales.
Lo cierto es que, este año, para el caso de la ciruela, no se puede hacer una recomendación general porque el tratamiento de cada monte en estas cinco temporadas fue distinto, y lo que se logró cosechar, también.
Pero por algún punto hay que empezar. Por ejemplo, mirando qué dejamos de hacer durante estos últimos años. Lo primero que surge es que se ha podado muy poco.
Es lógico, porque la principal razón de podar es eliminar un exceso de flores que son potenciales frutos; y si la fruta viene siendo escasa, no es razonable limitar la capacidad de producción de la planta.
Sin embargo, al podar poco o no podar, las copas de los árboles se vuelven progresivamente más amplias y densas y con peor iluminación y, por lo tanto, la madera frutal es más débil.
El ciruelo forma yemas florales en dardos, y una pequeña proporción en la base de brindillas largas del año. Los dardos son brotes cortos originados en yemas vegetativas de brindillas del año anterior.
Pocos dardos sobreviven un ciclo más (dardos que se prolongan un año más, en otro dardo). Por lo tanto, es escaso el aporte frutal de la madera de tres años. Cuantitativamente, es la madera en zona de dos años la que produce la mayor parte de los frutos. Entonces es esta zona la que debemos cuidar y regenerar, para sostener flores fuertes -con más capacidad de cuajar- y frutos con mayor potencial de tamañar.
La zona de 2 años no se perdería si dejáramos de podar, pero no hacerlo tiene consecuencias. Obviamente, todos los años hay crecimiento. Pero las hojas y yemas surgirán de brotes cada vez más cortos, que al año siguiente serán zonas de dos años muy cortas (y peor, más débiles).
Es cierto que el número de flores aumenta, porque la cantidad de estos brotes cortos es altísima en árboles no podados. Pero el cultivo se vuelve muy vulnerable, y dependiente de una primavera adecuada para el cuaje.
Una salida intermedia, que tenga en cuenta las restricciones económicas en este ciclo de baja producción que golpea a muchos productores de ciruela y, al mismo tiempo, la necesidad de mantener la capacidad productiva del cultivo, sería plantearnos un esquema de renovación mínimo, con pocos cortes que, con el paso de los años, permita ir eliminando de forma sencilla y económica la mayor cantidad posible de madera envejecida.
Esa poda deberá estar destinada a reemplazar ramas o tramos de rama, retrocediendo hasta llegar a zonas de buena madera… pero sin tocar nada de la madera más joven que, en definitiva, es portadora de las mejores yemas.
De este modo, podremos mantener un nivel de regeneración mínimo en zonas de 1 y 2 años. Esto permitirá el reemplazo de zonas envejecidas.
Como pauta general, una poda de este tipo debería poder lograse con unos 20 cortes en plantas reducidas (2 metros de altura); 35 cortes en plantas medianas (2,5 metros) y unos 50 cortes en plantas grandes (de unos 3 metros de alto).
En las actuales circunstancias, con escasa producción y muy bajos ingresos, debemos adaptarnos a un manejo económico, que preserve al capital árbol en estado de mantenimiento, con capacidad de producción. La producción económica de fruta, en definitiva, debe contemplar la premisa general (aplicable a cualquier negocio) de asignar recursos escasos del sistema, en busca del mayor beneficio.