
HORTALIZAS
LABORES
Acondicionar, con tiempo, la tierra donde se va a instalar el cultivo de hortalizas o forrajeras, reducirá el riesgo de malograr el ciclo productivo.
Puede parecer demasiado “temprano”, pero mientras antes se acondicione el terreno donde se vaya a instalar el cultivo de hortalizas o forrajeras, se achicará el margen de error y quedará neutralizado al menos uno de los factores de riesgo de la próxima temporada agrícola.
La premisa fue planteada por el ingeniero agrónomo Luis Kulichevsky (actualmente director de Sanidad Vegetal, Animal y Alimentos en San Juan) durante su gestión como extensionista del INTA en Pocito, en un ciclo de capacitación impulsado desde la Estación Experimental Agropecuaria del organismo nacional en la provincia cuyana.
Kulichevsky remarcaba en aquel momento que la planificación de lo que se vaya a sembrar -que siempre es importante- adquiere mayor relevancia en años con escasez de agua. De manera que hay que prever la siembra de una superficie que se vaya a poder regar bien, teniendo en cuenta los máximos requerimientos de la especie implantada… sobre todo a partir de octubre.
El profesional remarcó la importancia de tener muy presente el cultivo reciente que haya tenido la parcela, y si hay o no hay rastrojo. Destacó asimismo la conveniencia de incorporar abonos verdes.
“En realidad, habría que planificar la secuencia de los cultivos”, advirtió Kulichevsky, y subrayó: “La rotación es fundamental para preservar la fertilidad del suelo y mantener un bajo umbral de plagas”. En este sentido, puntualizó que “en la medida en que repetimos un cultivo, siempre vamos a tener más plagas y más enfermedades”.
Por otra parte, señaló que en años con escasez de agua hay que tratar de labrar lo menos posible. “Sí hacer alguna labranza vertical (puede ser con subsolador o con cincel). Pero, en cualquier caso, tratando que al momento de la preparación del suelo la maquinaria trabaje en tándem”.
De modo que, “mientras menos pasadas, mejor”. Así se evitará la mayor evaporación del agua que se acumula en los primeros centímetros del suelo.
Precisó que “en los cultivos de hortalizas, en general, la mayor parte de la raíz se encuentra en los primeros 50 cm”, por lo que “toda el agua que esté más abajo, no es aprovechada por la planta”.
Mientras que en un cultivo forrajero (el caso de la alfalfa, por ejemplo), la planta puede aprovechar el agua que esté hasta un metro por debajo de la superficie del suelo. El ingeniero agrónomo Luis Kulichevsky recomendó verificar hasta qué profundidad llega el agua, en distintos sectores de la parcela. Esto se hace “con el método más simple y económico, que está al alcance de cualquier productor: la pala”; y “si el suelo está bien húmedo, lo que hay que hacer es espaciar el riego”. Pero “nunca hay que tomar una decisión mirando la parte superficial, porque eso nos dice muy poco y nada sobre lo que está pasando abajo”, concluyó el profesional.
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